Bueno, en realidad no existe el Nobel de Arquitectura... Es, sin embargo, un reconocimiento que por su trascendencia ha sido considerado como tal... Estamos hablando del prestigiado Premio Pritzker, que se entrega desde 1979 para reconocer la trayectoria de arquitectos vivos cuyo legado haya dejado huella en la cultura mundial.

Sobra decir que esta distinción ha sido recibida por arquitectos tan importantes y famosos como Phillip Johnson, Richard Meier, Álvaro Siza, Tadao Ando o Norman Foster.

La primera mujer en recibirlo fue Zaha Hadid, apenas en el 2004, en tanto que el tapatío Luis Barragán, que lo ganó en 1980, es hasta ahora el único mexicano en recibir esta distinción.

Y sí, muchos de estos nombres refieren a obras monumentales... Obras que son verdaderos símbolos de las ciudades en que se ubican y que reflejan innovación, belleza... Y poder... Mucho poder porque son en muchos casos proyectos emblemáticos que valen muchos millones de dólares y son referencia de poder económico y político.

Es en ese contraste que destaca que el ganador del Premio Pritzker, en su XL edición, sea el arquitecto hindú Balkrishna Doshi, que a lo largo de sus 90 años de vida, ha tenido una trayectoria profesional que ha dejado huella en lo más sensible de la cultura de su país de origen; en la calidad de vida de sus compatriotas.

Después de obtener el grado de arquitecto en la ciudad de Bombay, el ganador del Pritzker 2018 viajó a Europa buscando continuar su formación, lo que logró en lo que los clásicos llamarían un giro inesperado del destino, que lo llevó a trabajar con uno de los padres de la arquitectura de nuestros tiempos, Le Corbusier.

Tiempo después, en otro de esos giros inesperados del destino, fue de la mano del mismo Le Corbusier, que Balkrishna Doshi regresó a la India, colaborando algún tiempo con su maestro, para finalmente, abrir su propio estudio en 1955.

Y de ahí en adelante Doshi ya nunca paró... Ha desarrollado una práctica de la arquitectura que le ha hecho merecedor de muchas distinciones internacionales, a las que ahora habrá que sumar el Pritzker. Pero además, su carrera como educador ha sido igual de destacada, impartiendo cátedras en la India y en muchos lugares del mundo, y fundando en el proceso escuelas de arquitectura que hay que considerar entre las mejores de su país de origen.

Doshi ha sido arquitecto, educador y planificador urbano. Y para sintetizar lo el impacto de su obra bastaría con señalar que más que dedicarse a dejar huella en ciudades, sus obras han dejado huella en los miles de personas que las viven cotidianamente, sea porque habitan en ellas o porque disfrutan el impacto que tienen en el contexto social y urbano.

La obra de este arquitecto hindú es profundamente personal y explora las profundas relaciones entre la que debiera ser la esencia de la arquitectura, las necesidades humanas, la conexión entre la obra y su creador, y la forma en que todo esto se termina reflejando en la cultura; entendiendo la cultura sobre la base de la cotidianidad con que se viven los espacios que han sido intervenidos por el hombre.

“Mis obras son una extensión de mi vida, filosofía y sueños, tratando de crear el tesoro del espíritu arquitectónico”, dijo Doshi al enterarse de que había ganado el Pritzker, “le debo este prestigiado Premio a mi gurú; Le Corbusier. Sus enseñanzas me llevaron a cuestionar la identidad y me obligaron a descubrir una nueva expresión contemporánea, adoptada regionalmente, para un hábitat holístico sostenible”.

Más allá de lo que pudieran haber juzgado quienes otorgan este Premio, la obra de este hindú ha sido fundamental para dar forma a un discurso cultural que ha acercado la arquitectura a la gente.

Y muestra de ello es el Aranya Low Cost Housing, un sistema de comunidad que amalgama casas, caminos y patios, para dar cabida a más de 80,000 habitantes en una compleja mezcla de tipologías en que viviendas de todos los tamaños se convierten en viviendas de personas y familias de diferentes niveles de ingresos.

Quizá por eso, al anunciar al ganador del Premio, Tom Pritzker dijo que el trabajo de Doshi ha permitido convertir refugios en hogares, viviendas en comunidades y ciudades en oportunidades...

Es, dicen sus críticos, arquitectura que es poesía funcional... Que recupera las tradiciones de la tierra y las pone al servicio de sus usuarios. Es, dicen, arquitectura seria, que no cae en la trampa de tendencias y que, al contrario, se apega siempre a un sendero propio que responde a la transformación de ese conjunto que denominamos cultura.

Doshi, que nació el 26 de agosto de 1927, en la ciudad de Pune, recibirá el Premio Pritzker 2018 el próximo mes de mayo en Toronto, Canadá, en una ceremonia que teniendo como sede el majestuoso Museo Aga Khan, obra del también ganador del Pritzker, Fumihiko Maki, permitirá que la “Gran Arquitectura” le haga un guiño a la gente...

La gente, esa gente que debiendo ser el gran protagonista de la arquitectura mundial, termina siendo si acaso un visitante en obras que, ajenas al trabajo por el que se reconocerá a Balkrishna Doshi, han sido construidas como esos ya mencionados símbolos de poder, que terminan siendo símbolos de todo... Menos de lo que debiera ser la esencia fundamental de la arquitectura; su cercanía a la gente.

 

·    Horacio Urbano es presidente fundador de Centro Urbano, think tank especializado en temas inmobiliarios y urbanos

Correo electrónico: hurbano@centrourbano.com

Twitter: @horacio_urbano