A los sexenios de Echeverría y de López Portillo la voz popular los conoció como La docena trágica, juego de palabras que hacía alusión al suceso histórico de hace un siglo que sólo padecieron los habitantes del Distrito Federal y que se conoció como La decena trágica. (Luis Spota, en La pequeña edad, aborda con puntualidad el tema en forma novelada).
No les faltaba razón a los que bautizaron así a los dos sexenios de la era del viejo PRI, como tampoco a los que se refieren de la misma forma a los dos gobiernos panistas que sufrió la República Mexicana con el arranque del nuevo siglo y del nuevo milenio: los de Vicente Fox y de Felipe Calderón.
El de Fox no fue un gobierno tan trágico, sino más bien banal, frívolo y mediocre, si bien es cierto que en ese sexenio se incubó el huevo de la serpiente que tuvo su mayor esplendor con el de Felipe Calderón. Miles de muertos de los dos bandos, además de los “daños colaterales”, son la prueba fehaciente de que el calderonato superó en buena medida a sus predecesores tricolores.
A nadie le gusta que le maten a un familiar, a un amigo o a un conocido. Sólo a los ensoberbecidos panistas se les pudo haber ocurrido que serían ratificados en las urnas para un tercer periodo presidencial, cuando el país entero se encontraba ahogado en ríos de sangre. El juicio popular fue categórico: envió al tercer sitio a la candidata que representaba los intereses de la derecha panista.
Desde los tiempos del foxato ya era común escuchar en la calle: “que se vayan los pendejos y que vuelvan los rateros”. En la frase venía implícita la explicación: que roben los del gobierno, sí, pero al menos que hagan algo bueno por la gente. La lógica resultaba clara: los panistas, insensibles con el poder en las manos, resultaron rateros y pendejos.
No justifico la corrupción en ninguna de sus modalidades, pero se debe entender que este es un fenómeno que viene desde tiempos de la conquista y que no va a desaparecer por decreto presidencial. No obstante, se debe promover la cultura de la honradez hasta el último rincón de la geografía mexicana: que no se vea al gobierno como un botín de guerra.
En la medida en que la cultura de la honradez crezca, poco a poco comenzará a acabarse esa falsa y arraigada idea de que los cargos en el gobierno son para enriquecerse descaradamente. Y es obvio que aquí entran todos, pues las mismas mañas son práctica común en los partidos políticos, sin que nadie esté exento de responsabilidad.
Pero mi idea es escribir sobre La docena trágica. La tragedia nos alcanzó desde el primer día del gobierno de Felipe Calderón. Soberbio, arrogante, prepotente, para el presidente no había más ley que la suya. Nunca aceptó cambiar la estrategia de su declarada guerra al crimen organizado, pues al final de cuentas los muertos no eran familiares suyos.
Igual de soberbios e insensibles fueron la mayor parte de sus colaboradores. Con yuppies como el gallego Mouriño, el higadazo Ernesto Cordero, el siniestro García Luna y todos los demás de que se rodeó Felipe Calderón, lo único que recibió México fue un baño de sangre y gasolinazos.
Dudo mucho que el PAN se vuelva a recuperar después de esta memorable derrota que recibió el primero de julio pasado. Al contrario de lo que pasó con el PRI (al que muchos daban por muerto y enterrado), que volvió a articularse doce años después de haber sido echado a patadas de Los Pinos, los panistas no volverán al poder en mínimo 50 años. Podrá ser que siga el tricolor o que llegue la izquierda, pero no los panuchos.
Y es que no hay en el PAN ninguna figura con liderazgo firme que arrastre a las multitudes que sean seguidores de la doctrina del fundador de ese partido, Manuel Gómez Morín. Vamos, en un sector de la izquierda al menos tienen a Andrés Manuel López Obrador, que es su líder indiscutible. ¿Y en el PAN?
Uno voltea a ver a las figuras de la derecha y sólo encuentra puros enanos, como el dirigente formal, Gustavito Madero; Molinar Torcasitas, el héroe de la Guardería ABC de Hermosillo; Santiago Creel, el hombrecito todo Palacio. ¿O qué me dice usted de ese pozo de sabiduría, ejemplo de mesura y responsable de “sesudos” análisis en el diario Milenio, que responde al nombre de Juan Ignacio La picha menonita Zavala?
No, mi estimado, con el fin de La docena trágica blanquiazul, los del PAN se quedaron huérfanos. Y eso les pasa por haber sido desalmados.