Le tocó el turno a José Antonio Meade en la mesa de Milenio. Frente a seis periodistas ahora sí inteligentes y formados, respetuosos pero con colmillo afilado, el candidato del PRI puso sus cartas sobre la mesa
Fue de menos a más. De muy menos, permítaseme la falta. Toda la primera parte del debate intentó mostrarse como ciudadano aséptico, sin mancha de militancia, sombra de duda patrimonial o salpicaduras de corrupción priísta.
Error. Topó con pared. No le compraron su definición de ciudadano y lo arrinconaron con los escándalos de corrupción de gobernantes.
Meade tenía un punto: la secretaria de hacienda integró expedientes para encarcelar a los corruptos, pero no lo decía con claridad. Repetía una y otra vez que él y no otro era quien estaba en la boleta y que habría que invitar a los cuestionados si querían hablar de ellos.
En otras palabras, yo no me meto, yo no sé, no es mi asunto.
Le cuesta trabajo al candidato deslindarse de o abrazar al PRI.
Se siente acorralado cuando le preguntan si el PRI le estorba y se muestra incómodo cuando le identifican con ese partido. Le cuesta trabajo convencer con el script que le dieron para la campaña, ese que lo pone en medio de todo, sin compromiso claro hacia la militancia, sin definición ideológica, sin postura frente a los temas polémicos.
De plano no pudo plantarle cara al tema del aborto o a los matrimonios entre personas del mismo sexo. Respeto la ley, respeto la ley, repetía. Pero también hablaba de un código penal único y ahí está castigado el aborto en algunos estados. Entonces se echaba para atrás y decía que cada estado podía decidirlo.
Total, un tambaleo de cumbia.
Sin embargo, en la segunda parte del encuentro (ya con los motores bien encendidos para salirse del script), recuperó terreno cuestionando la generalización simplista que hacían sus interlocutores (¡punto para Meade, por fin!) y defendió a los funcionarios públicos y a los priistas que están agraviados con la corrupción.
Sobre seguridad mostró un sólido diagnóstico que desarma la noción trasnochada del crimen organizado como delito social y sobre economía dio cátedra.
Pero ya fue muy tarde. Meade tarda mucho en calentar motores.