Comenté hace rato el artículo de Javier Marías publicado en El País en el que él hablaba de la necesidad de que se apoye con más recursos a la Real Academia Española. Mencioné en el título de mi columna la palabra “pedorra” porque el escritor explicó que esa es una de las que ellos han tenido que definir.

Dijo Marías que definir una palabra es difícil:

“Hace poco, en mi comisión, nos tocó redefinir ‘reminiscencia’. Había que diferenciarla de ‘rememoración’, ‘remembranza’, ‘recuerdo’, cada vocablo está lleno de sutilezas. También nos ocupamos de términos coloquiales: ¿cuál es la diferencia entre ‘pedorra’ y ‘petarda’ (o ‘pedorro’ y ‘petardo’, desde luego)? Nos las vemos con lo más sublime, lo más técnico y lo más zafio, y a todo hemos de hacerle el mismo caso”.

“Pedorro” y “pedorra” son palabras importantes porque se utilizan bastante. Como me dijo un amigo, la segunda de esas palabras, “pedorra”, tendremos invariablemente que esgrimirla para defender a la sensatez cada vez que los candidatos presidenciales o sus partidos la ataquen haciendo públicas encuestas cuchareadas.

Que no se nos olvide, pues: las encuestas de propaganda de los candidatos son encuestas pedorras. De hecho, en la ciencia política y en la matemática aplicada pronto “pedorra” será una categoría de análisis; en efecto, como sinónimo de encuesta hecha pública para engañar a los bobos seguidores fanatizados que constituyen el voto duro de nuestros próceres de la política.