La gente se casa. Se arregla con alguien por los motivos que sean y firman un contrato civil. Algunos, no contentos con ese trámite, deciden jurarse amor y compañía eternas ante instancias más altas, no terrenales, pues. No vaya a quedar alguna duda de las intenciones de los contrayentes.
Suelen estar acompañados de sus familiares y amigos, quienes asisten, entre otras cosas y siendo esta su mínima intención, para ser testigos del compromiso adquirido y las promesas que desde ese momento entrelazan las vidas de la pareja en cuestión. Es tradición ofrecer una fiesta al final de los rituales elegidos, ya que se supone, todos estamos que no cabemos de la alegría que nos causa la decisión de la pareja de iniciar o continuar, según el caso, una vida juntos. El festejo es, aunque muchos lo nieguen, la principal razón por la que las personas se aparecen por las bodas, ya que esto les depara comida y sobre todo bebida en abundancia, además de música para los amantes del baile.
Los novios, o los padres de los novios, o los padrinos de los novios o todos los anteriores, financian la fiesta que casi siempre supera las posibilidades económicas de la familia o de los contrayentes. Pero eso no importa, en nuestro país los quince años y las bodas se celebran como Dios manda, se dice, aunque hasta hoy no hayamos encontrado un códice o libro sagrado en donde Dios haya dado a conocer este mandamiento.
En general, este país no tiene nada en contra de las bodas, todo lo contrario, goza de ellas y las fomenta. Se entiende, y se espera, que se eche la casa por la ventana, faltaba más. Y la gente lo sabe, y se esfuerza por estar a la altura de las expectativas. Cada quien su boda. Todo muy correcto, hasta el momento. Los asegunes empiezan cuando la gente empieza a cuestionar las fuentes de financiamiento de las bodas de las figuras públicas, con más morbo si son funcionarios públicos o políticos los involucrados.
Las bodas de los políticos, o de los hijos de los políticos se reseñan con gran boato en las páginas de estas revistas que circulan de mano en mano y de salón de belleza en estética y ahora hasta de red social en red social, por lo que ya nadie puede esconder su costosísima boda a los ojos de los escrutadores del destino de los fondos sustraídos del erario. No es que tampoco a nadie le interese que su boda pase inadvertida, viene siendo una humillación que nadie hable de ella, por lo que la gente se preocupa y hasta paga porque su fiesta quede plasmada en la revista aspiracional de su preferencia.
En este neo país de chairos y fifís, hasta hace una semana, los fifís y en especial, los políticos fifís tenían la exclusiva del desprecio popular por los derroches a la hora de casarse, y no sin razón, eso lo sabemos de sobra.
Ocúrrasele al vocero de AMLO contraer nupcias. Uno de sus hombres más fieles y cercanos caía, víctima del amor, en las redes del matrimonio. Qué remedio, había que atender el compromiso, ponerse de gala y acompañar a la feliz pareja hasta el altar y más allá, al festejo. Lo que nunca imaginamos fue que los acompañaríamos más allá todavía: a las páginas del Hola, la revista más fifí entre las fifís, reseñando la boda de un chairo! ¡Que nos ampare el Santísimo Señor de Macuspana!
A la hora de casarse al señor César Yáñez como que le entró el sentimiento. Como que pensó que uno se casa solo una vez (al menos con la misma persona, aun que se dan reincidentes, pero son los menos) y le dio por hacerlo a lo grande. Agarró el Hola y se inspiró en las más sonadas bodas del país. Llenó la iglesia de flores, pero muchas, no se fueran a ver pedazos vacíos y qué vergüenza, alquiló turibuses para llevar a los invitados, que no vayan a andar hablando que los hizo caminar. Eligió para la fiesta a los grupos del momento, que no solo son populares sino caros, no tan fáciles de pagar, invitó harta gente, era tanta la felicidad que hacían falta más de quinientos para sobrellevarla. Lo de la doble langosta ya suena a chiste mal contado.
Asistió, por supuesto, el Presidente electo con su esposa, lo que le dio el realce necesario para toda boda de político que se respete. Las redes sociales y los espacios de opinión se han saturado de comentarios denostando los haceres de un hombre que si bien es libre de manejar su vida privada como le que le venga en gana, forma parte de una fórmula política que basó su plataforma en pregonar vivir en la “justa medianía”, la austeridad republicana y la crítica acérrima de los “fifís” que escandalizan a la sociedad en general exhibiendo sus dispendios en revistas como… el Hola.
César Yáñez ha caído en todos lo desaciertos que tanto ha criticado Andrés Manuel y ha dado tela para que todo mundo le corte el traje que mejor le parezca y todos esos trajes le vendrán a la medida. Si el amor lo cegó, si le ganaron las ganas de salir en el Hola, si no tuvo tiempo de asomarse a los preparativos de su ahora esposa y lo tomaron de sorpresa, si la boda se pagó con dinero ganado con el sudor de la frente de quien la haya patrocinado, todo eso se verá disminuido por haber traspasado los límites que ellos mismos se habían impuesto: irrumpir en el mundo fifí y embarrarlo en la cara del mundo muy sonrientes desde la portada de la muy fifí revista ¡Hola!