Protesta kilométrica vs megacruceros. ¡Justicia ambiental!
La protesta contra los megacruceros que abarcó más de un kilómetro del malecón costero de La Paz denota una acción ciudadana que reclama una cosa muy sencilla: justicia ambiental. Por supuesto, esto no es bien entendido por el Gobierno de Baja California Sur que, a través de Administración Portuaria Integral (API), se ‘solidarizó’ con estos pobres corporativos que no querían gastar mucho dinero y se les abrió nuestra bahía como un acto humanitario, sin importar la contaminación en aire y mar que puedan provocar. Por supuesto, sin consultar a la gente.
La justicia ambiental es un concepto que alude desde la ecología política, que para mí se encarga de estudiar cómo influyen las élites de poder económico y político que deriva en presiones a los ecosistemas y las comunidades que, muchas veces, se decantan en movilizaciones en defensa del patrimonio natural. Una defensa de la vida misma. En esto, Baja California Sur se ha caracterizado a lo largo de la última década del siglo XX continuando hasta nuestro presente, hombres y mujeres que han lanzado el llamado por cambiar la manera en qué se da más importancia al crecimiento económico que a la conservación del ambiente.
Los discursos que se hilvanan alrededor de cierto desarrollo o progreso va ligado a grandes megaproyectos inmobiliarios, turísticos, mineros o agroindustriales, todo ello parte del proceso extractivista al que ha sido sometido la entidad. Esto se traduce en una injusticia ambiental porque las comunidades locales sufren afectaciones a sus derechos dándose una distribución inequitativa de costos y beneficios. Es un ‘ganar-ganar’ pero para un grupo selecto mientras el resto de la población es sometida a los intereses del poder y el capital que rechazan toda conflictividad ambiental. Todo daño ambiental.
Sin duda, la influencia de la neoliberalización de México en los noventas engendró prósperos negocios para privados, al permitir la llegada de corporativos que acaparan grandes extensiones de territorio o grandes cantidades de agua para operar. Este fenómeno es una de las principales causas que tienen a una región tan agreste como BCS en jaque frente a la desproporcionada manera de mercantilizar la vida produciendo injusticias ambientales.
API y Carnival Corp
Hace como dos o tres meses comienza a llamar la atención la llegada de estas grandes embarcaciones. En total fueron seis que pertenecen a dos empresas: Princess Cruises y Holland America Line (HAL), ambas subsidiarias de Carnival Corp que posee el 50% de la flota mundial de este mercado. Otra coincidencia entre las dos son las violaciones a leyes ambientales y de calidad del agua alrededor del mundo.
Tanto José López Soto de API BCS y como Arturo Musi Ganem, presidente de la Asociación Mexicana de Cruceros, opinan que estos barcos no contaminan. Sus tecnologías, insisten, son las mejores para evitar derrames de aguas negras, así como su manejo de desechos como aceites, para ellos son una maravilla. Hablan de derrama económica.
Con la llegada de estos megacruceros está la extraña y poco transparente licitación que API BCS anuncia a finales de 2020 para la construcción de una terminal con capacidad de recibir hasta 150 en un año, una vez en operaciones, y cuyo costo asciende a los 1,000 millones de pesos. Con esto, nadie quiere que se hable de que contaminarán cuando se tiene enfrente tan jugoso negocio.
“Mira son empresas con mucha, ahora sí (sic) calidad ambiental, está regidos por normas y estándares muy estrictos que los obligan, cierto determinado tiempo, como si estuvieran en funcionamiento, llegan al puerto de Pichilogue o llegan a los puertos donde existe infraestructura como nosotros la tenemos para descargar nuestros desechos, es decir, aguas negras, basura, todo lo que se necesite reciclar”,
López Sota a Panorama Informativo.
Los megacruceros sí contaminan
Conforme a la Boleta de Calificaciones de Cruceros 2020 de la organización Friends of the Earth, que evalúa el desempeño ambiental de estos barcos, tanto Holland America Line (HAL) como Princess Cruises. El documento usa el sistema de letras de la ‘A’ a la ‘F’, siendo esta última el valor más bajo, esto con el objetivo de calcular si la empresa cumplió o no con aspectos de tratamiento de agua, reducción de la polución del aire, cumplimiento en la calidad del agua, transparencia y violaciones.
Princess Cruises se llevó un grado ‘F’, es decir, lo más bajo promediando lo descrito en el párrafo anterior. Holland America Line (HAL) obtuvo un grado D-, reprobando por no remediar su contaminación del aire, en calidad de agua, nula transparencia y haber sido sancionados por tirar sus desechos al mar:
“Entre 2010 y 2019, siete barcos de la flota actual de Holanda viajaron a Alaska y las autoridades de Alaska emitieron 30 citaciones por violaciones de las normas estatales de contaminación del agua. Sin embargo, tres de los barcos de HAL descargaron ilegalmente aguas residuales sin permisos en 2018. Una de las peores violaciones cometidas por HAL fue la descarga ilegal de 26,000 galones de aguas grises por parte del Westerdam en el Parque Nacional Glacier Bay en Alaska. Las autoridades de Alaska multaron a HAL con solo $250 y no informó de inmediato la descarga a la Guardia Costera como lo exige la ley federal.
Holland America Line (HAL) se fundó originalmente en 1873 como Dutch-America Steamship Company. Con sede en el estado de Washington, HAL es una subsidiaria de Carnival Corp. La flota de 10 cruceros de HAL. Dos de ellos están anclados frente API BCS: MS Nieuw Amsterdam con 82 mil 500 toneladas con capacidad de consumir 90 toneladas de combustóleo cuando funciona a toda máquina; el otro es el MS Noordan con dos motores de combustóleo y un peso de 86 mil toneladas, ambos con grave problemas de contaminación del aire.
Princess Cruises fue fundada en 1965 y fue la primera de las líneas de cruceros modernas de hoy en enfocarse en el mercado de viajes de placer. De los 15 barcos que tiene solo cuatro están estacionados frente a la bahía.
“Entre 2010 y 2019, 13 barcos Princess diferentes viajaron a Alaska y las autoridades de Alaska citaron 11 barcos con más de 100 violaciones de las normas estatales de contaminación del agua. Quince barcos Princess tienen depuradores instalados, lo que le otorga a Princess una D + por el cumplimiento de la calidad del agua, ya que el uso de depuradores simplemente convierte la contaminación del aire en contaminación tóxica del agua”.
Las cuatro megacruceros son el Emerald Princess con seis generadores de combustóleo y tiene un peso de 113 millones 561 mil toneladas al igual que el Ruby Princess, mientras que el Grand Princess pesa 107 millones 517 mil toneladas y Royal Princess de 714 mil toneladas con 6 motores wärsilä para alimentar a la enorme embarcación.
La (eco)revolución por La Paz
El pasado 30 de abril de 2021 se escribe otro capítulo dentro de la historia reciente de resistencias encaminadas a cuestionar y detener megaproyectos. La gente de La Paz se ha caracterizado por su conciencia ecológica frente a desarrollos inmobiliarios, marinas, minería a cielo abierto, contaminación del aire por termoeléctricas, despojos, por nombrar algunos. En el fondo, lo que cada grupo en sus particulares momentos se enfrentaba al proceso civilizatorio de un sistema mundo depredador colonial, capitalista y patriarcal.
La movilización social contra megacruceros es una búsqueda de una coexistencia menos impactante a nuestros sistemas socioecológicos. Es una exploración hacia una adaptación simbiótica con el entorno natural, es como si quisiéramos recuperar maneras y prácticas menos agresivas. Estas protestas son un ejemplo de dignidad porque se pone en evidencia la operar de operar desde el sistema político de poder a favor de élites económicas sin tomar en cuenta a la ciudadanía.
Los prestadores de servicio turístico que dependen del avistamiento de tiburón ballena (Rhincodon typus) mostraron su músculo y recordaron que es posible generar un ecoturismo responsable con una derrama directa a la gente. Los 270 mil que declara José López Soto pagan los grandes cruceros no sabemos dónde y para qué son usado. Tampoco se sabe si es por embarcación o por todas y, mucho menos, se aclara quién es el afortunado ganador de la terminal de cruceros.
La manifestación del viernes pasado es, quiero creer, la evolución de las luchas sociales y ambientales de la capital que se traducen en una cimentación de un escenario político fresco, alejado de los clichés del sistema político partidista. Allí yace la esperanza de La Paz porque es un movimiento incluyente de ambientalistas, de feministas, de la comunidad LGBTI+, de académicas, de estudiantes, de prestadores de servicios, de periodistas, que exigen justicia ambiental al reconocer la desigualdad en la distribución espacial y social (Ramírez, Galindo y Contreras, 2015). Una frase tan sencilla como “queremos ver atardeceres sin cruceros” resume la necesidad por evitar más impacto a la bahía y defender a sectores que dependen económicamente del paisaje natural. Algunos desde el desconocimiento criticaron o calificaron de egoísta el querer un atardecer sin estorbos visuales, pero pocos cuestionaron la egoísta decisión de un gobernador que va de salida y que está convencido en culminar sus megaproyectos.