Empezó el Buen Fin... Que a pesar de ser una inmensa oda al consumo, no deja de ser oportunidad para aprovechar ofertas que hacen más accesibles bienes que en verdad nos hacen falta.
Y en estos momentos, tampoco deja de ser oportunidad de dar un buen empujón a la economía, y más cuando en la medida de lo posible se compren productos nacionales o se compren a negocios locales.
La economía necesita buenas noticias y esta temporada es parte de un fin de año que representa la mayor oportunidad que habrán de tener muchos negocios para recuperar, aunque sea en parte, algo de lo que este complejísimo 2020 les arrebató.
Ojalá que haya muchas familias que tengan dinero para gastar...
Familias de todos los niveles socioeconómicos, que tienen la fortuna de mantener empleos e ingresos...
Y ojalá que todas ellas compren cosas que en verdad necesiten y que el consumo se dé en un contexto responsable.
Porque el Buen Fin no solo sirve para comprar pantallas de televisión o para tomar las promociones de los bancos como pretexto para comprar cosas innecesarias o para diferir a muchos meses la compra de la semana del supermercado.
Consumo responsable... Consumir lo necesario... Consumir generando valor a nuestra economía con cada compra, protegiendo empleos y negocios locales.
Es, por ejemplo, una muy buena ocasión para comprar o apartar una casa y para hacerlo aprovechando un crédito hipotecario.
Porque comprar una casa más que un gasto es una inversión y un eficaz vehículo de ahorro, más ahora, que aún en medio de la crisis provocada por la pandemia, los precios de las viviendas y de los créditos hipotecarios siguen estables, lo que aunado a la desaceleración de la economía, hace de estos tiempos, tiempos de compradores.
Ojalá que este Buen Fin sirva para que atiendan su necesidad de vivienda las familias que aún en medio de la crisis quieran y puedan hacerlo.
Triste situación que debido a las pifias de los gobiernos locales, las viviendas se hayan encarecido y queden fuera del alcance de los mexicanos de menores ingresos, que son, paradójica y evidentemente, quienes mayores rezagos enfrentan en materia de vivienda.
No sobra decir que desde antes del inicio de la pandemia era evidente que se vivía una crisis mundial en materia de vivienda.
Para ser más precisos, habría que decir que en lo que en realidad se vivía, era una crisis de pobreza, desigualdad y exclusión, que millones de personas padecían en diferentes aspectos, uno de ellos, la vivienda.
Y es que en la misma medida en que crecían pobreza y desigualdad, las ciudades se iban convirtiendo en forma acelerada en artículos de lujo, cada vez más lejos del alcance de sus usuarios más pobres.
Y conste que digo usuarios, porque en muchos casos eso es lo que son, personas que ya no pueden pagar el alto costo de vivir en lo que alguna vez fueron sus ciudades y se tienen que conformar con usarlas solo por un rato, para llegar a ellas todos los días únicamente para trabajar o estudiar.
Ya no es solo que se necesite hablar de Ciudades Dormitorio, porque ahora lo que se necesita es empezar a hablar, y hacerlo fuerte, de Ciudades de Tránsito...
Porque la realidad es que actualmente existen millones de personas que habiendo vivido toda su vida en una ciudad, ya difícilmente pueden pagar el alto costo de una renta, y menos aún, de comprar una vivienda en ella.
Y la falta de una vivienda, o aún mejor dicho, la falta de una vivienda adecuada, no es tema menor, porque estudios y especialistas coinciden en que el lugar en que la gente vive define en gran medida sus posibilidades de aspirar a mejores oportunidades de un desarrollo integral.
Por eso los paradigmas se han transformado y ahora al hablar de vivienda queda claro que se está hablando de un tema que va más allá de lo que queda dentro de sus cuatro paredes.
El reto es extender el concepto de vivienda y asumir que solo es eficiente en la medida en que se complementa con un entorno adecuado, conectado debidamente a todo un sistema de ciudad.
Por eso es tan grave lo que está pasando en México, en que ante la falta de los adecuadas respuestas de los gobiernos locales, el suelo se ha encarecido al grado de que dejó de ser económicamente viable usarlo para generar viviendas de interés social.
Y hay que decir que en estos momentos la vivienda tendría que ser un motor económico y, sobre todo, un satisfactor social de primer orden, que brinde protección ante la pandemia y oportunidades de desarrollo.
Sería una magnífica noticia escuchar que suben los números de mexicanos que aprovecharon el Buen Fin para comprar una vivienda...
Sería extraordinaria si se revelara que la mayor parte de esos mexicanos corresponden a los segmentos más vulnerables y que sus nuevas casas son esa fábrica de todo tipo de oportunidades que tanto necesitaban.
Otra vez será... Habrá que esperar a que los gobiernos locales se pongan las pilas, den prioridad a sus ciudadanías y dejen de pensar solo en el corto plazo y en sus agendas políticas.
* Horacio Urbano es fundador de Centro Urbano, think tank especializado en temas de desarrollo urbano, sector inmobiliario y vivienda.
@horacio_urbano