Si soy honesto, puedo decir que la elección rebasó cualquier expectativa. Sabíamos que la votación podría darse de manera masiva pero jamás imaginamos que el triunfo fuese ser tan absoluto, que a todos nos dejó con esa sensación de quien escala una montaña llena de peligros  sin desgastarse. Los números que salían eran tan apabullantes que la misma presidencia se adelantó a felicitar a su candidato.

Ese fue el sentimiento la noche del primero de julio. Me pidieron ser representante de una casilla de Morena a lo cual acepté. Después de la jornada electoral y siendo Baja California de los últimos estados en cerrar los cómputos, mientras manejaba de regreso a casa después de entregar las copias que nos dieron, en ese momento me pregunté, ¿Qué sigue?

Es claro que el presidente electo ya tiene una precisa idea de lo que se tiene que hacer, y que los que lo han acompañado desde el principio se unirán a su equipo. Pero de repente me entran algunas interrogantes que intentaré poner por aquí a ver si tienen eco. Y lo haré ateniéndome a la historia política del país, porque Morena sigue siendo un movimiento, como ustedes mismos dicen, no un partido político.

Nosotros, la sociedad civil sin filiación partidista decidimos que AMLO llegase a la presidencia. Y lo hicimos pensando en el hombre. Obviamos que algunos de sus acompañantes no son necesariamente portadores de los más altos estándares de pureza moral. Es entendible que se les requiriera por sus capacidades de operación política, no por sus credenciales morales. Pero a raíz de eso y para despejar algunas de las dudas que ya asaltan a muchos, nos gustaría saber qué es lo que piensan hacer con su movimiento; ¿lo convertirán en partido? Porque es claro que junto a la transformación del país se requiere también la consolidación de esa base electoral que ustedes tienen. El señor López Obrador será la cabeza de la nación por lo que dudo que dedique gran parte de su tiempo a lidiar con los dimes y diretes naturales de un partido. No lo elegimos para eso.

Es quizá una situación inédita en la historia del país. No sé si en otras partes haya un comité directivo municipal que pueda llevar a cabo lo que todo partido político hace (claro que está  que con muchas limitaciones) que es la de formar cuadros, seleccionar candidatos de manera democrática e incidir en la vida política de la ciudad a través de propuestas que reflejen su doctrina.

No hay un dirigente municipal de Morena ni los mecanismos para elegirlo. Me recuerda un poco una frase de la primera página de Cien años de soledad, sobre los primeros habitantes de Macondo:

“El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.”

Y de verdad sería terrible que así fueran las cosas en Morena, que en vez de organizar congresos democráticos para elegir candidatos, por el solo hecho de ser tan nuevos tuviesen que recurrir al macondiano dedo.

La experiencia y la historia nos dicen que cada proyecto político viable será seguido por una avalancha de oportunistas que pueden echar a perder lo conseguido en buena lid.

Sabemos que la tarea que ahora enfrentan es colosal, pero no queremos a la vuelta de unos años decir que Morena se convirtió en más de lo mismo. Algunos auguran de ya una balcanización del partido. Una suerte de resurgimiento de tribus plagadas de intereses cuyo único objetivo es el poder por el poder. Algo parecido a las tribus perredistas. López Obrador ha dicho que se evitará de manera enérgica que eso suceda. Pero para evitarlo entonces se requiere una estructura democrática que dé cabida no solo a los políticos de carrera sino a otros sectores de la sociedad que reclamarán espacios que siempre les estuvieron vedados por el diseño de las instituciones partidistas del país.

Sobre los ejes del nuevo gobierno se encargarán los electos. ¿Y los ejes de Morena quien los conducirá? ¿El electo senador Martí Batres duplicará sus funciones?

Por eso y con todo respeto, para abrir debate:

¿Señores de Morena, como chingados le van a hacer?

Pueden ustedes opinar.