La charla transcurre en el estudio del artista, en Atizapán, una zona residencial acomodada, casas grandes, jardines verdes. Un territorio aislado y confortable, tranquilo, idóneo para dar rienda suelta a la imaginación y a la creatividad que la música exige.
Contrario a la norma hedonista del artista, la humildad de Avendaño se manifiesta al hablar de otros músicos, de otros artistas; en su capacidad de admiración hacia los otros; en el reconocimiento a los profesores que lo iniciaron en el oficio de la composición y la producción. Inmediatamente define en dos vías lo que para él significa el oficio musical:
"La música es un espacio de cooperación". "La relación del artista con su arte es amorosa”.
Nos tomamos un expreso cada quien. El día, nublado, es ideal para la charla. Las nubes casi se desbordan. Son las bondades del Valle de México, que se respira en plena canícula.
PA: Como compositor de vocación, ¿desde el principio les inculcaste con toda intención la música a tus hijos, o simplemente se las transmitiste como un ingrediente esencial de la vida?
JA: -Yo siempre digo que el arte, en cualquiera de sus manifestaciones, hace mejores seres humanos. Humaniza a las personas. Mis hijos nacieron en este medio; nacieron, como les digo, debajo de la consola. Aquí les tocó ver, vivir muchas cosas. Este estudio se inauguró en 2001. ¿Cuándo fue el día de la Torres Gemelas?
PA: -El 11 de septiembre.
JA: Ese día empecé grabando aquí una cosa de Pancho Céspedes (Francisco Céspedes).
Regresando al tema de mis hijos, mi hijo es baterista. Y sí, sí los he apoyado. En mi época era muy difícil. Yo recuerdo que a mi papá le costaba muchísimo trabajo aceptar que yo quería dedicarme cien por ciento a la música.
PA: ¡Qué raro!
JA: Sí (risas). En esa época sí costaba mucho trabajo. En los años setenta había todavía muchos prejuicios y te imaginaban como un músico de bar, que tu vida iba a ser pura "bohemia". Cuando le expliqué a mi papá lo que yo quería, él hacía juntas con sus amigos para convencerme de que me dedicara a otra cosa, que a la música no, que era sólo un hobbie. Pero cuando tu vida es la música no la puedes concebir de otra manera. Al final lo entendió y vio que sí me apliqué muchísimo. Entré a la UNAM a estudiar composición y dirección, pero me salí de la carrera como a los dos años porque conocí a Humberto Hernández Medrano, que dirigía el "Taller de Estudios Polifónicos" (murió el año pasado). Entonces cursé y terminé con él todos los estudios que había que hacer y todavía estuve como veinte años más a su lado, buscando asesorías, analizábamos obras, platicábamos de muchas cosas. A veces la clase consistía simplemente en ir a tomar un café y platicar.
PA: ¿Con qué tipo de música iniciaste?
Desde el principio a mí me interesó hacer música de cine. Pero en aquel tiempo en América la pantalla prácticamente se reducía a las telenovelas. La telenovela era “El Hollywood Latino”. Y entré a ese medio por cuestiones del destino, porque un hermano mío es actor y me presentó a Ernesto Alonso, tremendo productor, “El señor telenovela”. Entonces empecé a hacer música para telenovelas. Después él mismo me presentó a Pepe Rendón (José Rendón); con él hice la primera novela, que fue un éxito importante; se llamó Corazón Salvaje.
PA: Ese soundtrack es memorable
JA: Sí, memorable, es de 1993, ¡imagínate!
PA: Fue una novela histórica, ¿no?
JA: -Era una novela de época, más que histórica, ambientada en el Caribe, que me abrió muchas puertas. Fue tan importante que se vendió en 180 países. Eran los tiempos de las grandes realizaciones de Televisa, cuando vivía Azcárraga padre.
PA: El tigre.
JA: El tigre. Después hice una telenovela histórica que funcionó muy bien: La Antorcha Encendida, ubicada en la época de la lucha de Independencia. Azcárraga Milmo decía: “Yo le tengo que dejar algo a este país que me ha dado tanto. No me importa que esas novelas no sean comerciales, tengo una responsabilidad social”.
PA: Pero sí eran bastante vistas, ¿no?
JA: Sí, ¡cómo no!… La antorcha versaba sobre un tema muy propio de México, muy local, aunque en algunas partes de América Latina y el mundo funcionó. Ése fue un soundtrack muy padre. En ese entonces había buenos presupuestos y podías hacer buenos trabajos. Eso fue en 1996, yo tenía 36 años. La hicimos con una gran orquesta y coros. Fue una gran producción. Fausto Zerón Medina escribió el guion. Yo estudié mucho esa época, tenía perfecto conocimiento de la música que había que incluir. Igual lo hicimos con Corazón Salvaje. Ese conocimiento histórico te da la posibilidad de hacer un soundtrack adecuado.
Fueron más de sesenta novelas las que hicimos, entre Televisa, TV Azteca y Telemundo. Corazón salvaje me abrió el mundo pop. Fue una obra al estilo Brahms. El director, Pepe Rendón, era un tipo muy culto que estudió cine en Italia y era concertista de piano. Me pidió que hiciera para la telenovela algo similar a la obertura de la primera sinfonía de Brahms, y si no resultaba pondría esa misma pieza. En una semana le presenté el track y le gustó mucho, y fue la obertura. Después se sugirió incluir un tema cantado, y basándome un poco en los tracks de Brahms hice una canción que cantó Mijares y funcionó muy, muy bien, "Corazón Salvaje".
PA: ¿Qué género te gusta más?
JA: Siempre he dicho que si eres productor latino tienes que conocer todo tipo de género: ranchero, tropical, tango, balada, pop, rock… A mí me gusta mucho la balada pop, pero de chavo tuve una banda de rock. Me gustaba muchísimo, tocábamos cosas de The Doors, de Carlos Santana..., todo eso me forjó. Nosotros somos seis hermanos. Mi mamá era muy joven, se casó a los 17 años. Cuando yo tenía cinco años (yo nací en el 60) recuerdo que mi mamá compraba los singles de Los Beatles, de los de 45 revoluciones, y me ponía a bailar con ella las canciones del grupo. Tuve la fortuna de crecer escuchando y empapándome de la música de la época de oro del pop: los sesenta, los setenta y algo de los ochenta.
PA: Estaba reflexionando en que la música tiene mucha relación con lo erótico.
JA: Sí. La relación del artista con su arte es amorosa, ¿no? Erótica en todo el sentido de la palabra, por donde la veas y percibas o la escuches, es un vehículo sensual, erótico.
PA: Por más apagada que se escuche una canción, de todas maneras hay algo sensual en ella.
JA: A propósito de lo sensual y sensorial, la pantalla tiene un ritmo, un color, un tono. Cuando platico con los productores siempre les digo: “Independientemente de tu sinopsis o de tu guion, me gustaría ver algo de lo que tienes hecho”. Quiero ver la imagen, ver cuál es el color de la novela, y sí, todas tienen un color, una atmósfera. Como para el compositor de ópera, el stage, el escenario, juega un papel muy importante. Si tú oyes Petrushka de Stravinski no entiendes por qué de repente hizo “plap" un pandero que se cae. Lo que pasa es que ¡el moro le abre la cabeza de un corte a Petrushka! Tienes que ver eso en escena.
PA: La música, una composición, tiene su propia narrativa Hay canciones que son como un cuento.
JA: Tú que eres fan de Sabina, ¿qué te puedo decir? Son juglares. Me acuerdo cuando oí “El hombre del traje gris”, ¡qué belleza, qué forma de decir!, es como un collage, ¿verdad? Hay partes desde muy sensuales hasta escenas del drama humano. Serrat es un estilo quizá más elegante.
PA: Más clásico...
JA: Más clásico, podríamos decir. Por eso cuando van juntos, van muy bien. Otro que escribe también muy, muy bonito es Víctor Manuel San José, también tiene mucho de eso, ese tipo de compositores tienen esa narrativa que tú dices. En el mundo del country rock hay un cantante canadiense, Gordon Lightfoot, que es una leyenda, un ícono. Es un juglar; te explica por ejemplo cómo construyeron el ferrocarril en Canadá, ese tipo de cosas. Ha sido utilizado por el mismo gobierno. Son auténticos narradores.
PA: Y aparte, la narrativa en la música, que muchas veces no necesita de letra.
JA: ¡Ah, bueno, eso sí! En el caso de la música de concierto se le llama música programática, música de programa. Uno de los iniciadores fue Franz Liszt, ¡ese tremendo pianista húngaro!, que hablaba del poema sinfónico. Él inició, por ejemplo, el recital: recitaba algún verso y se ponía a tocar el piano. Después está Mendelssohn con sus “canciones sin palabras”, que es pura música de programa, narrativa.
PA: ¿Crees que cualquier canción puede ser considerada artística?
JA: No quisiera caer en eso de que “todo lo que se hacía antes se hacía mejor”, pero siento que sí influye el haber conocido lo bueno, la música pop de los sesenta y setenta. Lo que empezó a ensuciar la industria discográfica fue el perder la emoción de meterte a un estudio a grabar una canción. Ese entusiasmo auténtico, la ilusión, las ganas.
PA: Incluso el ritual, ¿no?
JA: ¡Es un ritual! De verdad. "Prende una vela, pon unas flores y hacemos una especie de ritual", dejemos que la buena vibra surja, porque siempre he dicho que eso se graba, se graba la buena vibra. Entonces, cuando esta industria se empieza a convertir en eso, en una industria, en un negocio, cuando a raíz de la entrada de las nuevas tecnologías, desde el CD para acá, empieza a ser manejada esta industria por financieros, más que por artistas, ahí comienza el cambio.
Ahora todo es “oye, ¿cuánto me va a dar y cuánto voy a ganar?". Y a ti que eres el productor y el compositor y el que hace todo el disco, te quieren regatear, se vuelve un negocio de regateo. Entonces se pierde ese cariño, ese entusiasmo.
PA: Claro, el arte, la música, no va con el tejemaneje de la industria.
JA: Exacto, entonces cuando empiezan a entrar todos esos factores ya no se fijan en si la canción es buena o mala, sino en la lana que le van a sacar. Yo no veo que los artistas de los sesenta y los setenta, incluso los mismos Beatles, hayan hecho música para ganar. ¡Jamás se imaginaron lo que iban a lograr! Como dice Paul McCartney en su libro Many years from now, ellos hacían las cosas por amor y porque les gustaba hacerlas. No hizo “Yesterday” pensando en cuánto iba a ganar.
PA: ¿Qué piensas del reguetón, del hip hop?
JA: En general no son canciones, es música utilitaria. En el caso del hip hop es como si te dijeran “Tú no tienes que ser cantante para poder estar, para ser top en el hip hop, no tienes que ser un artista que se haya preparado, simplemente vas a hablar de lo que te molesta, de temas sociales, de sexo, de lo que sea; te puedes expresar en un escenario aunque no hayas estudiado nunca nada". Y cuando ves esto te preguntas por ejemplo en dónde quedaron todos esos extraordinarios grupos de jazz, de blues, toda la parte negra, extraordinaria, ¿dónde quedó? Y es que cuando la industria huele que hay dinero, no piensan en otra cosa. La música electrónica, por ejemplo, hay que entenderla como música para entrar en un trance, para bailar, para sentirte y perderte en la multitud, hacerte uno con ella e identificarte con algo, porque además esta sociedad ha generado ese borreguismo, ese querer pertenecer, ese "si no me pongo estos tatuajes no voy a ser aceptado".