Manuel Aguirre Berlanga (Arteaga, Coahuila, 1887-1953) no solo fue secretario de Gobernación de Venustiano Carranza: dormía en la misma cabaña la noche del magnicidio, el 21 de mayo de 1920 en Puebla. La escena la describe otro coahuilense, Francisco L. Urquizo, secretario de Guerra del Primer jefe, en su libro México-Tlaxcalantongo: «El Presidente desde un principio recibió un tiro en una pierna y trató de incoporarse inútilmente para requerir su carabina. Al sentirse herido dijo al licenciado Aguirre Berlanga que estaba a su lado: “Licenciado, ya me rompieron una pierna”. Fueron sus últimas palabras. Otra nueva herida recibió quizá y su respiración se hizo fatigosa, entrando en agonía. Después penetraron al jacal los asaltantes y le remataron a balazos”.
Aguirre Berlanga fundó el Partido Potosino Antireeleccionista junto con el poeta Ramón López Velarde y participó en la Convención del Tívoli del Eliseo (15-17 de abril de 1910) que postuló a Francisco I. Madero para enfrentar a Pofirio Díaz en las elecciones presidenciales de ese año. Tras el asesinato de Madero, se unió a Carranza en el Plan de Guadalupe, clave para derrocar al dictador Victoriano Huerta. Aguirre fue diputado por el primer distrito de Saltillo a la Constituyente de 1916-197. En la semblanza de Aguirre Berlanga, Guillermo F. Margadant, escribe:
«(...) El “Viejo Rey”, sentado en la puerta de la choza más habitable, estuvo hablando todavía con Aguirre Berlanga, al que también, pocas horas después, ya victimado por la traición de Herrero y mortalmente herido, dijo sus últimas palabras. Llevado luego al monte, Aguirre Berlanga fue obligado por el coronel Márquez a redactar un escrito en el cual se declara que Carranza se había suicidado; pero cuando firmó, bajo presión, tuvo el cuidado de no usar su firma acostumbrada. (...)
»Luego, detenido como uno de los sospechosos de haber asesinado a Carranza, junto con los generales Murguía, Urquizo, Mariel, Montes y Barragán, el licenciado Manuel Aguirre Berlanga fue sumetido a proceso militar aunque era civil. (...) A causa de la mencionada falla, de que la justicia militar, aun en delitos mixtos, no tiene jurisdicción sobre civiles (artículo 13 de la Constitución) Aguirre Berlanga fue absuelto (...), aunque luego tuvo que defenderse de otra acusación, la de extravío de valores y objetos pertenecientes a la Nación. (...) finalmente quedó absuelto. (...)
»En la cárcel, donde estuvo hasta finales de 1920, le acompañaron su esposa y sus dos hijas (su hijo nacería ocho años después); después de recuperar su libertad hizo un viaje académico-polítológico de dos años por Europa, y, de regreso en México trabajó el resto de su vida, sin cargo oficial, como abogado y escritor sobre temas de historia y de derecho, quedándose siempre fiel —combativamente fiel— a la memoria de Venustiano Carranza, y defendiendo, por ejemplo, la reputación de éste (...)».
Entre Aguirre Berlanga y la secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), Rosario Robles Berlanga, existen vínculos de sangre, pero ninguno de ética. El comportamiento de Robles es deleznable. Sus devaneos con Carlos Ahumada, quien confesó haber participado en la trama de Diego Fernández y Carlos Salinas contra AMLO, dos años antes de las elecciones presidenciales de 2006, conciernen a la esfera privada. Pero desviar miles de millones de pesos de la Sedatu y la Sedesol (700 de ellos en efectivo, según una investigación de Reforma) agravia al país y ofende la memoria del combativamente fiel e integérrimo Aguirre Berlanga. ¿Qué reputación puede defender Rosario Robles? ¿La suya? ¿La de Peña Nieto?