(Carta del activista Javier Livas Cantú sobre el papel de México en el Mundial)
México no es el único país en el que el futbol se utiliza políticamente como un amortiguador del descontento social; como un mono de peluche contra el cual se puedan descargar las iras sin grandes consecuencias.
Los mexicanos, sin duda están como hipnotizados por el futbol. Las evidencias son contundentes. A la gente le importa más qué le sucede a su equipo favorito que cualquier otro suceso en la vida pública. Prueba de ello es que conozco el caso de una empresa en la que una derrota de los Tigres significaba que 300 de 500 trabajadores no se presentaban el lunes siguiente. México no tiene ciudadanos, tiene aficionados al futbol.
Las libertades que no se ejercen en la esfera política, se manifiestan como libertinaje durante los partidos de futbol. Allí pueden agarrarse a moquetes, repartir orines en los vasos de cerveza, gritar vulgaridades y ocasionalmente hasta descontarse al árbitro o a un jugador opositor con un botellazo. Y no pasa nada.
El mexicano vive una vida subrogada por el futbol. En ese contexto, lo que pueda pasar en este mundial tiene consecuencias en la sique colectiva, sin duda. Depende claro de cómo se gana, o cómo se pierde.
Una fea derrota puede ser desestabilizadora de la paz social. México está prendido con alfileres tras décadas de nulo crecimiento, desempleo, marginación y un creciente sentimiento de que algo anda muy mal. Una derrota humillante podría exacerbar los ánimos.
En el lado positivo, aún un campeonato, altamente improbable, no trae tanto beneficio como la derrota trae perjuicio. La gente contenta, sale a gastar. Los descontentos tiran el dinero en emborracharse. Ahí tenemos el caso del joven que salto del barco, y eso que empatamos. ¿Qué sería si perdiéramos gacho contra Croacia?
El actual sistema político comandado por el PRI con bastón férreo ha sido decepcionante. Una derrota deshonrosa podría poner a pensar a quienes hasta ahora prefieren subrogar su realidad por una fantasía deportiva. Si el globo explota en la cara, cualquier cosa puede pasar.