Lo nacional se afirma en una abigarrado conjunto de mitos fundacionales. Una intrincada relación entre buenos y malos, en estado trepidante, con el fin de apuntalar el poder político. Eso fue lo que me encontré en una apresurada revisión de los acontecimientos suscitados en la región sur de Veracruz a partir de la presencia de los primeros aventureros castellanos, provenientes del otro lado del mundo.
Entre ellos la de una perra lebrela, la que ha sido motivo de largos debates académicos, en lo que va de estos cinco siglos. Habría sido abandonada durante el naufragio de una primera expedición salida de Cuba. El cuadrúpedo se incorporó a la vida india de los mayas. Sobrevivió de la caza de conejos. Pero cuando dos años después apareció por la bahía una nueva tripulación, el animal se habría abalanzado sobre ella hasta trepar al barco.
El primer dato fundacional es que en las costas de Coatzacoalcos se embarcó para perderse en el horizonte sangriento el gran Quetzalcóatl. Antes pronosticó la caída y ruina del imperio que lo perseguía y por cuya causa andaba huyendo en aquellos rumbos. Prometió a sus fieles volver. Volver tan poderoso y valiente como lo fue en su día de gloria.
Ya sabemos el desenlace. El mito afirma que los conquistadores fueron confundidos con Quetzalcóatl. Sobre todo por lo bragado que vieron en la persona de Cortés y hasta cierto parecido en el físico. El capitán en jefe de aquella partida de bandoleros, calculó. Luego entonces ante la fatalidad del destino, los nativos no opusieron resistencia. Su ruina estaba sentenciada.
Lo cierto es que los indios, los indios verdaderos, los de carne y hueso, y en base a las crónicas que lograron sobrevivir, siempre supieron que aquellos eran una partida de malhechores que llegaban a robar. Así se lo confesó el propio Hernán Cortés a Moctezuma. “La gran enfermedad de nosotros, dijo Cortés en un momento de sinceramiento al monarca mexica, es la codicia del oro”.
El destierro del monarca tolteca habría servido para darle nombre a lo que hasta hace un par de década fue una pujante ciudad industrial, y sede de uno de los polos prometedores de desarrollo más importantes del país. Industrias petrolera, azufrera, ganadería intensiva y extensiva, recurso naturales abundantes, hídricos, y el inconmensurable océano en espera de exploración. Hoy Coatzacoalcos es un pueblo abandonado; al parecer tomado por el crimen.
Coatzacoalcos (Guazaqualco, Huazaqualco o Coatzacuakci). Del náhuatl, lugar donde anida, se oculta, o esconde la serpiente (coatl). El mito vuelto acontecimiento histórico habría dado lugar a los primeros asentamientos humanos en la región, alrededor del año del 950 en el calendario gregoriano. Pero más que asentamientos, habría dado lugar a la nahuatlización de la región.
Eduard Seler, identifica la leyenda de Quetzalcóatl con Ce Acatl. Un sacerdote de la noble estirpe tolteca quien, pudoroso, habría salido huyendo de la célebre ciudad a avergonzado por la prominencia que alcanzaba su sexo cuando bebía pulque.
Otro dato afirma que a las puertas de palacio llegó un extranjero que andaba en la calle desnudo con su vergüenza enhiesta. Visto de reojo por la hija menor del Monarca, cayó abatida, enferma de sudoraciones y ansiedad.
El gran Miguel Covarrubias incluso escribió un libro sobre la región (El sur de México, INI, 1980). Uno de los capítulos lleva por título: “Coatzacoalcos: el santuario de la serpiente”. Pero todo indica que nada es cierto. Los datos históricos afirman que para cuando aparecieron los primeros conquistadores, Coatzacoalcos mantenía su soberanía respecto de la triple alianza. Contaba con 76 pueblos tributarios, y una población que rondaba las 50 mil personas.
No pudo ser fundada la ciudad por población náhuatl o tolteca una vez que desde antes de la era cristiana ya predominaban en la región la lengua zoques, popoluca y mixe, cada una con sus propias características particulares, y ya diferenciada entre sí, respecto de su origen común: el tronco mayense. Pudo tratarse de una colonia mexica con el fin deliberado de realizar tareas de espionaje.
Una de las figuras más poderosas de la cultura nacional corresponde a La Malinche. Todo indica que la mujer nació en un punto (Painala) de esta región y que aquí fue entregada a Cortés; Cortés habría advertido enseguida sus grandes dotes; y que sin ellos la conquista difícilmente habrían tenido el desenlace que finalmente tuvo. Hoy el calificativo de malinchismo es de uno corriente en el vocabulario popular.
Cuenta Bernal que fue en Coatzacoalcos en donde finalmente la indígena aliada de los conquistadores conoció a su madre y medio hermano, por cuya razón la habrían echado de la casa materna. Cortés iba de paso rumbo a las Hibueras. Entre la comitiva estaba doña Marina.
Durante la noche que pernoctó en Coatzacoalcos, Cortés pidió hablar con las familias de los principales de la región. Entre ellas se encontraba la de quien por unos años fue su mujer y le dio un hijo: Martín. Martín Cortés. Madre e hijo primero se mostraron temerosos de que pudieran tomar venganza contra ellos. Después, seguros de que no, se abrazaron y lloraron mucho.
Chayo News. En un acto republicano y austero, como pocas veces visto, la señora Guadalupe Ramírez Aparicio, presidente municipal constitucional de Pahuatlán, en la sierra norte de Puebla, rindió su primer informe de gobierno. Llamó la atención la capacidad de convocatoria, pues el recinto que se improvisó para el acto resultó insuficiente.
La inversión en educación es la más grande registrada en las ultimas administraciones. Ya se sabe que la educación es la base para el desarrollo sustentable y duradero. Y tal vez lo más importante, Pahuatlán se mantiene como un municipio pacífico y seguro.
Llamó la atención también la respuesta al informe, en la que refrenda el compromiso de combate a la inseguridad y delincuencia, pero en un marco de respeto absoluto a los derechos humanos.