Cada determinado tiempo surge en México una celebridad que hace click con el pueblo y se convierte en símbolo.
Puede ser un político, como fue el caso de Adolfo López Mateos, que solía aparecer en un partido de futbol en la Ciudad de los Deportes o en un encuentro de box en la Arena Coliseo, entremezclado con el público, sin mayor aparato de seguridad.
Otro de los personajes icónicos del mexicano, lo fue sin duda Pedro Infante, actor tanto de tragedia como en “Nosotros los Pobres”, como de comedia, en la inolvidable “Escuela de Vagabundos”.
El pueblo lloraba la muerte del “Torito” en Nosotros los Pobres o se carcajeaba con los pleitos de dos “tamarindos” en “A toda máquina”.
Otro personaje que creó una enorme afinidad con el público, ya en los tiempos de la televisión, fue Roberto Gómez Bolaños, el célebre “Chavo del 8”, que provocaba carcajadas, al mismo tiempo que ternura y compasión.
Pero, nadie entró en sintonía con el pueblo de México, como Mario Moreno, a través de su inolvidable personaje de ”Cantinflas”, que falleció hace 24 años.
El llamado “Mimo de México” dio a luz un lenguaje particular de tal magnitud, que la Real Academia Española ha reconocido el verbo cantinflear.
Y es que, al igual que “Pepe el Toro” y el “Chavo del 8”, Mario Moreno era de origen humilde y se ganó la vida en oficios como taxista y bolero, antes de ingresar a la carpa.
Su peculiar manera de expresarse, contradiciéndose a sí mismo o dejando las frases sin concluir, lo llevó a ser estrella de más de 50 películas que batieron récord de recaudación en América Latina.
Quizá, su máximo momento de gloria artística llegó en 1957, con una adaptación del famoso libro de Julio Verne “La Vuelta al mundo en 80 días”, que le significó un Globo de Oro y su arribo a la fama en Hollywood.
Compartió créditos con actores de la talla de David Niven y Shirley MacLaine.
Le siguió a este éxito internacional, la película “Pepe”, en la que participaron músicos y actores de la época, como Jack Lemmon, Bing Crosby, Frank Sinatra y Dean Martin.
Mario Moreno, sin perder nunca el estilo cantinflesco, escenificó personajes muy cercanos a la gente, como un sacerdote de pueblo en “El Padrecito”, un diplomático en “Su Excelencia”, un aseador de calzado en “El Bolero de Raquel”, un barrendero, el conserje de un condominio o una estrella del deporte en “Sube y Baja”.
Pero, el gran mérito de Cantinflas fue la denuncia de la desigualdad social y la injusticia en la mayoría de sus películas, tan famosas en México como en España y América Latina.
Fue huésped de honor en la Casa Blanca, invitado por John F. Kennedy y Lindon B. Johnson y considerado por Charles Chaplin como “el mejor comediante del mundo”.
Ojalá hubiera más Cantinflas y menos exgobernadores.
Tuve el gusto de conocerlo y entrevistarlo para mi libro “Triunfar es algo muy divertido” y fue una experiencia inolvidable.