Los boletos del auditorio Luis Elizondo del Tecnológico de Monterrey se agotaron horas antes de la presentación de Andrés Manuel López Obrador en el foro “Actúa”, organizado por los estudiantes del campus para la presentación y el debate de los candidatos a la presidencia de la República. El recinto emblemático solo se vio atestado con la presencia de los candidatos de la coalición “Por México al Frente”,  Ricardo Anaya y “Juntos Haremos Historia” que postula a AMLO.

Ante los jóvenes estudiantes se presentaron los cinco candidatos a quienes se les  hicieron las mismas preguntas y se les pidió fijar su postura ante los diversos desafíos que enfrenta nuestro país. Además del acto formal, se instaló un “aplausómetro” que de alguna manera mide el grado de respuesta y entusiasmo del público ante los discursos y posicionamiento de los candidatos.

¡Oh sorpresa! (o no), los resultados fueron favorables para AMLO, al alcanzar a lo largo de su presentación 18 aplausos, el más caluroso llegó a los 94.3 decibeles. Lo sigue en fervor uno de Anaya que alcanzó los 94.1 decibeles entre los 13 aplausos que le otorgaron. El Bronco fue más ovacionado que José Antonio Meade, tanto en frecuencia de aplausos como el decibeles obtenidos, aunque estos dos alcanzaron a llenar aproximadamente la mitad del auditorio, en el que Margarita Zavala logró convocar solamente una cuarta parte de los potenciales asistentes al recinto.

¿Qué provocó esta respuesta que podría parecer ilógica en jóvenes de clase media alta, educados en la institución privada mejor posicionada y respetada del país? ¿Qué le aplauden los estudiantes a un viejito caduco, con propuestas retrógradas, y que según sus detractores, significa un peligro enorme para el país? ¿Qué les dijo, con qué malas artes los encaminó al punto de que a su salida le gritaran “Presidente, Presidente”? ¿Cómo pueden muchachos de la élite del país dejarse llevar por este señor que, según afirman muchos, en cada foro le dice dependiendo del público, lo que quieren oír y cambia de opinión un día sí y el otro también? O al que se acusa de lo contrario: ya chole con repetir lo mismo dondequiera que se presenta.

Gran enigma. Me di a la tarea de ver la intervención de AMLO en el foro de estudiantes. Y encontré cosas muy interesantes: Primero, vi a un candidato, contrario a lo que demostró en el debate del domingo 22 de abril, relajado, cómodo, identificado con su público, cercano, sin poses, con una sinceridad que a veces le afecta más que ayudarle, claro, preciso, contestando puntual y concisamente a la mayoría de los cuestionamientos, explicando, dando ejemplos, todo aderezado con sentido del humor.

Contrariamente a lo que algunos afirman, no lo vi dándoles por su lado a los estudiantes, sino sosteniendo sus dichos, defendiendo sus posturas y dejándoles bien claro que para bien o para mal, sigue siendo el mismo. Pero recargado, y como él lo dijo, algo más “aflojado” por tantos kilómetros recorridos en terracería a lo largo  y ancho del país.

Ahora sí se detuvo a explicarles en que consiste la amnistía que propone, defendió con argumentos la descentralización  del gobierno federal, su posición ante la reforma energética, la de educación, la desigualdad de oportunidades, les habló de su visión para ayudar a los jóvenes sin oportunidades para estudiar ni trabajar, tomo posición ante el matrimonio igualitario, la desaparición del fuero, la legalización de la mariguana, la reelección, la relación con  Canadá y Estados Unidos y en general sobre todos los temas sobre los que fue cuestionado.

Eso no tiene nada de extraordinario, es apenas, lo que debe hacer un candidato cuando es convocado a un foro como el que nos ocupa. Sus propuestas, no son del todo compatibles con las ideas y la visión de país que uno esperaría tuviesen los jóvenes asistentes. Entonces, ¿qué fue lo que los entusiasmó tanto, por qué aplaudir a rabiar y corearle “Presidente”? ¿Qué hizo diferente Andrés Manuel para que lo vitoreara un público que no es el suyo natural?

Me aventuro: Estemos de acuerdo con él o no, coincidamos con todas sus propuestas, algunas o ninguna, hay algo que persiste: AMLO tiene doce años diciendo la verdad, la que todos validamos porque la vivimos a diario: los gobiernos han ignorado el bienestar y el desarrollo de la sociedad, han fomentado la impunidad para defenderse a ellos mismos y a los grupos que los rodean, para continuar amasando fortunas ofensivas a costa de hacer negocios que  los enriquecen a ellos y dañan profundamente al país. Se han avocado a cuidar sus intereses en lugar de velar por los de la nación a la que han pretendido, fallidamente, gobernar.

Otro punto de encuentro en el foro de ayer lo encuentro en la empatía con la que el candidato habla de los problemas que más laceran a los habitantes de nuestro país: es el único que lo ha recorrido varias veces de punta a punta y tiene más claro que ninguno, los problemas con los que la gente más necesitada tiene que lidiar a diario.  Y anécdotas e historias para sustentarlo es lo que le sobran. Ha visto la escases, la pobreza extrema, la violencia desmedida desde aristas que ningún otro candidato ha podido apreciar.

Todos estos temas los damos por sabido, nos hemos acostumbrado a vivir con ellos, los transitamos como algo inevitable. Los otros candidatos están enfocados con seguridad en solucionar estos temas, pero el lugar desde los abordan, por muy documentados, técnicos y precisos que sean, provienen de cifras solamente, carecen de la sensibilidad de haberlo vivido de cerca, de  haberlo compartido, de acercarse al sufrimiento que salva a las personas de ser solo la estadística para ponerles cara, nombre y apellido. Es por eso que Andrés Manuel conecta, engancha, y provoca el aplauso, cuando se digna a hacerlo, con unos jóvenes que a pesar de su procedencia familiar conservan aún valores de juventud que, ahora sí, sin sarcasmos, deberíamos de cuestionarnos si debieran o no perderse.