El arte, lo artístico, es materia de lo subjetivo. Chavela Vargas, quien sin ser mexicana de nacimiento y sin poseer una bella o una gran voz, forjara para sí un lugar en la música tradicional del país adoptivo, es una muestra más de ello. A unos les parece gran artista aun con un pensamiento interesante, a otros, una abominable voz que apenas entona, a aquellos, ocasión de trance en una borrachera a las tres de la madrugada, cuando ya se ha pasado de las canciones “modernas” y bailables, al bolero, se ha continuado con el mariachi, se prosigue con Chavela (con canciones alternadas de Lucha Reyes, Pedro Infante y Javier Solís; raro es que se llegue a Jorge Negrete, por “altanero”) y se acaba con José Alfredo.
Recuerdo a una casera en la Colonia Educación de la ciudad de México, actriz de telenovelas de televisa, de izquierda. Invariablemente, tras prolongadas sesiones de alcohol y al avanzar la madrugada, escuchaba una y otra vez a Chavela. Sobre todo, repetía incesante “Piensa en mí”, de Agustín Lara, la cual llegué a considerar con el tiempo la mejor interpretación de Vargas.
Porque con Chavela no es cuestión de belleza o de voz, sino de expresión de sentimientos, de pasión, de “huevos”, de dolor (“esa sí es música carajo, no chingaderas”, solía decir la casera; no hay que olvidar el alto aprecio que en México se tiene al valor, a la valentía, a los “güevos”, aunque a veces se caiga en el exceso de la patanería, el envalentonamiento gratuito y hasta la cobardía, todo en nombre de los güevos). Y es en ese plano, el de la interpretación, donde se ubica su trabajo y su contribución mayor dentro de la música mexicana, aunque algunos prefieran verla como vanguardista del feminismo o precursora de la canción vernácula interpretada por mujer; en ambos casos hay prominentes figuras que la preceden, Antonieta Rivas Mercado y Lucha Reyes, por mencionar un par. Así, surgida aparentemente a la sombra de José Alfredo Jiménez y de otras figuras del México sobre todo de los años cincuenta del siglo pasado (acaso sea una de las mujeres que Diego permitiera a Frida), Chavela se convertiría entre la izquierda mexicana (lo que ello signifique), en un personaje de esos que llaman de culto.
Porque en México no fue popular en términos de los medios masivos predominantes sino que se labró un parsimonioso camino al llegar al “corazón” de cierta intelectualidad, academia y periodismo de izquierda. Con el tiempo, sería el cineasta Pedro Almodóvar quien a través de sus filmes la haría popular no sólo en España, también internacionalmente. Y aun en México, le propició el reconocimiento que no había alcanzado del todo.
Así, pues, cada quien su Chavela.
“Piensa en mí” de Agustín Lara, versión escuchada por mi casera a las tres de la mañana hace muchos años: