A estas alturas, pocos no saben que la vida interna de Morena es un desastre. El partido, creado por el actual presidente y que en unos pocos años logró acabar con un siglo de prianismo, se encuentra en una parálisis en casi todos los aspectos.
Por este motivo, como su fundador y dirigente durante varios años, se cuestionó al mandatario en la mañanera de hoy sobre si tenía algún “favorito” para la dirigencia.
Andrés Manuel, demócrata empedernido, señaló que no tiene preferidos, además de señalar que ya cambiaron los tiempos en que el presidente influía en su partido.
De nueva cuenta, es admirable la congruencia del presidente, aunque el proceso de Morena, con más de 100 aspirantes a la dirigencia y secretaría que serán elegidos se esté convirtiendo en lo que parece ser un circo mediático.
No lo hará, pero quizás lo más sensato sería que el presidente, hace mucho, hubiera puesto en orden el partido que él y muchos ciudadanos construyeron con incontables sacrificios. Porque el único obstáculo para que Morena arrase en las intermedias y logre consolidar las bases del proyecto obradorista, es el propio Morena.