Jenny Lee ha publicado en el Financial Times un interesantísimo texto para explicar por qué los comediantes profesionales están conquistando la política en todo el mundo, lo que a mí personalmente me parece gravísimo.
En efecto, ella analiza la razón por la que Volodímir Oleksándrovich Zelenski es presidente de Ucrania y Jimmy Morales de Guatemala; la causa de que en 2010 el payaso Tirrica fuera el diputado más votado en Brasil; el motivo del movimiento que llevó a Al Franken, de Saturday Night Live, a ser senador en Estados Unidos; la forma en que, en Islandia, Jón Gnarr ganó la alcaldía de Reikiavik por haber prometido toallas gratis en las albercas y un parque de Disney —promesas desde luego incumplidas—; el hartazgo que llevó a Antanas Nedzinskas al parlamento lituano; la decepción que hizo de H'Angus the Monkey, mascota de un equipo de futbol, alcalde de Hartlepool, en Inglaterra; o el fenómeno político de Beppe Grillo, quien en 2007 convocó en las calles de Roma a decenas de miles, quizá cientos de miles de manifestantes.
La autora dice que en la escuela de payasos en París, de Philippe Gaulier —maestro de Sacha Baron Cohen, de Emma Thompson, de Roberto Benigni— los alumnos son tan brillantes y se toman tan en serio la comicidad que no serían capaces de verse en cargos públicos. Pero...
El problema es que no han bromeado los ciudadanos ucranianos, guatemaltecos, islandeses, italianos, estadounidenses o ingleses que han apoyado a comediantes para darles el poder.
Hay que analizar el fenómeno, sobre todo porque en México un payaso, ni siquiera profesional, Sergio Mayer, es uno de los legisladores con más poder para regular las actividades culturales.
Cuidado, ese tipo, si sigue diciendo y ejecutando payasadas, puede crecer en la política, lo que muy probablemente representaría un desastre todavía mayor a todos los que hemos conocido.
Como dice Jenny Lee, “los comediantes que se postulan para un cargo son fácilmente descartados como bromas, hasta que ganan”.
Sergio Mayer ya es diputado. Y no es un mal chiste. Así, él defiende, entre otras ridiculeces, que se haya prestado el Palacio de Bellas Artes para homenajear a la secta de la Luz del Mundo.
Quiso también —afortunadamente otros legisladores no se lo permitieron— que la banda El Recodo celebrara un concierto en la Cámara de Diputados.
La articulista del Financial Times recuerda que en la Edad Media existía el Día del Burro —distinto al actual que se celebra en Otumba, Estado de México.
En el Día del Burro o del Asno de la Edad Media se permitía a los bufones entrar a las iglesias una vez al año a burlarse de todo.
Supongo que se trata del mismo Día de los Locos que describe María Eugenia Góngora en la Revista chilena de literatura:
√ La fiesta bufa de los subdiáconos: Festum follorum, Asinaria Festa, Festum stultorum, Festum Baculi.
√ “Estas fiestas de los Locos o del Asno se celebraban durante el período que se extiende desde Navidad hasta Epifanía, y más particularmente el día de Año Nuevo".
√ “La fiesta tenía lugar en la Iglesia, pero en ocasiones toda la ciudad se asociaba a las procesiones y cabalgatas que seguían generalmente a la celebración principal”.
√ “En las catedrales se nombraba a un obispo-bufón. Este celebraba entonces un oficio solemne y daba su bendición. Los sacerdotes disfrazados entraban en el Coro bailando, saltando y cantando canciones picarescas”.
√ “Los subdiáconos comían salchichas, jugaban a las cartas y a los dados sobre el altar; en lugar de incienso, quemaban suelas de zapatos viejos y excrementos”.
√ “Después de la ‘misa’, cada cual bailaba y corría por la Iglesia a su gusto, y se entregaba a los mayores excesos; algunos se desnudaban por completo”.
√ “Luego todos subían a carretas cargadas de excrementos y se hacían conducir por la ciudad tirando basuras al pueblo que los acompañaba”.
√ “No cantaban salmos ni himnos litúrgicos, sino que murmuraban palabras incomprensibles y berreaban como animales”.
√ “En muchos casos se introducía a la Iglesia un asno, el que tomaba un papel preponderante en la fiesta y era a veces coronado obispo”.
√ “La figura del Asno tiene connotaciones diversas que no nos permiten dar una explicación definitiva del porqué de su introducción a estas fiestas”.
√ “El asno puede ser símbolo de estupidez, de fuerza, de virilidad, y puede estar asociado con el asno que montó Cristo al entrar en Jerusalén”.
El hecho es que los asnos están llegando al poder y ya invaden los recintos sagrados, aunque laicos, de la República. Lo que permitió Mayer en Bellas Artes anuncia muy malos tiempos.
¿Podrían los líderes de la 4T, sobre todo el presidente López Obrador, utilizar su influencia política para detener la creciente ridiculez de ese diputadillo al que, por lo visto, muy en serio sus colegas le dieron la misión de ser el responsable de la cultura en el poder legislativo?