Una de las cualidades atribuidas al presidente Peña Nieto era la de ser un operador político excepcional, pero resultó un petardo. Como jefe del PRI, perdió más gubernaturas que ninguno de sus predecesores y sepultó a su partido tras ser vencido abrumadoramente por Morena en las elecciones presidenciales y de Congreso general. Otro ídolo con pies de barro es el exgobernador Rubén Moreira, quien, dijeron sus acólitos, salvaría a José Antonio Meade y al PRI del maremoto. Peña y Moreira fracasaron incluso en sus estados, donde Morena y el PAN se hicieron con la mayoría de los municipios.
En Coahuila y Estado de México, el 1 de julio se convirtió en extensión de las elecciones de 2017, cuando el PRI retuvo las gubernaturas por los pelos. Alfredo del Mazo —hijo y nieto de gobernador y primo de Peña Nieto— y Miguel Riquelme —delfín de Moreira— ganaron por menos de tres puntos, pese a la derrama de dinero en sus campañas y al adosamiento de los institutos y tribunales electorales locales, entre acusaciones de fraude y movilizaciones ciudadanas contra el resultado. El Instituto Nacional Electoral aportó elementos suficientes para anular los procesos, pero el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación se plegó a la consigna de Los Pinos y validó los triunfos de Del Mazo y de Riquelme.
Un año después, la derrota del PRI en Estado de México resultó estrepitosa, y en Coahuila no menos estridente. El partido gobernante y sus aliados Verde y Panal perdieron, en el primero, 63 ayuntamientos (de 86 cayeron a 23), entre ellos los de Toluca y Atlacomulco, municipio natal de Peña Nieto. Morena, que en la elección previa había obtenido una sola alcaldía, esta vez triunfó en 54 junto con el PT. El PAN pasó de 17 a 32 en coalición con el PRD y Movimiento Ciudadano. El PRI gobernará solo el 18.4% de los municipios. Deslegitimado en las urnas, sin padrino en Los Pinos y con la mayoría de las alcaldías y el Congreso en manos de Morena, las aspiraciones presidenciales de Del Mazo acabaron de golpe. La pregunta es si soportará la presión y concluirá su incipiente sexenio.
En Coahuila, el partido del gobernador Miguel Riquelme llegó al 1 de julio con 27 presidencias municipales (71% del total) y salió con 18 (47%). El PAN y UDC subieron de nueve a 15 alcaldías, Morena consiguió sus primeras cuatro y el PRD una. Las oposiciones superan al PRI por primera vez en alcaldías (20 contra 18). Morena conquistó las dos senadurías de mayoría con Armando Guadiana y Eva Galaz, y al PRI correspondió el escaño de primera minoría. La fórmula del PAN, encabezada por el excandidato a gobernador Guillermo Anaya, cayó al tercer lugar.
En Estado de México —a diferencia de Coahuila— el tándem de Morena para el Senado, encabezado por Delfina Gómez, excandidata a la gubernatura, arrasó en las urnas. Juan Manuel Zepeda (PRD), quien ocupó el tercer lugar en las elecciones para gobernador, obtuvo el escaño de primera minoría. Estado de México y Coahuila figuran entre las cinco entidades en manos del PRI desde hace 89 años; las otras son Campeche, Colima e Hidalgo, donde AMLO también arrolló). Si las elecciones fueran hoy, las alternancias en ambos casos serían hacia Morena. El PAN perdió la oportunidad de gobernar Estado de México y Coahuila, las entidades “más priistas del país” según su anodino exlíder Enrique Ochoa, responsable, junto con Peña y Moreira, del hundimiento del 1 de julio.