Comenzar a hacer las cosas de manera distinta siempre resulta complicado, pues la condición humana es adversa al cambio. En general, todos preferiríamos que las cosas estuvieran tranquilas y que siguieran su cauce, que hubiera la menor incertidumbre posible en nuestro día a día. Me refiero a todos los ámbitos de la vida, desde lo personal hasta lo colectivo.

Intente usted decirle a su familia que ya no desea celebrar el 10 de mayo o la Navidad, y verá el lío en el que se mete. O comente con sus compañeros de trabajo que sería conveniente ya no repartir más abrazos de año nuevo, y encontrará resistencias. Son solo ejemplos.

Así somos, nos resulta muy complicado cambiar de hábitos y de narrativas. Incluso, cuando hay temas que nos desagradan, podemos tardar años en tomar las decisiones necesarias. La palabra cambio nos asusta y nos pone a la gente en contra, se necesita bastante valor para modificar el estado de las cosas.

Si este tipo de asuntos resultan complicados en lo individual y familiar, imaginemos el tamaño del reto cuando se pretende cambiar de manera radical el funcionamiento de un gobierno y la óptica de una sociedad sobre la forma en que el Estado debe de comunicar y desarrollar sus tareas.

Pues bien, justo en esa cruzada se ha embarcado el presidente de México, y por eso enfrenta resistencias brutales.

No digo que todos sus cambios propuestos sean adecuados, pues eso aún está por verse, sino que con mucho valor, está intentando su proyecto: un cambio tajante del sistema político mexicano y de la forma en que la sociedad estaba acostumbrada a convivir con dicho sistema.

El presidente López Obrador está convencido de hacer las cosas de forma diferente, y por eso no sale de una para cuando ya se metió en otra.

El último ejemplo es la postura de su gobierno sobre la crisis política y social en Venezuela: decidió no sumarse al mundo entero en el apoyo para defenestrar al dictador. Tomó la decisión de no ir al monte con la manada, sino de dar un paso lateral y proponerse como un líder mundial capaz de mediar en el conflicto y de facilitar el diálogo entre el dictador que no quiere dejar su silla, y el golpista disfrazado de demócrata que se quiere sentar en ella nomás porque se le pegó su gana. Parece que así andan por allá.

Pero el análisis sobre lo de Venezuela es otra cosa, el punto es el papel que don Andrés Manuel intenta asumir, en este y en muchos otros temas: cambio, cambio y cambio.

En tal contexto, considero que fue una equivocación importante el no asistir al evento económico mundial de Davos. Para lograr implementar cambios, sobre todo si son radicales, es fundamental que el líder pueda cambiar la narrativa de su entorno. Buena parte del éxito como gobernante, consiste en convencer, en que la sociedad le crea al presidente. Pero no solo la sociedad de su país, sino la sociedad global, los líderes y los formadores de la opinión pública.

Davos era un buen escenario, no es el único desde luego, pero sí uno muy importante, en el que nuestro presidente pudo haber acudido, negociado espacios de participación, y haberse dirigido a la comunidad mundial para destacar y vender sus ideas y su proyecto.

Claro que el presidente tampoco está para darle gusto a todos, desde luego que no. Pero sí puede ayudarse a sí mismo, para que la narrativa cambie y quizás le favorezca. Es más fácil avanzar por carretera que por terracería. El presidente de México debió de haber acudido, aunque sea un evento muy fifí, para proyectarse como ese líder mundial que pretende ser al ofrecerse para mediar ante la dictadura venezolana.

Con el 53% del electorado fue más que suficiente para ganar la elección presidencial, pero es un porcentaje muy bajo para lograr cambiar la narrativa al interior del país, y la del país ante el mundo. Por eso escribo que le hubiera venido bien el foro.

Ojalá que aproveche los venideros, pues nada le restan, y si en cambio se pone astuto, como lo ha demostrado todos los días, bastante le podrían sumar.

 

Amable lector, recuerde que aquí le proporcionamos una alternativa de análisis, pero extraer el valor agregado, le corresponde a usted. 

Con gusto recibo sus comentarios en Facebook: @OHvaloragregado