Quien sugiera que AMLO no está a favor de Biden para presidente, miente o inventa lo que no es. Quien asegure que AMLO prefiere a Trump como presidente igualmente emite una opinión visceral, basada en la politiquería de la mala leche a todo lo que da.
Inteligencia u honorabilidad son virtudes que no saben apreciar los que visten de opinión la calumnia considerando admirable su mediocre astucia. Pero sucede que los adversarios del líder mexicano no pueden entender el temperamento real asentado en la justicia e igualdad que este posee, el profundo sentido en el que el respeto al derecho ajeno lo acompaña siempre, la cautela ante la ley de la no intervención en asunto alguno que se refiera a cualquier otra nación del orbe, lo único considerado.
Para cerrar con broche de oro, lo que no aceptan, lo que niegan a causa de la corrosión que se los chupa a diario, es la autoridad moral que posee nuestro presidente de la república. Pobres, se entiende que estaban acostumbrados al servilismo de la dictadura que padecimos, al mal trato de los presidentes del país vecino desdeñando y despreciando la investidura presidencial mexicana.
Lacayo de órdenes dadas por extranjeros fue entonces el gobierno mexicano tanto en la política como en el sector empresarial, entrelazados para simular la inexistente democracia que dominó el panorama antes del 2018. Inexistente entonces el respeto mutuo, la admiración, mucho menos la certeza proactiva y creativa, acompañadas ambas fuerzas personales por el indiscutible carisma que posee el hoy presidente de México.
Aguas con ese mal karma que recrean detonado por la envidia y el coraje desbordados. Pero, calumniar, es parte de las naturales bajezas que dominan a algunos seres humanos. Ni hablar. Igual se posee la libertad para desmentir tales continuas bajezas.