Dice un refrán popular que para qué tanto brinco estando el suelo tan parejo. Con todo respeto pero la Señora Margarita Zavala no era una candidata independiente, como no lo es el Señor Jaime Rodríguez. Margarita renunció al PAN para luego convertirse en candidata por esta vía y a la mitad de la campaña igualmente dimitir. El “Bronco” renunció al PRI para lanzarse por la vía independiente como candidato a la gubernatura de Nuevo León, la que ganó con el apoyo de Peña Nieto, para luego dejarla y, según él, convertirse en candidato presidencial independiente con, de nuevo, el apoyo del Presidente a través de la corte, en leguleya maniobra que no convenció a los mexicanos porque lo único que se hizo fue legalizar miles de firmas falsas. Queda claro que el Señor Rodríguez está pagando favores en su papel de candidato con afanes de golpeteo dirigido que de propuestas.
Por su parte Armando Ríos Piter renunció al PRD para buscar ser candidato independiente, pero fue tan baja su recolección de firmas que no le fue posible a los poderes meta constitucionales incorporarlo a la mascarada y es probable, al igual que el inefable Silvano Aureoles, que en los próximos días anuncie su adhesión formal al equipo de José Antonio Meade para el cual ya colabora.
En realidad, la única que hasta ahora ha demostrado su auténtica aspiración independentista es María de Jesús Patricio Martínez (Mary Chuy), cuyas firmas no tuvieron objeción alguna ante el INE, aunque desafortunadamente no alcanzó la meta
No nos hagamos: ¿De dónde les salió lo independiente a Margarita, al Bronco y a Ríos Piter? Ellos, los partidos, la Suprema Corte, el Ejecutivo Federal y el INE son los responsables del fracaso infame de la reforma electoral orientada a dar oportunidad a ciudadanos sin militancia para que participen como candidatos a puestos de elección popular. No hay duda, los poderes fácticos corrompieron, pervirtieron y desnaturalizaron la posibilidad de las candidaturas independientes y, en su afán de aferrarse al poder, no se tocaron el corazón para pegarle en su madre a esa ranurita de apertura e instalar ahí, bajo esa figura, a personajes escindidos de sus respectivos partidos, con más ganas no de competir, sino servir de comparsa, de un modo u otro, a la hora que la circunstancia lo indicara.
Cuando se habla aquí de perversión de las candidaturas independientes, la referencia se centra en las del ámbito presidencial, para no hacer tabla rasa en la autenticidad del verdadero papel ciudadano, anti partidista, de personajes como Pedro Kumamoto en Jalisco y Manuel Clouthier en Sinaloa, entre otros.
Dice la Señora Margarita que renunció a la candidatura presidencial por dignidad, pero no ha dicho claramente cuáles son las circunstancias que la hacían verse indigna. ¿Acaso no es más indigno bajarse del caballo a medio camino? ¿No es más indigno tirar la toalla y no luchar hasta el final tope en lo que tope? Con todo respeto para la Señora Margarita, pero aún no se entiende en qué consiste su valentía de haber renunciado a la candidatura presidencial independiente y, por lo mismo, a la voluntad de miles de mexicanos de apoyarla en sus aspiraciones con su firma y nombre. Puede sonar fuerte, pero en esa valentía que algunos ven otros, en la misma libertad de pensamiento, lo pueden ver como una cobardía. Y aquí entra el respeto y la crítica que debe ser aceptada en la propia igualdad de género. Margarita tomó una decisión que se respeta, pero que en el mundo de la vida política no está exenta de críticas e interpretaciones diversas. En un escenario de lucha, cualquier decisión corre sus riesgos y la Señora Zavala le apostó a la renuncia. Para bien o para mal eso tiene y tendrá sus consecuencias. Para bien o para mal, lo que haga o deje de hacer la señora y quienes la han rodeado tendrá sus lecturas, al menos con cierta intensidad, de aquí hasta el día de la elección y los días posteriores.
Lo que en todo caso debe quedar claro es que, Margarita con su fresco antecedente militante y la renuncia a sus aspiraciones presidenciales, y el Señor Jaime Rodríguez con su postura de suya golpeadora y nada seria, destrozaron la figura de la candidatura independiente y, con ello, las esperanzas y aspiraciones de muchos ciudadanos sin militancia partidista, (destacados en el ámbito de la lucha social y no gubernamental) por competir electoralmente contra la impunidad y el desvergonzado poder de los partidos políticos.