“Si Karl Marx hubiera vivido en 2007, habría trabajado para un banco”. Y es que “los bancos habían alcanzado un estado de perfección comunista”, en el que los trabajadores (supongo que el autor se refiere a los de puestos directivos altos) “se llevaron todo a casa”, mientras “los poseedores de capital se quedaron sin nada”. Eso dice Karl Sternberg en un artículo publicado en el Financial Times.
Según el señor Sternberg, de Oxford Investment Partners, los accionistas de los bancos fueron violados por el personal que se pagó sumas extravagantes por unas ganancias que resultaron ilusorias. Lograron hacerlo convenciendo a los dueños del capital de que los salarios cada día más elevados eran esenciales para retener el talento.
Con eso, llevaron a la economía mundial al borde del desastre.
Los directivos bancarios no son los únicos empleados que engañan a sus patrones. Más diestros en ese arte perverso, y más experimentados, son los políticos, que presumen de siempre obedecer al pueblo al que sirven día y noche, sin descanso.
Leo ahora en El Mundo, de España, que el héroe de la independencia catalana, Artur Mas, es un corrupto. Al presidente de la Generalitat (gobierno de Catalunya) y candidato a la reelección, que se ha comparado a sí mismo con Gandhi, se le han encontrado cuentas en Suiza y Liechtestein. El señor Mas ya se ha indignado y ha amenazado con demandar al diario que lo cuestiona. Sus seguidores, que son muchos, le creerán. Y si no le creen, como les está prometiendo la independencia de la odiada España, justificarán sus prestaciones económicas. Para eso es el poder, para beneficiarse. Y los que pagan son los dueños del estado, los ciudadanos, que además quedan contentos cuando encuentran a un buen demagogo dispuesto a sacrificarse por la gente a la que se supone obedece.
En México sobran ejemplos de políticos que para servir con toda humildad e infatigablemente al pueblo se quedan con grandes trozos del pastel que es el presupuesto público. Eso sí, exigen que se les aplauda. Y los ciudadanos, que en esto son tontos, aplauden a sus próceres de la lucha por la igualdad.
Si, para salvar al sistema económico, los bancos deben ser mucho más humildes acerca de cuánto valor realmente añaden a la economía, en la política los gobernantes deben estar mucho más vigilados.
Con cinismo, el citado Karl Sternberg dice que en la medida que se exportan servicios bancarios, los bancos hacen una contribución a la economía, ya que “desplumar extranjeros está bien”. Pero en lo interno, en cada país en el que opera la banca, su función más importante es canalizar el dinero de los ahorradores a las empresas para que estas lo inviertan. Es que solo la inversión genera crecimiento, y únicamente las empresas no bancarias diseñan proyectos de inversión productivos.
No será fácil, en ningún país lo es, acabar con la corrupción gubernamental. Enrique Peña Nieto, presidente electo de México, pretende avanzar en el tema. Por eso, creará la Comisión Nacional Anticorrupción. Le deseo suerte en una batalla que no será sencillo ganar.
Pero no solo hay que hablar de corrupción cuando un funcionario del gobierno toma dinero y se lo lleva al extranjero. No recuerdo si en un libro de Nietzsche o de algún otro autor extranjero leí que alguien es corrupto cuando acepta y prefiere lo que es desfavorable para él mismo.
Por alguna razón preferimos y elogiamos un sistema bancario, dominado por extranjeros, que es desfavorable para México, ya que a tales forasteros se les permite a sus anchas trabajar en el territorio nacional para desplumar a nuestros ricos (lo mismo empresarios enriquecidos productivamente, que políticos beneficiados por la corrupción) utilizando el anzuelo de “proteger” sus ahorros en naciones más estables (sin mencionar sus ganancias que son enormes y que poco tienen que ver con su función, que no cumplen a cabalidad, de canalizar dinero a las empresas mexicanas).
Carajo, si un cínico inteligente como Karl Sternberg, de Oxford Investment Partners, dice que “está bien” que los bancos (de Europa y Estados Unidos) desplumen extranjeros, pues es lógico que eso “está mal” para las naciones en las que los desplumados han ganado (por las buenas o por las malas) su dinero.
Mucho se ganará si se regula a esos banqueros que vienen a hacer sus negocios en México y que son fundamentales no para que nuestras empresas tengan fondos para la inversión, sino para permitir que los compadres, amigos y socios de los que se enriquecen a la mala, en el gobierno o en el narcotráfico, coloquen su dinero en el extranjero.
Si un empresario piensa que su dinero estará más seguro en Europa, que se lo lleve, con la condición de que pague impuestos. Pero si un ladrón pretende hacer lo mismo, que se le detenga. No debe ser tan difícil.