AMLO 3.0[1] se titula el artículo que escribió Jesús Silva-Herzog Márquez hace unos días a propósito de la tercera campaña para Presidente de México emprendida por Andrés Manuel López Obrador.
Sin embargo, toda crítica a los políticos y gobiernos de turno debe analizarse a la luz del ejercicio de la ciudadanía que los elige, vota por ellos y los empodera si es que la finalidad es comprender, dialogar y debatir.
De otro modo, estaríamos hablando de analistas -periodistas, intelectuales y medios- militantes, a favor de tal o cual personaje o partido político, que nada tiene de reprochable, siempre y cuando la postura no se esconda -ni se escude- en la objetividad del análisis.
Y es que la mayoría de los artículos que abordan la figura del puntero de las encuestas, presentan “El efecto salero”, es decir, un análisis en el que Andrés Manuel López Obrador es un ente aislado de la guerra sucia que le ha tocado enfrentar, donde tampoco se ponderan los gravísimos errores de las dos administraciones panistas y la actual priista y mucho menos se toma en cuenta al tipo de ciudadano que va a votar en estas elecciones presidenciales.
Este último factor es el que me interesa abordar en este artículo, porque el ejercicio de la ciudadanía va de la mano con la calidad de la educación que un país es capaz de brindarle a sus habitantes ¿o no?
Como profesora, solía pensar -y escribí algo al respecto- que la prueba PISA es un factor determinante para la consolidación de la democracia, porque si el bachiller es incapaz de extraer la idea principal de un texto, entonces es presa fácil de la manipulación y el engaño en cualquiera de sus formas. Hoy ya no estoy tan segura.
Y para muestra, un botón.
En su artículo “Extrañar a Peña”[2], don Carlos Elizondo Mayer-Serra desliza otra vez la figura de AMLO como una amenaza para la libertad de expresión, a pesar de reconocer que México es uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo y que el Ejecutivo -no obstante los miles de millones de pesos erogados en publicidad- no ha logrado comunicar a los mexicanos ningún logro de su sexenio sin ser cuestionado por escándalos de corrupción un día sí y otro también, aunque todo esto lo aborde sólo para confirmar los miedos que trata de transmitir a sus lectores.
Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue la analogía que don Carlos presentó al inicio de su artículo:
“En mi primer curso de economía en la licenciatura, nos tocó un maestro muy limitado. Compensó su mediocridad siendo un barco. Los dos alumnos más matados protestamos ante las autoridades. No lo asignaron el siguiente semestre. Bastó la primera clase del segundo curso de economía para saber que lo íbamos a extrañar. El nuevo era todavía más chafa”.
Es evidente que don Carlos, quien actualmente trabaja como profesor de una de las mejores universidades de México, no considera ni por un momento que existe la posibilidad de que él no haya entendido el sistema del profesor que menciona en un primer momento porque llegó a la universidad formado en otro modelo totalmente distinto.
Tampoco deja bien parada a la Universidad donde estudió, porque suelen tener filtros muy exigentes derivados de los estándares de calidad que exigen a sus profesores, luego entonces es probable que el profe-chafa, haya considerado todos los temas, pero no de la manera ortodoxa para “un matadito”, como se autodenomina el autor.
También es obvio que don Carlos se formó en un paradigma en el que su concepto de logro académico es sinónimo de logro de aprendizaje. Esa premisa le permite considerar “barco” a un profesor al que los nueves y dieces no sólo no le interesan, sino que tuvo el atrevimiento de juzgar tan capaz como él a un compañero al que al autor no consideraba “matado”, aunque también -siendo justos- habría que pedirle opinión al docente acerca del autodenominado “matado” de su clase.
En ese contexto, es perfectamente comprensible que el autor de “Extrañar a Peña” manifieste un temor que pretende contagiar al lector acerca de que AMLO sea el profe del segundo curso.
Es más fácil pensar que “ser matado” está bien, que los dieces son lo máximo, que el curso tiene un sistema establecido, ortodoxo, “como debe ser”.
El problema es que no se da cuenta de que en esta administración y en las pasadas, personas como él tuvieron “los maestros del sistema”. El actual Ejecutivo no es el maestro chafa del primer curso porque tendría que haber sido diferente de los dos sexenios anteriores y resultó sólo una continuidad en casi todos los sentidos.
Lo rescatable de su artículo -a contraluz- es que si dejamos toda la responsabilidad del aprendizaje al profesor, si esperamos que el sistema nos de todo y no consideramos que ser autodidacta (aprender a aprender) es una competencia que no necesariamente se aprende en la escuela, seguiremos igual, independientemente de quién gane la Presidencia de México.
Todo esto viene a cuento, porque don Carlos representa al tipo de estudiante capaz de acreditar todas las pruebas estandarizadas de la OCDE juntas y por separado ¿y eso de qué serviría si es incapaz de pensar fuera del sistema en el que fue formado y que reproduce en tiempos de crisis, donde no podemos seguir haciendo lo mismo de siempre si queremos salir del atolladero?
Entonces la pregunta sigue ¿Se puede cuestionar la democracia a partir de las mediciones estandarizadas avaladas por organismos internacionales? Ahí están mis artículos anteriores para probar que -hasta antes de leer a don Carlos- pensaba que sí, pero mi premisa era falsa, pues ¿de qué sirve (en los términos de las habilidades que plantea el instrumento ) que un bachiller sea capaz de identificar y extraer la idea principal de un artículo periodístico si cuestiona Televisa pero cree todo lo que circula en internet?
Saber leer no necesariamente implica poder leer la realidad.
Se puede ser capaz de escribir, debatir y dialogar, pero sin una formación que permita entender que hasta que no reprobemos la infame guerra de Calderón, la desaparición de los 43, la necesidad y desesperación que viven los migrantes, los pobres, las minorías, entonces no se sabe nada de nada. Aunque PISA arrojara que somos primer lugar en logro educativo.
Me quedo con la reflexión que Carlos Loret de Mola planteó en su artículo “Enamorados del candidato”:
“Meade no es el que va a impedir que México se vuelva un segundo Venezuela; López Obrador no es el que va a frenar la corrupción que alcanza niveles de escandaloso récord; Anaya no es el que puede hacer las dos cosas”
Entonces, esta elección no es sólo de candidatos, partidos políticos y plataformas de gobierno, también es de los ciudadanos 3.0
¿Usted qué opina, estimado lector?
[1] http://www.andaryver.mx/sin-categoria/amlo-3-0/
[2] http://www.excelsior.com.mx/opinion/carlos-elizondo-mayer-serra/2018/02/08/1218924