El lugar de la cita fue el Club de Golf Mar-a-Lago, uno de los más exclusivos del Estado de Florida en Estados Unidos, cuyo propietario es precisamente el Presidente electo.

La reunión, que puede revestir una gran importancia para el futuro de las relaciones entre ambos países, fue confirmada por el propio Donald Trump en su cuenta de Twitter, en la que comentó que el empresario mexicano era un gran tipo.

Suponemos que la cena tuvo un carácter cordial y que sirvió para dirimir las diferencias del pensamiento de ambos personajes, que aparecen en las listas de Forbes como dos de los hombres más poderosos del mundo.

Son muchas las diferencias que salieron a la luz durante la campaña electoral de Trump.

Carlos Slim criticó al entonces candidato republicano, asegurando que, si llegaba a la Presidencia, sería catastrófico para la economía de Estados Unidos, particularmente por su decisión de elevar los aranceles comerciales a países como China y México, algo que no tenía sentido.

Trump respondió de manera violenta a los ataques del magnate mexicano, principalmente los publicados por New York Times, cuyo principal accionista es el propio Carlos Slim, que le dio su apoyo descarado a su rival demócrata Hillary Clinton.

En su momento, Trump declaró que los reporteros del New York Times no eran periodistas, sino cabilderos corporativos al servicio de Hillary Clinton y pagados por Carlos Slim.

Slim aumentó las diferencias al criticar las propuestas con las que Trump convenció a los estadounidenses de votar por él, como la amenaza de construir un muro en la frontera, pagado por los propios mexicanos, o la cancelación del Tratado de Libre Comercio.

Dejando volar la imaginación, me pregunto de qué habrán hablado, qué habrán pedido de cenar y quién habrá pagado la cuenta. Suponemos que la pagó Trump, por ser el dueño del lugar y que mínimo se habrá discutido con un buen vino ante el magnate mexicano que tiene diez veces más lana que él.

El encuentro fue cordial, según las noticias, con muy buen ánimo de parte de Slim para México, despertando las esperanzas de llegar a acuerdos amistosos con respecto al Tratado de Libre Comercio.

Previo al encuentro, algunos medios habían informado de una reunión entre el equipo cercano del Presidente electo y un grupo de empresarios mexicanos, encabezados por Carlos Slim Helú y su hijo Carlos Slim Domit.

Y todo parece indicar, que el equipo de Trump limó las asperezas con Carlos Slim, que aprovechó la reunión para presumir la espectacular colección de cinco mil pinturas y obras de arte que hay en los sótanos del Museo Soumaya.

Y quedan para su análisis un cuestionamiento esencial de la cena de Florida:

¿Habrá defendido Slim los intereses de México o los de sus propios negocios?

Suponemos que ante la pérdida de credibilidad por la que atraviesa el Gobierno de México, un empresario del tamaño de Carlos Slim podría ser más eficiente negociador que los diplomáticos mexicanos.

O quizá un candidato a la Presidencia de México, para que Trump negocie con uno de su tamaño.