No voy a criticar al doctor Hugo López-Gatell, subsecretario de Salud. Menos aún a su jefe, el reumatólogo Jorge Alcocer Varela, quien sin duda es un hombre admirable y sabio.

Pienso que el primero de ellos, Gatell, cometió un error al inicio de la pandemia: no recomendar el uso obligatorio del cubrebocas, la mascarilla o el barbijo (así le dicen en Argentina; al menos es la palabra utilizada en el diario Clarín).

Decidí ya no ser tan duro con López-Gatell cuando leí, en El País, una entrevista con la destacada física Lidia Morawska, directora del Laboratorio de Calidad del Aire de la Universidad de Tecnología de Queensland, en Australia.

El mencionado periódico la presenta como “la científica que ha convencido a la OMS, liderando a centenares de especialistas, para que asuma que la covid se transmite por el aire”.

Ella, para no polemizar, dijo en la entrevista: “A menudo pienso que tengo mucha suerte por ser científica y no una autoridad sanitaria. La ciencia es fácil, pero aconsejar al público es mucho más complicado, ya que deben tenerse en cuenta todos los demás factores que no tienen nada que ver con la ciencia: recursos, economía, viabilidad, etcétera”.

Las razones no científicas

Por alguna razón que nada tiene que ver con la ciencia, durante mucho tiempo López-Gatell no aconsejó el uso del cubrebocas. Se equivocó o, quizá, era lo que políticamente estaba obligado a hacer. Después corrigió, sobre todo cuando advirtió que la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, se mostraba absolutamente partidaria de la sencilla pieza de tela como un instrumento fundamental para evitar que el coronavirus se contagie.

El problema es que Gatell, sin duda influyente en la opinión pública, no ha sido insistente en el asunto del cubrebocas. Ello quizá obedece a la necesidad –política, desde luego– de no subrayar el hecho de que su jefe, el presidente López Obrador, solo una vez, y por reglamentaciones de las líneas aéreas comerciales, usó la mascarilla: cuando voló a Washington a su exitosa reunión con Donald Trump.

No dudo de la capacidad del doctor López-Gatell, pero creo que un infectólogo del Centro Médico ABC, Francisco Moreno, sabe más sobre el Covid que el subsecretario de Salud. Sin un examen de conocimientos, que nadie aplicará, será difícil concluir quién es más competente de los dos. En estos temas uno se deja llevar por sus propias experiencias y aun por la intuición.

El hecho es que el médico que más confianza me inspira publicó este tuit:

EL doctor Moreno simple y sencillamente retuiteó una nota del Washington Post: "Las mascarillas realmente importan. La evidencia científica está creciendo”.

Cubrebocas obligatorio en Francia

No solo lo dice el Washington Post. Gobiernos, infectólogos, epidemiólogos, diarios de todo el mundo ya exigen que el uso del cubrebocas sea obligatorio.

A partir de este lunes 20 de julio, en Francia, por decisión del presidente Emmanuel Macron, el uso de la mascarilla será obligatorio en lugares cerrados. Es la norma que se está generalizando.

El periódico Le Monde ha publicado un interesante artículo que vale la pena sintetizar, “Tres conceptos erróneos comunes sobre las máscaras y la lucha contra la pandemia de Covid-19”

Primer rumor falso sobre el cubrebocas.

"El uso prolongado de la mascarilla es peligroso" supuestamente "porque causa hipoxia" (falta de oxígeno).

Eso es falso. El cubrebocas puede ser incomodo, pero nada más. Complica hacer ejercicio, pero con un poco de esfuerzo extra todo puede realizarse. Mi rutina de subir 23 pisos por las escaleras he podido cumplirla con la mascarilla. Y vaya que estoy viejo y gordo. Le Monde cita al higienista Philippe Carenco: "No tiene nada que ver con la falta de oxígeno… No hay razón para temer la falta de oxígeno asociada con el uso de una máscara en condiciones normales”.

Quizá sería demasiado pedir que los competidores en el Tour de Francia usaran cubrebocas, pero la gente normal que sale a trotar en el parque, por su seguridad y la de otros corredores, deberían acostumbrarse a ejercitarse con la telita tapando nariz y boca, al menos cuando rebasen a alguien o vean que unos metros más adelante se encontrarán de frente con otro deportista aficionado. La recomendación es no tocar la tela con las manos; esto es, solo manipular los elásticos que se ponen en las orejas. Con un mínimo de adiestramiento no debe haber ningún problema para hacerlo así.

Segundo rumor falso sobre el cubrebocas

"Las mascarillas son inútiles, porque los virus son más pequeños que su malla".

Es falso. Entendamos las cosas. El coronavirus sí es mucho más pequeño que los poros de los cubrebocas de uso común. Pero si “se recomienda usar máscaras en la lucha contra el SARS-CoV-2, es porque se basan en otro efecto: las partículas están atrapadas en gran medida a pesar de todo, por efecto electrostático”. Esto significa –Le Monde cita al físico Jean-Michel Courty– que “por el efecto de las fuerzas intermoleculares, cuando una partícula muy pequeña como el SARS-CoV-2 encuentra una fibra, se adhiere a ella permanentemente. La multitud de fibras no tejidas aumenta las posibilidades de colisión y, por lo tanto, la efectividad del filtro”.

Es decir, los cubrebocas son como imanes, pero por alguna razón pierden efectividad cuando están mojados o envejecen. Hay que cambiarlos con frecuencia, entonces.

Tercer rumor falso sobre el cubrebocas

"Las mascarillas no protegen, está marcado en los empaques".

Es falso. Los cubrebocas que se adquieren en el supermercado o los que fabrica la gente en sus casas no son, desde luego, los recomendados para el personal médico que se juega la vida en las unidades de cuidados intensivos, y ni siquiera tienen la eficiencia de las usadas por los dentistas desde antes de la aparición del coronavirus. Pero funcionan bastante bien para salir a la calle, ir a la oficina, a los restaurantes o inclusive para subir al avión que llevara a alguien a una reunión con Donald Trump. 

En resumidas cuentas, Andrés Manuel debe...

Urge una campaña nacional encabezada por el presidente López Obrador para que nadie en México salga de su casa sin el cubrebocas. Es eso o seguir contando cada día más muertos.