266 mil 367 apoyos duplicados. 58% de firmas apócrifas. 810 mil firmas que no aparecen en la lista nominal. Fotocopias de credenciales de gente muerta. Uso de dos empresas sin registro en el padrón de proveedores. 17.3 millones de pesos de financiamiento sospechoso. Y sin embargo, es candidato presidencial. 

Jaime Rodríguez Calderón sacudió la elección estatal de Nuevo León de 2015. De estilo directo y rústico, su discurso anti sistema emocionó a una sociedad molesta con la corrupción del gobernador Rodrigo Medina. No importó que hubiera militado treinta años en el PRI, renunciando solo porque no obtuvo la candidatura del partido. Yo me saqué los diablos, dijo ignorante de la ineficacia del auto exorcismo. El Bronco, superviviente de dos atentados, ex alcalde de García, padre de un hijo asesinado, fue visto como el rebelde que limpiaría la podredumbre del gobierno. Prometió terminar con el poder del bipartidismo y los onerosos gastos en publicidad oficial. Pero fue su promesa estrella, meter al gobernador a la cárcel, la que aumentó el fervor hacia su causa. Él, a caballo, sombrero y con aquellos bien puestos, resolvería los problemas causados por la partidocracia voraz. 

Pasó el tiempo y ocurrió lo tristemente normal. El primer gobernador independiente terminó en decepción, que es como suelen terminar las ilusiones. Incapaz de encarcelar a su predecesor, incompetente para revertir la violencia en su estado, El Bronco ahora afirma tajante que recorrerá el país para que la gente se entere de lo que ha hecho. Uno pensaría que se refiere a un mea culpa de sus delitos, pero se trata de logros igual de falsos que las firmas que recolectó. El ejército de su lucha independiente está compuesto por fantasmas fotocopiados. ¿En dónde está el clamor ciudadano respaldando al Bronco? ¿Hay plazas abarrotadas; multitudes paralizando las ciudades en busca de justicia para su candidato? No las hay por una razón lógica: los muertos y las firmas falsificadas no pueden ocupar las calles. 

Como es bien sabido, el Tribunal Electoral ordenó colocar a El Bronco en la boleta a pesar de que el INE probó que no cumplió los requisitos para ser candidato. Y no solo no cumplió lo exigido por la ley sino que la rompió y sus pedazos se los pasó por aquellos que dice tener bien puestos. El escándalo es grave. Ya no se trata de sus comunes desaciertos como adjudicarle a la falta de fe la causa de los desastres naturales. Ante la supuesta teoría de que El Bronco podría quitarle algunos votos al puntero de todas las encuestas, bien vale su presencia en la boleta a costa de ensuciar aún más la contienda. Entonces quitemos legitimidad a las autoridades electorales, ensuciemos el proceso, denigremos al árbitro, qué chingaos si esto es México, ¿no? Una raya más al tigre, ese que cada vez están más cerca de soltar. Qué tanto es tantito. Otro escándalo que se perderá en el mar del oprobio. En los hechos, ¿quién está mandando al diablo las instituciones?

La trampa premia, la rectitud es lastre, y si no pregúntenle a Marichuy Patricio.  La aspirante indígena recorrió el país tratando de poner a los pueblos originarios en la agenda, pero solo apareció en las primeras planas cuando su caravana sufrió un accidente en el cual murió una persona. Sus firmas no llegaron al umbral necesario para el registro, pero tuvieron una validación del 93%. Como bien señaló Juan Villoro: Para ser candidato independiente a la Presidencia hay dos alternativas: Perder con limpieza o ganar con trampa. 

Cuando le preguntaron por qué fue incapaz de procesar a Rodrigo Medina, El Bronco respondió: “La separación de poderes es puro pedo. No hay una separación de poderes, eso no existe en México. El sistema judicial del país está corrompido, es el principal promotor de la impunidad.” Su milagrosa conversión a candidato con aval del Tribunal lo confirma.

266 mil 367 apoyos duplicados. 58% de firmas apócrifas. 810 mil firmas que no aparecen en la lista nominal. Fotocopias de credenciales de gente muerta. Uso de dos empresas sin registro en el padrón de proveedores. 17.3 millones de pesos de financiamiento sospechoso. Y sin embargo, El Bronco es candidato presidencial. Qué vergüenza.