En el momento en el que nuestros políticos consumistas a todos los niveles conocidos, comienzan a saberse de la furia de la sociedad de consumo mexicana por las alzas de la gasolina que a su vez ya han empezado a disparar precios en distintos productos de la canasta básica – fracasó también la reedición de su pacto de estabilidad y crecimiento económico -, las muestras de “conciencia” o “solidaridad” de algunos gobiernos estatales y municipales e instituciones como el INE no se hacen esperar: habrá recortes presupuestales, se aprietan el cinturón.

Si bien hay propuestas muy loables por parte de funcionarios que merecen no solamente el reconocimiento público, sino también un aplauso para tratar de disminuir los inexplicables gastos de las tan azotadas finanzas publicas de este país, seguimos - a mi muy personal punto de vista - cometiendo los mismos errores, o sea, aunque se nos quiera vender que si lo hacen nuestros gobernantes, no se prevé el futuro.

Con un escenario en donde la “gallina de los huevos de oro” se terminó, en donde se tienen que “adelantar” los eventos programados en la alza de precios de los energéticos porque el “exterior” así lo determinó, con un país en donde no se recauda todavía eficazmente los impuestos a niveles municipal, estatal y federal, con una volatilidad incontrolable del precio de nuestro nuevamente muy devaluado peso contra el dólar, con una contracción comercial internacional y con ello el retiro de inversiones millonarias por empresas transnacionales en territorio nacional, no solamente se prendieron ya no los focos, se formó un nuevo sol rojo en México y siendo previsores ante una crisis económica de mayor escala a la que vivimos el riesgo sigue siendo el inexplicable y abusivo endeudamiento.

Y es que a todo lo mencionado en el párrafo anterior sume usted los malos manejos de los presupuestos en todos los ejemplos conocidos de Estados de la República en donde incluso algunos gobernadores se han dado a la fuga, y otros en donde ya fueron endeudados hasta el tope condenando a generaciones enteras a pagos de dichos préstamos, pero con la posibilidad de que nuevas legiones de gobernantes lleguen para pedir más de lo que ya se adeuda y entonces entre renegociaciones dobles y triples hipotecas jamás se pueda pagar, y lo peor, nunca más se nos vuelva a prestar peso o dólar alguno.

En esta realidad, porque es una realidad, lo imprescindible es amarrar de una vez por todas y para siempre las manitas de nuestros gobernantes y los que lleguen a posteriori. Con una medida de imponer la contratación de CERO DEUDA, no solamente se orilla a una más acelerada reorganización de los gastos públicos a todos los niveles, les quitamos un aliciente a los políticos corruptos para que no sigan haciendo de las suyas.

Cierto, toda regla tiene una excepción y buscar la etiqueta de cero deuda pública debe considerar la excepción cuando se presenten desastres naturales de proporciones apocalípticas que obliguen a recurrir a pedir nuevamente prestado para que se puedan salvar vidas lo más pronto posible, así como el restablecimiento de la infraestructura en donde se presenten dichos fenómenos, pero solo naturales, no los originado por el “mercado” internacional.

Un ejemplo de verdadera RESPONSABILIDAD y SENSIBILIDAD SOCIAL nos lo ha dado ya uno de los estados más pequeños, pero también de los más pobres de nuestro país, no es otro que  nuestra hermana república de Tlaxcala, quienes desde ya casi una década han legislado la contratación de CERO DEUDA para solventar las necesidades y prioridades del Estado, provocando una mejor y responsable captación de impuestos y un mejor gasto de lo que se recauda a nivel municipal, estatal y desde luego de la mochada que reciben de la federación.

El esquema de cero contratación de deuda no solamente modifica y sanea las medidas recaudadoras y gastos del erario de un estado, sino que también provoca una real y acelerada búsqueda de mecanismos para que esas económicas locales se desarrollen acelerada y responsablemente mirando hacia el interior de sus sociedades e impulsando sus sectores productivos primero y antes que nada.

Con el ejemplo tlaxcalteca nos queda claro que existen prioridades en eso de amarrarles las manitas a los gobernantes, incluso antes de generar sistemas anti corrupción que más parecen sistemas incitadores de la impunidad. Con una medida como la no contratación de deuda, entonces se enfrenta, se confronta a la sociedad con su verdadera realidad, haciendo que esta busque salidas viables y duraderas a corto, largo y mediano plazo.

Es una realidad, por ejemplo, que aquello de la penalización de deudas civiles que viene incluida en una de las geniales y maravillosas reformas estructurales del actual régimen – la financiera -, va acompañada, o sea, va de la mano con la optimización de sistemas como el buró de crédito – que la neta tampoco sirve para más que señalar a los deudores – o la eficiencia y funcionalidad de instituciones que si ya existen y otras que se crean. Creemos entonces, un candado para que las otras instituciones y sistemas funcionen, condenemos de una vez y para siempre la contratación de deuda pública.

En México la deuda pública es un sin sentido – usted no me dejará mentir – porque cuando la economía es estable, hay superávit o las finanzas son sanas – sí soy un iluso -  se pide dinero por esa razón y se supone se invertirá en infraestructura que las más de las veces cuesta el triple de lo que debe costar o bien nunca aparecen las obras en las que se supone se iba a ocupar todo ese dinero pedido. Y obvio, cuando se está en crisis económica como se han dado casos – es muy raro que pase en México -, ese dinero sirve para “quemarlo” u ocuparlo en inversiones que no promueven el desarrollo económico y solo engordan los bolsillos de algunos cuantos, o en lo general una robusta y pesada burocracia.

Un esquema como el de deuda cero es la primera piedra para que verdaderamente funcionen convocatorias como la desobediencia civil en casos de emergencia, porque como la medida de no adquirir deuda fomenta una mejor captación de impuestos para implementar servicios básicos y cubrir necesidades, prioridades, entonces cuando esos servicios o infraestructura no aparece o no satisface las necesidades de las comunidades, la respuesta inmediata del ciudadano es no pagar más impuestos porque no se ocupan en lo que se debe y con ello sí impacta en realidad.

Además genera una verdadera corresponsabilidad y refuerza el vínculo entre gobernante y ciudadano, ni qué decir del valor civil agregado de cuidar el patrimonio de bienes no solamente privados, sino los públicos por encima de los primeros.

Se oye y se ve muy bien los ajustes de cinturón y los reordenamientos del gasto – falta ver si los cumplen, si los concretan – pero también debemos voltear hacia el futuro y detener los malos manejos y las medidas arbitrarias de regímenes autoritarios. ¿Es necesario que le mencione que para concretar esto necesita presionar al máximo a sus diputados locales, federales y senadores?

Reordenar el gasto público, ajustarse los cinturones, vigilar el destino y la implementación del dinero de todos, o sea, el dinero que se componen las finanzas públicas ya es una tarea impostergable a la que los ciudadanos de cualquier sociedad de consumo le tienen que entrar si aspira a que por lo menos las cosas funcionen medianamente bien.

El esquema de deuda cero no es la solución a todos los problemas por los que atravesamos, pero es una medida que ataca uno de los orígenes de la salud y buen funcionamiento de una sociedad que está acostumbrada a despilfarrar dinero que en la mayoría de los casos ni siquiera genera.

¡Qué coincidencias! Las gallinas se secan porque precisamente se consume más de lo que pueden producir, o sea, se les condena a que satisfagan necesidades que la mayoría de las veces no existen, meras prácticas consumistas. Reordenar el gasto, vigilar el destino de los dineros públicos y desmantelar burocracias son también políticas, reglas del librito neoliberal. ¿Se habrán implementado en México después de tantos años gobernándonos de esa manera?