Un pequeño cuerpo yacía entre montones de tierra y basura. Los vecinos del Bordo de Xochiaca, en el Estado de México, descubrieron el cadáver de una pequeñita cuya edad no rebasaba los 5 años; a simple vista se notaba la violencia con la que había sido asesinada y eran sus Calcetitas Rojas lo que sobresalía de la poca vestimenta que portaba.

Lupita era el nombre de esa pequeña de poco más de 4 años de edad, su madre nunca la inscribió ante el registro civil por lo que su identificación fue aún más complicada.

El poco tiempo que vivió Calcetitas Rojas, estuvo lleno de tormentos cotidianos; su madre se unió a un hombre que compartía su adicción a las drogas y la pequeña fue relegada hasta convertirse en un estorbo para la pareja. Lupita fue víctima de abusos de todo tipo, físico, psicológico y sexual. De hecho, en la autopsia que se le practicó, las autoridades dieron fe de la violencia extrema con la que fue asesinada y de cicatrices que se distinguían eran de tiempo atrás.

Al ser capturados, la madre de nombre Yadira, y Pablo, el padrastro de la niña, relataron con lujo de detalle la forma en que la privaron de la vida. “El pecado” de Calcetitas Rojas, fue realizar sus necesidades fisiológicas en la cama donde dormía con sus homicidas. Al darse cuenta de lo que había sucedido, Pablo golpeó, abusó sexualmente y mató a Lupita; todo ante la mirada complaciente de Yadira.

Esta dolorosa historia no puede dejar de ser expuesta y recordada por más cruda y triste que resulte. Calcetitas Rojas fue asesinada no solo con la complicidad de quien tenía la obligación moral y legal de protegerla, no, la niña fue abusada insensiblemente ante la ceguera de una sociedad cada vez más individualista; ante la corrupción e ineficacia de las autoridades; ante la indiferencia de políticos que lo único que les interesa es la obtención del poder.

Hoy que estamos atiborrados de propaganda política y que las hordas de seguidores de los candidatos se enfrentan con un frenesí que raya en el fanatismo, historias como la de la niña encontrada sin vida en el Estado de México, debieran ser un punto de inflexión en el discurso político y las maneras en que los votantes actuamos en consecuencia. Sin embargo, para quienes intentan alcanzar el poder, las muertes como la de Calcetitas Rojas no son ni han sido su prioridad.

Todos, sociedad, autoridades y políticos le debemos una disculpa a la memoria de Lupita; le debemos una explicación a nuestros hijos del por qué abandonamos a su suerte a una inocente niña; le debemos un mejor presente y futuro a la niñez mexicana; y nos debemos una verdadera reflexión ante el asqueroso entorno en el que hemos convertido a nuestro país.

¡Nunca más otra Calcetitas Rojas!