El 26 de febrero pasado, cerca de las seis de la mañana, fue ejecutado por un comando en su clínica en Cuautitlán Izcalli el doctor Venancio Queupumil. 

Hay personas con las que puedes interactuar sólo una vez en tu vida y te quedan grabadas a fuego en la memoria. Es el caso del Doctor Queupumil. Lo conocí en una gira en que acompañaba a Andrés Manuel López Obrador, al municipio de Cuautitlán Izcalli en 2012. Me acuerdo muy bien de él y de las condiciones en que charlamos.

Después del mitin hubo un convivio y ahí se me presentó. Me dijo que era un indígena mapuche, chileno, que había salido del país después del golpe militar contra el Presidente Salvador Allende Gossens.

Había estudiado medicina en Cuba y llevaba ya muchos años radicando en México. Simplemente de ver a López Obrador,  hizo un diagnóstico comentándome que si no corregía, Andrés Manuel iba tener un fuerte susto con su salud.  Me pidió que le comentara su diagnóstico al citado líder y yo le dije que se lo comentara él, que López Obrador era difícil en el trato con los dirigentes y que yo no me entrometería en un asunto tan personal. Queupumil me dijo que él tampoco podía comentárselo ya que AMLO no lo conocía. Ahí quedó el tema, casi un año después Andrés Manuel sufriría un infarto.

El día de hoy platiqué con Angélica, la hija de Venancio. Una joven de 23 años agobiada por el dolor e indignada por la impunidad y la negligencia de las autoridades judiciales del Estado de México.

Me relató las condiciones en que su padre fue asesinado esa mañana del 26 de febrero. Su padre vivía en Cerrada de las Rosas, y la clínica de su propiedad, "Especialidades Médicas y Quirúrgicas Santa Isabel, está ubicada a un lado de su casa en la manzana 7 lote 9 de la colonia Santa María Santa Rosa de Lima en Cuautitlán Izcalli. Es la única calle -la Cerrada de las Rosas- sin pavimentar de la citada colonia.

Venancio tenía 68 años y era médico jubilado del IMSS. Cerca de las seis de la mañana, tres jóvenes llegaron en un mini Cooper a las puertas de la clínica de su propiedad. Solicitaron ser atendidos por el doctor, pues el más joven de ellos, de unos 15 años de edad, decía haberse caído de una motocicleta e ir herido de una pierna.

Fueron recibidos por la enfermera que trabajaba con el Doctor Queupumil. El galeno bajó inmediatamente a atender al joven y cuando le pidió que se descubriera la pierna para observar la herida fue golpeado por los otros jóvenes con las cachas de las pistolas con que iban armados mientras le decían: "¿A poco creías que no nos meteríamos a tu casa?". 

A pesar de la agresión y según el testimonio de la enfermera, Venancio no dijo una sola palabra. Siempre según el testimonio de la enfermera, el más joven de los tres agresores, de unos 15 años de edad, le dio un tiro por el costado que fue mortal. Recogieron el casquillo y salieron, los esperaba un auto Audi en el que se retiraron.

El comando que ejecutó al Doctor Venancio Queupumil estaba integrado por cinco personas, los tres jóvenes que ingresaron a la clínica y los dos conductores de los citados vehículos, que seguramente eran robados. El comando no sustrajo nada, se llevaron solamente las llaves de la casa y de los vehículos automotores propiedad de Venancio, sin tocar nada más.

La clínica cuenta con tres puertas de acceso, las mismas que tuvieron que cruzar los asesinos y con un circuito de vídeo cerrado. Cuando los familiares quisieron revisar los vídeos se percataron con que no se había grabado nada. El sistema tenía sin funcionar tanto enero como febrero de 2016. Cuando los familiares cuestionaron a la empresa que prestaba el servicio, de nombre "MERIVA" la empresa comentó que seguramente se había dado una falla o una carencia de suministro de energía eléctrica. ¡Durante dos meses! 

Por supuesto la empresa no dejó de cobrar el servicio los meses de enero y febrero a pesar de su explicación ridícula. Lo menos de que podemos acusar a la empresa es de negligencia criminal y quizá no sea aventurado pensar que entró en complicidad con los agresores.

Como suele suceder en estos casos, el ministerio público se portó de una manera brutalmente burocrática. La policía no manejó con la seriedad debida la escena del crimen, ésta se hallaba con pisadas por todos lados en los charcos de sangre que dejó el Doctor Queupumil en su agonía. Peor aún, los sicarios no se llevaron nada, pero la policía sustrajo el teléfono celular de Venancio.

Hasta este momento, las autoridades judiciales han tomado el caso como un número más, como una estadística y con absoluta negligencia manejan la carpeta de investigación 241970550021716.

Se cuenta con un video de los asesinos entrando a la clínica y retirándose del lugar. Pero las autoridades no parecen demasiado interesadas en las pruebas y testimonios sobre este crimen.

A pesar de la nacionalidad chilena de nacimiento de Venancio Queupumil, el cónsul chileno no ha querido intervenir mayor cosa, a pesar de que Venancio era exiliado en México reconocido por las Naciones Unidas desde 1987. Queupumil Cabrera contaba ya con la nacionalidad mexicana también.

Parece ser que Venancio Queupumil sabía que lo estaban cazando y que lo iban a matar. ¿Quiénes están detrás del comando que ejecutó al Doctor Queupumil? ¿Cuál fue el móvil por el que se decidió enviar un comando a ultimarlo? ¿Hay algún nivel del gobierno involucrado en el asesinato, o fue el crimen organizado o fueron ambos?

Éstas y muchas preguntas más están sin responder. Con la corrupción e impunidad que impera en el país será arduo lograr que este crimen no quede impune.

Frente a las desapariciones forzadas, los asesinatos en masa, las ejecuciones y los francos genocidios que están dándose a lo largo y ancho de la geografía nacional, pareciera un asunto reducido al drama familiar de quienes son descendientes y amaron a Queupumil Cabrera. Pero me temo que no es así.

Me temo que detrás de la ejecución de Venancio hay un móvil político y una trama oscura y profunda que él descubrió y que lo llevó a la muerte.

Me mantendré solidario con la familia de Queupumil Cabrera y sumaré mi voz a sus voces exigiendo justicia y castigo a los autores materiales e intelectuales de este cobarde y artero crimen.

"El pueblo tiene derecho a vivir y a ser feliz".

Gerardo Fernández Noroña.

México D.F. a 7 de marzo de 2016.