Por primera vez en la historia del Estado de México podríamos tener un gobernador con menos del 30% del voto en el Estado de México. Así lo exponen los resultados de la primera encuesta del periódico Reforma, que ubica al candidato del PRI, Alfredo del Mazo y a la candidata de Morena, Delfina Gómez, como los punteros con el 29 y 28% de la intención del voto, respectivamente. Nadie dentro del PRI esperaba que Morena se encontrara prácticamente empatado con su partido, y mucho menos que Josefina, apareciera en un lejano tercer lugar.

¿Por qué Morena ha logrado este crecimiento aun cuando PRD y PT presentaron a sus propios candidatos?

Se podría pensar de inmediato que todo se debe al gasolinazo o a los innumerables escándalos de corrupción en los partidos, pero hay algo más; algo que mantiene muy preocupadas a las cúpulas del PRI: el hartazgo dentro de sus propias estructuras.

La verdadera batalla del PRI no estará afuera sino dentro del partido. Ir a una de las elecciones más competidas de la historia en la entidad no será tarea fácil, pero ir sin voltear a sus bases parece un verdadero salto al vacío.

A dos semanas de que inicie formalmente la campaña, muchos actores vitales en la operación del partido se sienten olvidados, así lo percibí durante la última Convención de Delegados realizada en Ecatepec para la designación de su candidato a la gubernatura.

De acuerdo con las primeras encuestas el PRI difícilmente podrá igualar sus porcentajes históricos de votación, el hartazgo social es muy grande.

Es por ello que si el PRI piensa mantener la gubernatura, no puede darse el lujo de mirar por encima de sus bases, mucho menos arriesgarse a que otros partidos como Morena terminen devorándolas con futuras promesas de cargos públicos. El PRI debe actuar como un partido unido,  integrado y cohesionado en torno a la candidatura de Alfredo del Mazo. Hacer lo contrario, es regalar votos a los adversarios.

Y es que en medio de esta batalla, Morena apuesta por una política “amorosa” de puertas abiertas, donde todos caben, y el PAN, ofrece al priismo sólo dos cosas: castigo y venganza.

En medio de ambos fuegos la militancia del PRI se siente excluida, en el mejor de los casos, como un simple beneficiario social. Al platicar con muchos de ellos, así me lo han dejado saber, están enojados:

–No han convocado a muchos.

–Nos van a excluir de nuevo.

Y esta información comienza a filtrarse a otros partidos, sobre todo en la zona oriente de la entidad. Malestar que invade también a muchos operadores que llevan años tocando la puerta para ser tomados en cuenta y poder representar a sus municipios y distritos por las siglas del tricolor.

El riesgo de que muchas de estas bases terminen migrando a otras fuerzas puede representar la diferencia entre la victoria y la derrota. El PRI no puede olvidar a ningún actor político en sus filas, por más pequeño que sea, desde Toluca y hasta Ecatepec. Desde el más encumbrado político mexiquense hasta el más humilde operador de tierra.

Pensar que el enemigo es López Obrador y que la batalla se ganará acusándolo de todos los males, terminará victimizándolo y fomentando más el malestar y enojo de la gente. El PRI debe voltear de nueva cuenta en su gente, en sus militantes y simpatizantes, convocarlos a la promoción del voto en sus colonias, en sus barrios y comunidades. El trabajo de promoción no puede quedarse sólo en las alturas, debe aterrizar y debe hacerlo ya.

El poder del descontento es grande. No importa que Delfina carezca de un proyecto o estrategias claras en seguridad, salud o empleo. Tampoco que Josefina ofrezca combatir la corrupción cuando ha sido muy poco transparente con el destino de más de mil millones de pesos que le fueron entregados a su Fundación “Todos Podemos”.

En esta batalla el PRI enfrenta el mayor descontento ciudadano de su historia, como nunca antes lo había vivido en el Estado de México; mal hará en ignorarlo, peor aún en enfrentarlo dividido, minimizando y restándole importancia a los príistas que tienen la camiseta siempre ajustada.

Los ex gobernadores priístas se han empezado a movilizar, ven el riesgo, lo perciben. Es momento que tanto líderes como bases se sumen y enfrente en unidad la que será la madre de todas las batallas.

Como todo en la vida, y en la política, la lealtad es de ida y vuelta.  En esta batalla, el triunfo de Alfredo del Mazo, depende en mucho de esa lealtad al interior de su partido.

Que nadie quede fuera, nadie debe quedar fuera.

Mónica Belén Hernández Bennettz