Se presentó muy recientemente el proyecto de constitución para la nueva Ciudad de México, desarrollado por asesores y expertos, no tan asesores ni tan expertos que componen dicho conglomerado de redactores. Dicho proyecto levantó ámpula y rete harta comezón pero no en el grueso de la sociedad de consumo de chilangolandia, sino solo en la tan llamada comentocracia y los que están involucrados en dicho negocio. El debate radica entre si dicho proyecto de constitución es irrealista, utópico, “aspiracional” y no sé cuánto adjetivo para tratar de dar a entender que es un producto meramente imaginario.

Vayamos por partes y despacito. Si es utópico el proyecto, pero no porque en él se plasmen buenas intenciones que sean irreales o inalcanzables. Lo utópico, lo aspiracional o lo idealista deja de ser eso (o esos calificativos) cuando se logra cumplir con las expectativas o metas planteadas, para muestra un botón.

La constitución de la nación más poderosa de este planeta, plantea tácita y explícitamente que todos los gabachos tienen derecho a ser felices, a alcanzar no una estrella, sino la felicidad. No sé si todos los norteamericanos tengan el mismo ideal o comprendan por felicidad lo mismo, pero lo cierto es que les va mejor que a nosotros los mexicanos.

El proyecto de constitución de la CDMX es utópico desde su concepción y eso ya no se puede cambiar y es que no logró cumplir con el objetivo fundamental que persigue el negocio de generar una constitución, o sea lograr un acuerdo, un CONTRATO SOCIAL (al hablar de contrato, hablamos de negocio), de cuáles serán las reglas a seguir por TODOS para poder o aspirar a vivir armónica y funcionalmente. No, este esfuerzo u ocurrencia (como a usted le convenga más calificarlo) no despertó el interés en la sociedad de consumo de la Ciudad de México, menos de la tercera parte de los posibles votantes no fueron a la votación para conformar al constituyente de la ciudad.

Por este hecho ya es utopía fue mera aspiración el hablar de una constitución, ya no de un proyecto de constitución, y es que pues ya de origen pues no están plasmados los intereses y metas de los capitalinos, o sea, el proceso ya es ILEGITIMO (y será una constitución ilegítima) y no lo van a solucionar ni los constituyentes, ni los del PRD con un segunda vuelta electoral como la que andan planteando y ofreciendo.

Ahora bien, gracias a TODOS esos que no fueron a votar, ya curaron en salud a los que se apropiaron con sus cuates que votaron por ellos del NEGOCIO de hacer una constitución que lo SOMETERÁ A USTED y a mí también en cumplir con por lo menos una ley (la constitución mencionada), de todas las que tenemos que cumplir y que suman cientos de miles de artículos que USTED y YO estamos obligados a obedecer.

Así las cosas ante la cruda realidad pues ya tronó dicha constitución con todo y lo que ha costado y seguirá costando, o sea mucho dinero. Ya no me voy a meter en el análisis entre imaginario y realidad, entre sensatez y sueños, mejor le entramos a uno de los aciertos.

Una de las condiciones que nos determinan en esta era de las sociedades de consumo es que las leyes y en general todo producto o servicio tienen que ser sencillos – complejos, complejos – sencillos. O sea tienen que ser de fácil acceso y USO y condensar en su servicio la más grande complejidad. Primer acierto de los proyectistas: no hicieron mil ocho mil artículos, son menos de ochenta, ojalá las leyes secundarias de dicha constitución sigan por la misma ruta.

Pero... por intentar ser tan vanguardistas y perderse en lo hipnótico de los anhelos a la hora de aplicar dichos preceptos se corre el riesgo (y lo verá materializado amig@) de incurrir en controversias de CONSTITUCIONALIDAD con la carta magna nacional. ¿No era más fácil agarrar la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos, quitarle la paja y sumarle las jurisprudencias, los criterios que la actualizan y que han emanado de la SCJN para salvar ese problema y ser vanguardista?

Se va a notar, va ser nota, va a ser tema de discusión, de debate, que todos o muchos de esos anhelos materializados en artículos serán INCONSTITUCIONALES, romperán para variar con el FEDERALISMO.

O sea, pan con lo mismo, porque cuando eso ocurra de nada servirá el gasto y el esfuerzo de generar una nueva carta magna local, puesto que al ampararse o generar jurisprudencias de inconstitucionalidad pues se volverá obsoleta por decir lo menos.

O sea, al no poder aplicarse cómo está pensada y planteada pues regresamos, si no es que nunca saldremos ni hemos salido de los vacíos legales que son una característica primordial para no contar con un Estado de Derecho funcional.

Hasta aquí ya tenemos que es ilegítima y disfuncional dicha constitución. Parece hasta el momento un documento mágico, un accesorio para un espectáculo de prestidigitación.

Hay un prerrequisito para generar una constitución y ese es el PONERNOS DE ACUERDO, o sea, ¿qué ciudad queremos y cómo queremos que funcione) como ya hice notar al principio de esta entrega eso no sucedió y no necesito ni hacer todo un desglose jurídico, filosófico o entregar un tratado sociológico sustentando en estadísticas para encontrar y COMPRENDER que a los ciudadanos de la Ciudad de México no les interesa CONTRATARSE SOCIALMENTE.

Luego entonces al no cumplirse dicho requisito se vuelve a regenerar el círculo vicioso que venimos viviendo por más de doscientos (200) AÑOS en este país, y que consiste en el NO CUMPLIMIENTO DE LA LEY.

En lugar de haberse gastado tanta energía en el esfuerzo y tantísimo dinero para lograr un pedazo de papel que nadie va a respetar nos hubiéramos enfocado e invertir en seguir fomentando la participación de la ciudadanía en la acción de gobierno y la toma de decisiones, así como el de encontrar soluciones racionales a problemas específicos y prioridades que nos lleven a consolidar un verdadero Estado de Derecho, una funcionalidad social.

Tremendo dilema seguimos atravesando en nuestra insalvable realidad como nación. Esperamos un “mesías” que mágica, omnipotente e instantáneamente venga a solucionar todo, nunca llegará, no existe ni existirá tal hombre o mujer. Por otro lado se convoca a un esfuerzo COLECTIVO, o sea de todos para ponernos de acuerdo y, plantear, marcar las pautas para salir adelante y pues tampoco funciona.

Efectos consumistas que quedan más claros que nunca, nuestra sociedad de consumo en su desordenada y disfuncional estructura quiere resultados y  placer inmediatos, porque para eso paga (impuestos, ¿los pagan todos?), para eso contrata productos y servicios encarnados en personas igual de consumistas.

Y la solución salta a la vista, el común denominador para construir un mesías o trazar una ruta colectiva que nos lleve a consolidar a nuestro país está ahí, en LA PARTICIPACIÓN CONSTANTE Y PERMANENTE EN EL NEGOCIO DE GOBERNAR, en primero que nada ponernos de acuerdo en lo QUE QUEREMOS. NO HAY OTRO CAMINO, NO HAY

OTRA FÓRMULA, y perdóneme, yo no puse las reglas del juego, así son las cosas y no hay otra forma de jugar este juego.

El problema se encuentra en que alguien nos vendió la idea o nosotros ESQUIZOFRENICA Y SOÑADORAMENTE construimos el concepto que para vivir en sociedad tenemos que pagar y que otros lo hagan por nosotros, cuando ese PRODUCTO y SERVICIO que es la democracia solo puede funcionar con la participación constante, permanente y la vigilancia de los ciudadanos a sus gobernantes, todos los días no solo en los que hay que ir a votar.

¡Qué coincidencias! Estas películas de las REFORMAS ESTRUCTURALES y la CONSTITUCIÓN DE LA CDMX (que son lo mismo en esencia) ya las había visto, y no en el salinato, o en 1917 o 1857 y demás años constituyentes, más reciente, en el año de 1999 – 2000. Sucedió en la Ciudad de México y sus resultados fue sumir en una letrina y próxima a exterminar a una de las instituciones más queridas y de las que los mexicanos nos habíamos sentido más orgullosos. ¿Quieren saber cuál es, cómo ocurrió y cuántas coincidencias saltan a la vista? Al tiempo… Una vez más y cuantos millones sea necesario: “El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”, pero como ahora todo es instantáneo fue bien rápido y con los mismos actores.