Este martes amanecimos con el Bronco arriba: del caballo, de la boleta, del presupuesto oficial.

Alegatos más, alegatos menos, la autoridad decidió darle el pase para competir como un segundo independiente a pesar de los pesares.

Háganle como quieran, pero como ya van dos tramposos a contender por la Presidencia de la República, Ríos Piter seguirá haciendo su luchita ahora que el TEPJF anda tan altruista con la repartición de candidaturas.

Blanquitos, o con dinero, o con apoyos suficientes, o útiles a los fines del sistema, Marichuy no califica para entrar. Ya lo habíamos comentado: cumplir con las reglas solo sirve para quedarte fuera.

Esto debería de ser sumamente alentador para quienes están considerando en un futuro próximo, tomar la ruta de los independientes para contender por cualquier puesto de elección popular. Y para los que no lo han considerado, debería llamarlos a pensarlo dos veces: aquí hay otra vía para conseguir recursos públicos, con poquitas trampas, o con engaños descarados, con un poco de suerte puede lograrse el status de contendientes al amparo de una benevolente autoridad.

La plácida aceptación de esta resolución por los candidatos de las diferentes coaliciones por una parte sorprende pero por la otra se entiende: no quieren soltar el talón que traen entre dientes que es el de su más cercano rival y perder el tiempo en nimiedades como sería  el cuestionar la inclusión de estos personajes a pesar de las evidentes inconsistencias mostradas y demostradas por el  INE. 

Así es que a competir todos alegremente, a formar la comparsa que una vez más justificará otra de las simulaciones en las que somos expertos, a hacernos los que no vimos, no nos enteramos, sigamos con el juego, que la rueda gire como si las consecuencias no existieran.

Las  voces que se levanten serán escuchadas como ladridos de perro: molestas por la noche pero olvidadas al día siguiente, víctimas del hartazgo generalizado que produce el exceso de señalamientos en una sociedad en la que la mayoría lo que quiere es ya olvidarse de que tiene el agua un poco más arriba del cuello y ni cómo localizar la llave para cerrarla.

De eso se alimenta la insolencia de la clase política, de maravillarnos a diario: cuando creíamos haberlo visto todo, nos sorprenden, como la vida, con algo inesperado, más allá de nuestras expectativas. Los niveles de desfachatez se elevan hasta lo indecible, tanto, que nos dejan pasmados, sin atinar a elegir la reacción adecuada, porque son tan creativos y tan productivos que antes de salir del asombro de ésta ya nos están asestando la siguiente.

Superar la imaginación y la capacidad de reacción de todo un pueblo que ya debería estar esperando lo peor de su clase gobernante es su marca de fábrica. Por eso es que primero nos ofendió la trampita de Margarita, ayer el galope del cuaco del Bronco cabalgando hacia la contienda, hoy la desilusión que provoca saber que la honradez causa risa y mañana tendremos tan revuelta la cabeza que preferiremos abandonarnos al olvido en los brazos de la Champions.

Y que después amanezca, ya decidiremos si este día nos toca sumergirnos en el torbellino de las noticias o pretender que nada de lo que ocurre toca nuestras vidas, o muy seriamente sentarnos a plantearnos si de verdad no estaremos errando el camino, el que lleva a cualquier ciudadano a convertirse en candidato. Convoquemos al café con los amigos, sopesemos las relaciones que hemos construido, especulemos, el mundo, este , el nuestro es de los que se atreven, de los descarados, de los que confían en la impunidad. Construyamos proyectos ambiciosos, que la posibilidad existe de que en un arranque de suerte, logremos colar al compadre en la próxima boleta electoral.