Creo que fue durante mi segundo año en la Cámara, en 2011, cuando hice un viaje alrededor del mundo. Gracias a lo mucho que había volado con Aeroméxico antes de mi llegada al Congreso, acumulé los kilómetros suficientes para viajar en "business" en esa vuelta al mundo. Vivía entonces lo que Andrés Manuel plantea que ocurre a quienes accedemos a la Cámara: "Cambian de carro, cambian de casa, cambian de mujer".
Aunque doné la mitad de mi sueldo, ciertamente había cambiado de carro, de casa no cambié -ni pienso cambiar, y en cuanto a mujeres en esas andaba.
Así que agobiado por mis tribulaciones sentimentales, decidí dar esa vuelta al mundo, solo. En el último tramo de mi viaje, me rompí un dedo del pie al caérseme una motocicleta encima.
Me encontraba en Bali, en Indonesia. Mis últimos días en Indonesia fueron difíciles, y no pude explorar como hubiese querido Ubud, en la montaña, cercana a Bali.
Mi regreso a México tenía previsto una escala en Los Ángeles. Me trasladaron en silla de ruedas al salón Premier de Aeromexico, en la citada ciudad. Ahí se encontraba, también en silla de ruedas, Gabriel García Márquez. Estaba acompañado de su esposa y no había nadie más en el decrépito y decadente salón Premier. Me acerqué a saludarlo, llevaba en mi poder el libro Hojarasca que había comprado curiosamente en San Petersburgo, en español, y que leí durante el viaje. No comentaré aquí el intercambio, pues sería motivo de otro artículo. Sólo diré, que él salió antes que yo rumbo a la aeronave que nos trasladaría a México, y que, al encontrarse a Elenita Poniatowska, le dio a conocer que yo iba en el mismo vuelo y que viajaría en "business".
Al llegar a la sala de abordar, me encontré a Elenita Poniatowska quien me manifestó su sorpresa por el hecho de que viajaría en "business".
Le contesté que no sólo era el tramo Los Ángeles México, sino que venía de realizar toda una vuelta al mundo viajando en esa categoría. Por contraste me recordó que Andrés Manuel era muy austero.
Para mi fortuna, la tripulación reconoció a Poniatowska y la cambió de turista a "business", sentándola a mi lado. Yo ya le había comentado a la escritora que viajaba gracias a los kilómetros acumulados, que los viajes eran producto de mi trabajo y que a nadie había robado. Pero al poder continuar la charla, le expresé que quizás López Obrador y ella, por ser creyentes, tenían culpa frente al disfrute de la vida.
Le dije que si de austeridad se trataba, Gandhi había muerto teniendo como posesión una escudilla, sus anteojos, una rueca, un taparrabos y el "Bhagavad Gita". Que el "Mahatma" había puesto la bandera de la austeridad muy en alto y que, a los 38 años, había renunciado incluso al sexo, que eso era renunciación y no chingaderas y que, yo no aspiraba a tanto.
Cuento está anécdota a propósito de los ataques que en la red pretende enderezar un grupo con una fotografía en que voy saliendo de un restaurante, que mucho disfruto, la "Casa Portuguesa", en Polanco, cuando estoy por subir a mi camioneta Volvo 2012.
Amo la vida y disfruto la buena vida. La vida ha sido muy generosa conmigo. He alcanzado un nivel que ni siquiera soñaron mis abuelos ni mis padres, quienes eran trabajadores de origen muy humilde. María de la Luz Velázquez Villalobos, mi abuela materna con quien crecí, trabajó como una condenada toda su vida, soñando tener un techo propio al que nunca pudo acceder, a pesar de lo mucho que se esforzó. Ella sola sacó adelante, primero a sus hijos y luego a sus nietos, rentando una vivienda modesta hasta el último suspiro de su vida.
Hay quienes se enfurecen porque yo haya logrado mejores condiciones de vida a pesar de mi origen humilde y creen que al acceder a ellas, debería dar la espalda a mi cuna. Que debería avergonzarme del lugar del que vengo y que debería dejar de luchar por lograr que haya justicia y equidad para nuestro pueblo. Consideran que por querer un mundo de justicia social y de equidad, una de dos: o debería renunciar a mi disfrute de la vida, o debería renunciar a mis sueños de justicia y libertad para nuestro pueblo.
Y como no renuncio ni al disfrute de la vida ni a mis sueños de libertad y justicia, se enfurecen todavía más contra mí. Son seres mezquinos, cobardes, pequeños, que piensan que si ellos logran vivir bien, deben desentenderse de los demás.
Se dicen creyentes y no ven como hermanos a sus semejantes. Les debe irritar aún más que un ateo tienda la mano a sus hermanos que sufren injusticias y atropellos por millones.
Son seres absurdos y ridículos que creen que debería renunciar a toda tecnología o herramienta creada por este sistema económico, sólo por el hecho de que creo que hay que construir un nuevo sistema económico en que lo más importante sea el ser humano, en armonía con la vida y con el planeta.
Es además muy hipócrita el que sólo resalten una parte de mi vida, porque igual como en un restaurante de Polanco, que en una taquería en la Guerrero. Lo mismo viajo en mi camioneta Volvo 2012, que en el metro, en el metrobus o en algún otro transporte público. Porque olvidan o pretenden olvidar, que vivo en una vecindad en el centro histórico de la Ciudad de México. Porque pretenden dejar de lado que además de político, soy librero y considero haber logrado ya también el oficio de lector.
Vivo en Leandro Valle 14 interior 29, colonia Centro, aquí vivía antes de ser diputado, aquí sigo viviendo y aquí seguiré viviendo; aunque mis libros ya no quepan en la casa. Y si en algún momento me cambiase de domicilio, también eso sería motivo de feroz ataque, pero esos ataques se sustentan en pura mezquindad, en franca envidia.
Esos que me atacan por comer en Polanco, nunca tendrían el valor de plantarse a denunciar la venta del campo militar número 1F. No aguantarían ni la mínima amenaza de muerte por parte de los altos mandos del ejército.
No estarían dispuestos a poner en riesgo, ya no digo su vida, ya no digo su libertad, ya no digo su empleo, no estarían dispuestos a arriesgar ni un triste boleto del metro por defender convicciones y principios.
Amo la vida y la buena vida, lo reitero y nunca lo he puesto de pretexto para no defender mis convicciones, para no defender los derechos del pueblo y el patrimonio nacional. Nunca he utilizado como justificación para no actuar las condiciones de vida que he logrado gracias a mi trabajo y a mi esfuerzo.
Para decirlo de otra manera, la cobardía no será nunca para mí una forma de acción, ni una justificación frente a tanta brutalidad e injusticia que vive nuestra patria.
Para aquellos que creen que los hijos del pueblo, sólo debemos ir a Polanco a ser meseros o "valet parking" les tengo una mala noticia, tomaremos las riendas del gobierno de este país y trabajaremos siempre en beneficio de nuestro pueblo.
Haremos que ese pueblo trabajador tenga acceso a todos los lugares que hoy un puñado cree debe ser de su goce exclusivo.
"El pueblo tiene derecho a vivir y a ser feliz" y a comer en Polanco, diría yo.
Gerardo Fernández Noroña.
México D.F. a 18 de marzo de 2018.
P.D. Hoy que se cumplen 80 años de la expropiación petrolera, hoy más que nunca debemos plantearnos como meta recuperar nuestro petróleo y ponerlo al servicio de nuestro pueblo.