El escándalo mediático del plagio parcial de EPN, deja lecturas más profundas de lo que aparece en la superficie. La realidad de las cosas es que hay una minoría que se desgarra las vestiduras invocando todos los castigos posibles, mientras que hay otra minoría que lo defiende. En el medio está la inmensa mayoría a la que le vale madre. Esa sería más o menos la lectura.
En un país tan acostumbrado a la simulación, o a la normalización de la corrupción este tipo de casos lo tiene sin cuidado.
Pero vayamos por partes. En un país sin títulos monárquicos los universitarios han venido a remplazarlos como una manera de diferenciarse de la prole. Es un asunto un poco más democrático, porque aun y cuando no se tenga mucho dinero, el título marca la diferencia. Recuerde usted que en nuestro país el hábito hace al monje. La gente se tira los títulos por enfrente en un afán de representar una suerte de superioridad moral. No me llamo fulano de tal, soy el licenciado fulano de tal que existe por y para el título.
El derecho inalienable de los tecnócratas que llegaron al poder con un nuevo mecanismo de legitimación, un título universitario. Y este escándalo del plagio de EPN solo solidifica algunos de los conceptos vertidos en el libro de Gabriel Zaid, De los libros al poder. Los títulos universitarios son solo patentes de corso para empezar desde más arriba, si hubiese una carrera universitaria para presidente de la república las aulas estarían a reventar. Por eso el asunto del plagio de la tesis ha calado tan hondo, y ha hecho titulares en otros países. Se ha transgredido la norma, a base de trampas se consigue un título.
El joven imberbe que no imagina que llegará a presidente quizá encargó la tesis, quizá le dio flojera investigar y eso viene a morderle el trasero más de veinte años después, gracias a las nuevas tecnologías.
Hay mala leche de Carmen Aristegui, no hay duda. Es una mujer que sabe lo que hace aunque haya intentos por descalificar su trabajo. La diferencia es que ahora el poder no es absoluto. Una periodista y su equipo han mantenido en jaque permanente a un gobierno cuyo sello no es la transparencia.
Un sistema que regresó al poder pensando que haría lo que hizo toda la vida. La analogía sería la del marido golpeador que vuelve con la mujer después de una separación prolongada para darse cuenta que en su ausencia la mujer estudió la universidad, se hizo activista de derechos humanos y tomó clases de karate. Y así le ha ido.
La mala leche existe también por parte del gobierno. Al menos yo no me creo la versión de MVS acerca del despido de la periodista. Los dueños de esa empresa saben lo que está en juego aunque el poder sea temporal. Enemistarse con el gobierno puede ser como contraer poliomielitis, deja secuelas de por vida, y en ese sentido fueron pragmáticos. Aristegui les dejó buen dinero. Pero sus intereses son superiores a los de un programa de radio.
Esto también significa que desde su trinchera, la periodista seguirá dando golpes de efecto aunque no haya consecuencias dado el diseño institucional del país. EPN debería haber dejado el poder después del reportaje de la Casa Blanca. Pero se aferró con consecuencias desastrosas no solo para él sino para el país en general, deseoso de ver títulos rimbombantes, maestrías y doctorados en universidades de prestigio aunque no sirvan para nada.
El presidente se ganó a pulso el título de ignorante, y ese mantra lo seguirá el resto de su vida. A su nula capacidad de abstracción se seguirán acumulando los descalabros que quizá nos ayuden a ver al PRI como algo que ya pertenece al pasado y con el tiempo quizá tengamos que agradecérselo.
Ahora sí que leer es relevante a la hora de gobernar. Quién lo diría. Hay que leer a los autores que incluyes en tu tesis.
Para que no me acusen de plagio les dejo los libros que sirvieron de base para construir este artículo:
La casa blanca de Peña Nieto Grijalbo
Terrorismo mediático Carlos Fazio Debate
El fin del poder Moisés Nahím Debate
De los libros al poder Gabriel Zaid Oceano