Los mexicanos, como en el año 2000, estamos urgiendo un cambio. Ante la decepción que generó el recambio PRI-PAN, después de la década perdida de dos gobiernos no priistas, pero que gobernaron al estilo priista, servil a los intereses de la “casta”, ya se habla de quién debe gobernar a partir del 2018.

Quien hasta ahora ofrece un cambio de política económica (aunque sea sólo proponiendo derogar las reformas llamadas estructurales) es el candidato de MORENA. También, encarecidamente, los mexicanos queremos un combate verdadero a la corrupción, la cual sólo va en aumento, lastimando el presupuesto público con las consecuencias visibles, aunado a la siempre inminente privatización de los servicios que debe prestar el Estado: educación, seguridad social, agua, electricidad, etc.

Sin embargo, la experiencia ha mostrado que el tamaño del cambio que requiere este país es tan grande que difícilmente puede encargarse a un solo líder.

El lado débil del movimiento de regeneración nacional es que no es un movimiento. Es una campaña de un gran líder social, quien por su honestidad personal, ha logrado diferenciarse del resto de la cloaca política, pero ello, no lo vuelve autosuficiente para lograr la transformación necesaria.

Un movimiento requiere la participación de diversos grupos sociales que realicen sus tareas de forma autónoma, independiente, honesta y sincera. Es una aglutinación de sectores de la sociedad que pueden no estar de acuerdo en muchos puntos con quien encabeza el movimiento pero que sin embargo concuerdan en lo esencial.

Por ahora yo veo que el primer paso es que el poder deje de ejercerse por el partido de dos cabezas, a lo que llamamos PRIAN, y que desesperadamente los dirigentes del PRD se han empeñado en aumentar las siglas a PRIANRD.

Pablo Iglesias, líder de PODEMOS, en una reciente entrevista (El País 13-06-16), es puntual en dos cosas que MORENA debe evaluar urgentemente: 1. La no dependencia del líder y 2. Las alianzas.

Que AMLO hasta hoy sea imprescindible no es una buena noticia para la democracia y menos para la izquierda electoral. No desconozco que es explicable esa situación en un país presidencialista y con nulo federalismo, pero que algo sea así, no significa que deba ser así. MORENA debe reconocer el pluralismo político. MORENA debe sectorizarse e integrar a líderes sociales independientes. Debe acercarse a grupos que no necesariamente comparte con MORENA su programa, pero que están convencidos de la necesidad de erradicar la corrupción, y de la imperiosa necesidad de sacar al PRIAN de la presidencia.

El lado oscuro de MORENA es que a lo largo del país ha tenido acercamiento con personajes vinculados con el priismo, lo cual es una verdadera extrañeza si lo que se lucha es por una radical transformación en el tema de la corrupción, pero esto puede ser cambiado si la gente empuja a MORENA (o lo que el movimiento signifique) y no si la gente sólo sigue a AMLO. Además, es necesaria la democracia interna del partido.

Más allá del partido, si revisamos las pasadas elecciones en España, nos damos cuenta que es prácticamente imposible que se pueda gobernar en solitario. PODEMOS explotó electoralmente la idea de que IU era un lastre para las ideas progresistas, que la corrupción de algunos personajes de ese partido no iba a manchar al nuevo partido. Por otra parte, explotaron la idea de que el PSOE ya no era de izquierdas, que estaban más del lado de la derecha, que habían traicionado sus principios fundacionales. Todo eso es cierto, pero la realidad supera esas afirmaciones,  pero eso no es suficiente para enfrentar la realidad. Hoy, ante las nuevas elecciones, una alianza PODEMOS-IU-PSOE y demás confluencias es condición necesaria para el CAMBIO, si no es así, los españoles seguirán gobernados por la derecha, con sus ya sabidos desastres sociales. “Nosotros no podemos hacerlo solos”, ha dicho Iglesias.

Es necesaria la correlación de fuerzas y la representatividad de otros partidos. Nadie ignora la decepción que ha sido el PRD, MC, PT, etc., pero tampoco se puede olvidar que algo pueden aportar. En una transición democrática las mayorías parlamentarias son muy importantes. Al final de cuentas, MORENA es un partido de principios flexibles, no veo por qué no podrán flexibilizar el “con ellos ni a la esquina”. En la búsqueda del poder, las alianzas son parte del juego democrático. En las circunstancias del poder hegemónico de la derecha PRIAN, no aliarse es hacerles el juego.

En el 2000 muchos vimos el carisma de Fox como un peligro para la democracia y la transición. Los temores resultaron fundados. Hoy, también la izquierda se sustenta en el carisma de un personaje. La diferencia estriba en que además del carisma hay contenido en el candidato. Sólo hace falta la responsabilidad histórica de construir ese cambio.