Sería preferible pensar que es una mala broma relativa al “día de los inocentes” del 28 de diciembre de 2020. Pero no, es la cruda realidad de un mal que es tragedia, la del Covid-19, que se aproxima a 2 millones de muertes en el mundo y a 130 mil en México. Tragedia que también ha alcanzado al ámbito artístico tanto clásico como popular. En este segundo, tiende un arco mortal que va de Óscar Chávez a Armando Manzanero. Figuras definitivas para México durante los últimos 60 años.

Aunque empezó componiendo para otros intérpretes, sin duda Armando Manzanero Canché (1935-2020) ha sido muy popular en México y ha tenido resonancia internacional desde sus inicios artísticos. Desde el disco Mi primera grabación (1967), que incluye el bello bolero “Voy a apagar la luz”. Popularidad que se confirmaría con una de las piezas más celebradas e interpretadas del compositor, “Adoro”, compuesta en 1965 y grabada 1967. De acuerdo a Wikipedia, la revista Momento registra un total de 60 versiones de esta pieza sólo entre 1967 y 1969. Y aunque fue famosa desde su origen, la versión que le dio dimensión lírica ha sido sin duda la de Plácido Domingo, de 1984. Cantante con el que alternó Manzanero en un concierto de 2008 en Chichén Itzá; como lo hizo con tantos otros.

Y asimismo, desde el principio, Manzanero se muestra no sólo como autor, también como cantante. Y si bien el de Manzanero es un arte popular, se vale de un instrumento clásico para recrear su “inspiración” y alcanzar el éxito: el piano. Y el producto es el bolero. Ese que llega a Yucatán desde Cuba, encuentra fertilidad en Ricardo Palmerín y Guty Cárdenas, y se extendería por casi todo el país.

El piano es inseparable de Manzanero. Comienza a estudiarlo en Yucatán desde la infancia y será compañero incesante en su carrera profesional en los escenarios y estudios de grabación. En realidad, es uno de los últimos autores de boleros de corte “clásico”, es decir que para componer, antes que en otro instrumento, la guitarra o el simple silbido, se auxilian de la poderosa cualidad armónica del piano. En México, y aunque con diversos estilos, en la línea de Agustín Lara, Alfonso Esparza Oteo, María Grever, Vicente Garrido, Consuelo Velázquez, Mario Ruiz Armengol, etcétera. Dentro de este grupo entra su categoría musical.

Nunca estuve presente en alguna presentación de Manzanero, pero tuve la ocasión de saludarlo en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en mayo de 2019. Me sorprendió verlo caminar sin acompañantes, solo, al hombre pequeño de estatura, de 85 años, saludar sonriente a las personas que se le acercaron, cargar su portafolio y tomar una silla de espera. Me acerqué y lo saludé. Por esos días había salido la nota de que posiblemente colaboraría en 2021 con el gobierno de la república en algún proyecto en relación a la conmemoración del proceso de la “Conquista”. Fue muy amable, y ante mis palabras repetidamente dijo, “¡qué lindo!”, “todo está bien”. Me comentó que esperaba su vuelo a Mérida.

Durante la segunda semana de diciembre de 2020, Armando Manzanero tomó otro vuelo a Mérida. Una imprudencia. Asistió el 11 a su último acto público, la inauguración del merecido “Museo Casa Manzanero”, que recrea su biografía y su trayectoria artística, pero que bien pudo haber esperado para su apertura. Al regresar a la Ciudad de México y al sentir síntomas, fue internado el 17.

No me canso de reflexionar en dos de las frases de Albert Camus en su novela La peste. 1. “Morían hombres que estaban hechos para vivir”. Aunque Manzanero tuviera 86 años, en general se encontraba bien de salud. 2. “Eran los desafortunados de la peste: los que mataba en plena esperanza”. Era cuestión de tiempo, esperar con paciencia a la materialización de la esperanza de la vacuna contra el Covid-19.

Como siempre se dice en estos casos, queda su obra y el legado musical. Y que el mejor homenaje será escuchar y recrear a Armando Manzanero Canché. En este punto, acaso deba decir que todos tenemos preferencia por alguno de sus boleros, el mío, “No”. Pero recuerdo vívidamente haber cantado “Adoro”, en versión de Los Panchos, en un karaoke bar de Tokio, Japón, en 2007 y 2010; país que también conoció su fama.