Para estas fechas, es natural que conozcamos, al menos superficialmente, de qué pie cojean los candidatos.

Por ejemplo:

De Ricardo Anaya sabemos que envió a su familia a vivir a Atlanta y que hizo más de 100 viajes para ir a ver a su esposa e hijos y que los gastos de esos viajes, no concuerdan con sus ingresos. Conocemos que está acusado de lavado de dinero y haber triangulado operaciones en la compra venta de una nave industrial. La alianza que promovió con el Partido de la Revolución Democrática, (PRD), con ideología contrapuesta a la del PAN, lo señala como un ser ambicioso y con pocos valores.

El pleito frontal con el presidente Enrique Peña Nieto, con Andrés Manuel, al acusarlo de corrupción con el empresario Riobóo, quien por cierto, ya acusó al joven Anaya penalmente, haber desconocido a Meade, de quien antes había hablado maravillas, la traición a Gustavo Madero, a Felipe Calderón, a Margarita Zavala y al mismo PAN, a quien por la alianza con el Movimiento Ciudadano y PRD, le tocaron menos candidaturas que antes, lo reafirma como un hombre que antepone cualquier cosa, antes que ceder su posibilidad de acceder al poder.

Recientemente se encontró una camioneta del Gobierno de la CDMX, llevando despensas a la casa de un candidato del PAN a algún cargo en la CDMX. Eso revienta el contenido de los spots que el joven Anaya lleva a la TV donde propone un gobierno libre de corrupción.

Sabemos que Andrés Manuel pregona “amor y paz” y hace la señal de los 70´s, levantando los dedos índice y anular sumados a una sonrisa de oreja a oreja, pero también que ha criticado con burla y sorna a sus adversarios. 

En realidad, a muchos nos inquieta la suma perversa del Partido Encuentro Social a su alianza, la inclusión de personajes oscuros a su proyecto, como los familiares de la señora Gordillo, Napoleón Gómez Urrutia y la señora Nestora Salgado, acusada de secuestro y delincuencia organizada. A muchos les desagrada que se hayan sumado a su alianza, muchos expriístas y expanistas que antes había criticado con acidez y que una vez sumados a su campaña, los haya “purificado” de todo pecado.

José Antonio Meade, sabemos que es de quien menos se encuentran varios  señalamientos. Es un hombre que se ha manejado con honradez y pulcritud. El priismo orgánico le señala que se hayan colado a las candidaturas, personas sin antecedentes dentro del PRI y que su ex presidente nacional, Enrique Ochoa, haya abusado de estas nominaciones y ser señalado de haber vendido algunas candidaturas. A la militancia le pesa el tiempo perdido con Ochoa por haber desdeñado la organización interna del PRI. Los operadores políticos del PRI se quejan de la falta de apertura en la campaña y de la inclusión de personas con poca experiencia en materia electoral.

 

Jaime Rodríguez, “El Bronco”, sabemos que trató de hacer una campaña similar a la que hizo para llegar a la gubernatura de Nuevo León, pero las limitaciones del INE hacia las candidaturas independientes, le inhibieron hacer una campaña en paridad con los 3 candidatos apadrinados por partidos políticos. Haber propuesto que se mocharan las manos a los ladrones en el debate, lo ubicó fuera del contexto actual. Le señalaron anomalías en la recolección firmas para lograr su inclusión en la carrera presidencial, pero aun así, extrañamente lo dejaron pasar. Cerró con un discurso emotivo, pero en la Macroplaza de Monterrey, donde está la base de su fuerza social.

Es evidente que todos los candidatos tienen claroscuros. Algunos más y algunos menos, pero existe una realidad: en el tránsito hacia la candidatura presidencial, los más señalados son principalmente, el joven Anaya y después, Andrés Manuel.

Jaime Rodríguez hizo un buen intento, pero sabemos que no le alcanzará para llegar a la silla presidencial. Meade, espera que la salida de  Ochoa Reza y la entrada de René Juárez Cisneros, le brinde el milagro, difícil, pero al fin milagro, de haber despertado la emoción de los votos indecisos, de los ciudadanos que ahora dudan por quien votar y de la estructura del PRI.

Sería traumático que se cuele a la máxima responsabilidad política de este país, quien ha sido más señalado.

Quizá en política los escrúpulos no cuentan, pero para la sociedad, sí.