Ante la gravedad de la situación más nos vale prepararnos para lo peor y esto significa, sin duda, organizar las cosas aprovechando al máximo el breve espacio de tiempo que nos queda.

No se trata de ser fatalistas, menos de dar por perdida la batalla. Se trata de responder con contundencia al nivel de emergencia médica, económica y psicológica que se viene a nivel mundial y su impacto en las personas. Aquí algunas ideas ordenadas de acuerdo a lo que leo, comprendo y pienso:

I. Liquidez

Todos los organismos internacionales, bancos centrales, gobiernos y los sistemas financieros de cada país deben contar con los mecanismos de liquidez necesarios para atender la emergencia médica y la crisis económica en las empresas y familias.

Para que esto sea posible es indispensable que los bancos centrales y los ministerios de hacienda relajen las políticas monetarias y fiscales de tal suerte que la liquidez fluya. Sin liquidez todo se agravará.

Es indispensable que la banca comercial obtenga una garantía temporal del gobierno federal, para que el sistema financiero dé una tregua de 6 meses a los agentes económicos y reestructure todos los vencimientos de corto plazo. Ya se verá en esos seis meses qué plazos serán necesarios para refinanciar este lamentable problema.

¿Habrá empresas que quiebren o cierren o no puedan pagar? Sin duda. Pero si no se toman medidas ahora, el tamaño del problema será insostenible.

Los agentes económicos no quiebran por falta de rentabilidad, quiebran por falta de liquidez.

Las reservas, la disciplina fiscal y el bajo endeudamiento del gobierno (la mitad del PIB, mientras que en Europa y EEUU debe ser el 100% de su PIB), tienen que servir para sin temor, inyectarle a la economía nacional y sobre todo doméstica, la liquidez y confianza necesarias en estos momentos. Ahora además de ayudar a los bancos y grupos empresariales, es muy importante ayudar a las familias.

Aquellos profesionales independientes (autónomos) y pequeñas empresas con asalariados que estén en el rango de ingreso mensual que los convierte en grupos vulnerables, deberían recibir de parte del gobierno el 50% de la nómina mensual de estos empleados por al menos 6 meses, mientras se determina cómo absorber el impacto de los despidos. No es difícil hacerlo mediante el RFC y la cuenta bancaria. Tampoco es difícil saber qué empleados tiene qué empresa.

Rentas e hipotecas deben recibir algún tipo de solución similar, las primeras mediante un apoyo (cheque) directo y los segundos refinanciando la mitad del pago mensual de los siguientes seis meses.

Europa y Estados Unidos ya lo están implementando.

II. Emergencia médica

Debemos organizar la economía casi como si estuviésemos en estado de guerra. Para atender lo que viene y observando dónde se han agravado las cosas en países que han sufrido antes la llegada del Coronavirus, valdría la pena pensar lo siguiente:

a) Comprar o manufacturar con las empresas que puedan hacerlo equipo médico, sobre todo tanques de oxígeno, ventiladores, camas de hospital, quirófanos, utensilios médicos, ropa médica, mascarillas. Nuestra industria automotriz, manufacturera que hoy produce otras mercancías debe ayudar al país a producir equipo médico. También debe ayudar a importar y traer rápido equipos que pueda comprar en el extranjero. Si China ya se reactivó y tiene un tercio de la capacidad manufacturera del mundo, vayamos a comprar equipos. Nuestra industria textil debe reorientarse a producir mascarillas y ropa médica.

b) Necesitamos asegurar el abasto de medicinas. Es bastante claro qué hay al menos 10 tipos de antivirales, paracetamol, antisépticos y jabones que un 10/20% de la población necesitará con urgencia y el resto de manera preventiva. Necesitamos abastecer a precios controlados temporalmente a la cadena de distribución farmacéutica nacional.

c) Alimentos. Desde luego que el impacto en la economía ocasionará cierto desabasto. Es importante que se liberen cuotas de importación y que se asegure que contamos con suficiente maíz, trigo, leche, huevo, carnes, frutas y verduras. Organizar al eficaz sistema comercial mexicano dándole los apoyos necesarios para que tengan en almacén al menos 6 meses de suministros no debe ser complicado si el gobierno comparte el riesgo económico de hacerlo.

d) Energía. Contar con los mecanismos que aseguren un abasto suficiente de combustible para la movilización de mercancías y de electricidad para que las casas y los negocios puedan funcionar horas extras es capital. El costo de energía debe ser bajo para que la capacidad industrial se dedique a producir lo que necesitamos (equipo médico, ropa médica, alimentos) y debe recibir un subsidio temporal.

e) Las compañías constructoras y el ejército deben organizarse para construir, habilitar y organizar el establecimiento de camas de hospital. Utilizar la capacidad local de constructores, arquitectos e ingenieros es fundamental para asegurar al máximo esta prioridad.

f) El único preparado para organizar la economía y la salud pública es el gobierno y deberíamos comprender que no es un asunto de doctrinas económicas ni políticas, es un asunto de emergencia nacional. Los hospitales privados y los hoteles, en algún momento deberán ser organizados para responder a la emergencia.

III. Impacto psicologico

Desde luego que lo grave de la situación lo viviremos una vez que pase la emergencia. Los primeros brotes de depresión y ansiedad se empezarán a sentir durante los primeros diez días de confinamiento. Luego, el peso de la realidad (desempleo, ruina económica, falta de liquidez, caída en las ventas, deudas acumuladas y ni hablar de aquellas familias que sufran pérdida de vidas) será un impacto muy fuerte.

La población deberá contar con los paliativos necesarios, desde ansiolíticos y antidepresivos, hasta terapeutas, maestros, tutores y familiares fuertes que cuenten con la información necesaria para dar soporte a las personas en crisis. 

IV. El futuro próximo

Desde luego que esta no es una crisis menor. El tabaquismo del mediterráneo, la hipertensión y diabetes de Norteamérica muestran ya el impacto en los sistemas inmunológicos de la población. Mucha gente morirá, alrededor del 5% de los infectados; mucha gente se infectará, serán cientos de miles si bien nos va. Los sistemas de salud de países avanzados se han colapsado (Italia y España). Estados Unidos está tomando medidas sin precedentes.

Tomemos en cuenta que el impacto financiero ya es importante (un 30% del valor de las bolsas de valores del mundo se ha perdido —poco más de 15 trillones de dólares— implicando que millones de ahorradores han perdido su dinero), el duro golpe económico viene enseguida: caída en las ventas, despidos masivos, freno a la inversión. El riesgo de que muchas empresas cierren, es real y lo veremos en los meses por venir.

Las intervenciones de la Reserva Federal, Banco Central Europeo, Banco Central de Japón e incluso de los propios Chinos, ayudarán a escalonar la caída, no a detenerla.

Debemos acostumbrarnos no sólo al cambio de velocidad sino a la velocidad del cambio. Lo que pensábamos como un cambio lento y pausado, será violento y rápido: trabajar desde casa, eliminar oficinas, acelerar las compras y ventas en línea, dedicar una o dos horas al día para desinfectarnos cuando vayamos a las fábricas o comercios, al abordar transporte público, al guardar distancia física con otras personas, al saludarnos. Quizá se implemente algún tipo de pulsera biométrica que conozca antes que nosotros mismos nuestra situación clínica (con la consiguiente pérdida de libertad y confidencialidad de tantas cosas relacionadas con nuestra salud, conducta e intimidad). Recordemos que fue así como China logró contener el contagio.

La microproducción de algunos alimentos será una necesidad. La era digital (The internet of things, Artifitial Intelligence, Big Data, Robótica) serán aspectos que insistirán en nuestro estilo de vida. 

V. El presente

Este no es un asunto de liberales o conservadores, de gente de derechas o izquierdas. Ni de amigos o enemigos del gobierno actual. Mucho menos de neoliberales o corruptos. Es un asunto que puede marcar un antes y un después en la vida de los mexicanos y está en juego la credibilidad de nuestros gobernantes y la capacidad de nuestras instituciones. Tenemos lo que tenemos y somos lo que somos y ahora sólo nos queda reconocer a todos que el gobierno es el único capacitado para orquestar la respuesta nacional a este problema. Cada hogar tomará sus decisiones y ojalá estas sean lo más conservadoras posibles: no salir de casa, ser estrictos y disciplinados con la higiene, cuidar la economía familiar y estar atentos a cualquier síntoma de contagio.

Es la oportunidad del presidente AMLO y su (nuestro) gobierno de tomar las medidas y acciones que anticipen los problemas, que orqueste las soluciones, que organice al conjunto de la sociedad (elites incluidas) y que construya un frente común para salvar vidas, salvar empleos, salvar a México.

La opción de no hacerlo será devastadora para todos.