La Iniciativa de Ley con fines de Decreto sobre Seguridad Nacional enviada por el Presidente AMLO, que repito, se queda muy corta frente a la necesidad de una nueva Ley de Seguridad Nacional, significa circunscribir su actuación y colaboración a un proceso regulatorio conforme a las normas jurídicas de un país soberano vinculado a su Seguridad Nacional. Esto lo hace cualquier país que tome en serio su atributo de Estado Soberano, no en términos absolutos, sino en términos de mantener un control y conocimiento básico sobre la actividad de este personal de alta calificación en inteligencia táctica y estratégica. Al parecer el tema central más discrepante en ambos lados, gobierno mexicano y países con agentes de inteligencia en México, es el tema del postulado de que deben “ofrecer informes sobre sus actividades”. Esto refuerza la soberanía y la seguridad nacional, pero vulnera un principio fundamental del trabajo de los agentes externos: la absoluta secrecía de su actividad que obedece a lineamientos de trabajo y acción establecida por los gobiernos de sus países, los cuales dictan a sus agentes desde su propia soberanía y estrategia de inteligencia externa. ¿Cómo resolverlo?

Una opinión al respecto: la iniciativa a no dudarlo es una reacción directa al caso del general Salvador Cienfuegos, mucho menos al de Genaro García Luna. Pero una falla evidente es que se trata de abordar este tema, no en el contexto de los fallos de inteligencia de nuestro modelo de Estado, que requieren modificarse, sino al margen de ello. Es como cuando requieres cirugía mayor y te prescriben tratamiento localizado con medicamento oral, hablando metafóricamente. Requerimos un replanteamiento de conjunto de la inteligencia mexicana que debe ser gradual, pero claro en su lineamiento estratégico.

Esta iniciativa es parte de la política interna con impacto en el exterior, el Presidente AMLO ha repetido que debe haber coherencia y congruencia entre ambas. No parece ser el caso: lo que refuerza la seguridad y el control de la inteligencia interior no fortalece la cooperación de inteligencia con el exterior y no se trata de ir a un choque inútil. Si no me equivoco, la política –también lo repite el Presidente- se inventó para conciliar intereses, escogiendo entre inconvenientes. Lo que ganas en normatividad interna soberana lo pierdes en colaboración exterior con el problemón de criminalidad que tenemos. Significó escoger el mayor de los inconvenientes. Tampoco puede ser un juego de suma cero. Es correcto regular el tema, pero desde una perspectiva conciliadora. Un juego cuyo resultado sea ganar-ganar, y eso solo se logra desde una posición de soberanía flexible en un caso como este.

Es evidente que la no información sobre el caso del general Cienfuegos por parte de la DEA causó mucha incomodidad en las filas militares y dentro del gobierno de AMLO. Lo peor de los servicios de inteligencia y eso lo sabe cualquier principiante en el tema es perder el control de ellos. Un ejemplo reciente: el caso del Fiscal Alberto Nisman investigando a la presidenta de Argentina Cristina Fernández para imputarla en el caso del atentado terrorista contra un centro judío, la AMIA (1994), consignarla, destituirla y de paso encarcelarla, forzando la investigación, y para lograrlo contó con la conspiración y complicidad de la Secretaría de Inteligencia (SI) del Estado contra la Jefe de Estado (2015), a quien finalmente se le atribuyó la muerte del fiscal. En donde investigadores argentinos muy serios sostuvieron que se involucraron en toda la trama los servicios extranjeros de inteligencia actuando en dicho país, como la CIA (https://www.publico.es/internacional/nisman-fiscal-desenmascarado-wikileaks.html), el Mossad israelí y el MI6 inglés, con sus agentes, y los líderes de la oposición argentina. Hay mucho material al respecto. Hay casos en donde los gobiernos constitucionales quedan atrapados en “guerras de inteligencia o espionaje”.

El 30 de enero de 2015 el periódico británico BBC Mundo se preguntaba “¿quién controla a los espías de América Latina?”, y agregaba: “Políticos de todos los partidos, jueces, periodistas y organizaciones profesionales han denunciado la falta de control sobre las operaciones de inteligencia en Argentina”. No puede pasarnos esto bajo ninguna circunstancia.

Es algo muy delicado y riesgoso perder el control de tales servicios, internos y externos. Después de ello vino una segunda generación de reformas al servicio de inteligencia de Estado desapareciendo la Secretaría de Inteligencia, incluso. Otro día hablaremos de esto con más amplitud. De manera que pensar simplemente que los servicios de inteligencia de EUA y otros no van a acatar ninguna directriz normativa de México, no ayuda en nada a esta causa del control básico. Algunos comentaristas –muy pocos hay los que conocen del tema- son hasta irónicos con la iniciativa presidencial y me parece lamentable. Lo peor sería “legislar a galope”.

Considero indispensable abrir una vía de acuerdo, de negociación política si se quiere, no de negociación de la Soberanía, sino para flexibilizar la misma en aras de un entendimiento tomando en cuenta los intereses centrales de la otra parte. Dijo Donald Trump durante la visita de AMLO a Washington, que el Presidente de México le pareció un negociador “duro y astuto”, de manera que puede ser también una postura de fuerza para entrar al diálogo en busca de un acuerdo que flexibilice luego posturas. Sería deseable, a pesar de la transición de gobierno en EUA. El Fiscal de EUA antes de renunciar denunció la postura del Presidente mexicano, y se ha dicho que la DEA informó al director general de la inteligencia civil en México (Centro Nacional de Inteligencia, CNI) que no informarán de sus actividades. No se están canalizando los disensos adecuadamente, así no se llegará a un buen acuerdo.

¿Cuál puede ser una vía?: precisamente encauzar las discrepancias en forma discreta pero oficialmente, empezar con una reunión del Presidente del Senado, el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del propio Senado y un miembro de la cancillería mexicana, más el titular del Consejo de Seguridad Nacional que tendría ser el subsecretario o el Director de América del Norte, es decir, una “comisión mexicana” de 4-5 integrantes, con el embajador de EUA y otros servicios de mayor peso en México (Alemania, Israel, Gran Bretaña, por ejemplo). Se tienen que poner a funcionar la diplomacia.

Y en cuanto las condiciones lo permitan en EUA, el canciller Marcelo Ebrard plantear el disenso oficialmente con el gobierno de Joe Biden para conocer la postura de éste e iniciar un diálogo fecundo, buscando un final de ganar-ganar. El gobierno del Presidente AMLO no está para abrir frentes externos de lucha en vísperas de elecciones tan relevantes para su sexenio.

Internamente, debe haber una discusión que pueda ventilarse públicamente, por lo menos en un Foro del Congreso (Congreso abierto) es muy relevante el tema, lo peor es mantenerlo entre bambalinas, aunque no debemos perder de vista que el tema mayor es entrar a un proceso que desemboque en una nueva Ley de Seguridad Nacional que reformule los servicios de inteligencia en México. En eso ya otros países nos llevan la delantera.