Como ya se ha hecho costumbre, desgraciadamente ya es un ciclo histórico, cada elección electoral, no importa si es federal, local, intermedia o presidencial, siempre queda un mal sabor de boca, siempre se apela al fraude, siempre se denuncia la extremada y brutal cantidad de violaciones, o delitos electorales cometidos, e irremediablente se invoca a la generación de una nueva reforma electoral. Sí, otra.
Ni qué decir del Frankenstein que se creó en 2007 y uno peor en el 2012-2013, son verdaderos atentados a la inteligencia, contadas sus bondades o los elementos que enriquecieron el sistema electoral, sus creadores, políticos o legisladores no me dejarán mentir, mucho menos el electorado mexicano.
No obstante que el quejarse del marco jurídico en nuestro país se ha convertido en una estrategia y mecanismo infaltable para impugnar algún resultado electoral o denigrar al ganador de tal o cual elección, si es cierto que vivimos momentos para reformar la cuestión electoral, de forma urgente.
Como ya se venía escribiendo en este espacio, la necesidad de otra reforma electoral es impostergable, pero desgraciadamente no se va a ver porque no son los tiempos adecuados, la sucesión presidencial ya se echó a andar y el proceso electoral presidencial del 2018 ya está a la vuelta de la esquina, si habrá una nueva reforma electoral ésta se dará necesariamente en los dos primeros años del nuevo sexenio.
Y para variar las reformas las va a plantear e imponer el que resulte en segundo lugar en las preferencias electorales y su partido, alegando que han sido lastimados y heridos por la impunidad, la ilegalidad, lo endeble de las instituciones, la corrupción y los intereses de los poderes fácticos que siguen moviendo los hilos de este país y del mundo mundial. Sí, ajá.
¿Qué partido o actor político de los que hoy se encuentran en la arena electoral puede presumir de no haber manoseado la legislación electoral en los últimos 20 años aunque sea tantito? Todos son responsables de los muchos avances que se generaron en 1997, pero más de los retrocesos impuestos en los dos últimos marcos jurídicos que han dejado el más grande de los malestares, la más grande de las indigestiones.
Y en vez de voltear a ver el marco electoral de 1997, que desde la perspectiva de la ciudadanización fue la que entregó los mejores dividendos, se invocan a más gandalladas y de plano disparates o “ideas”, como la segunda vuelta electoral, que por REALIDADES que vivimos HISTÓRICAMENTE en el país es inviable y pretende seguir imponiendo no solo los caprichos de los que ostentan el poder, además quieren legitimar lo que es imposible seguir legitimando y legalizar más abusos, para que cuando después de que llegue el final del próximo proceso electoral en donde se aplique, se diga que no funcionó, que fue un abuso y solo abundó la “injusticia” y la inequidad.
Ya habrá tiempo de analizar específicamente sobre la segunda vuelta electoral para dejar claro que sería no solo ineficiente su aplicación en nuestro marco jurídico electoral, sino que además dejaría más malestar y una mayor ilegitimación del “ganador” o los “ganadores”. Para pronto a reserva de abundarlo responsablemente, la segunda vuelta electoral es inviable en un país en donde por un lado hay brutales niveles de abstencionismo y además una tradición cultural del no respeto a la ley.
¿Será el no respeto a la ley el origen de cada elección no se respetan los resultados y se construye un nuevo marco electoral peor a su antecesor?
Siempre he manifestado que el verdadero fondo de la corrupción que tanto se invoca en los últimos tiempos en todos lados como el enemigo a vencer es eso, una tradición cultural, aunque haya muchos a los que el término no solamente les cause comezón, descalifiquen e incluso no entiendan. Esos detractores, que ni explican el fenómeno y mucho menos lo solucionan no obstante que son “académicos” o “políticos” con la capacidad y el poder para abordar de lleno ese cáncer que nos aqueja.
Las leyes electorales no dejan de ser leyes y entonces parecería obvio que generar una ley en un país en donde sistemática y culturalmente no se respeta la ley pues es una pérdida de tiempo, solo seguiría regenerando el círculo vicioso del problema que nos quejamos.
El ámbito electoral es la excepción a esa “regla”, porque como nos quedó claro en 1997 (y la alternancia que vivimos en el año 2000), desde los modelos electorales o los sistemas electorales en donde verdaderamente se empodera al ciudadano, y este tiene verdaderas oportunidades de acceder al poder, con ello se rompen otros modelos o sistemas como los de los partidos políticos tradicionales y de esa forma sí se enriquece o bien se aportan verdaderos y reales avances a las formas de gobernar, o sea a la forma de dominar legítima y democráticamente.
Esto fue perfectamente entendido por partidos políticos y grupos de poder, después de la reforma ciudadana de 1997 ni tardos ni perezosos comenzaron a toquetear y toquetear al modelo hasta sacar de las partes importantes de la jugada a los ciudadanos, el problema aquí fue que lo permitimos como ciudadanos porque ilusamente pensamos que votando, contando bien esos votos y “respetándolos” se solucionaban todos los problemas del país.
El destino nos alcanzó y ahora será más difícil imponer otra vez la perspectiva ciudadana para tomar la sartén por el mango y poder desde lo electoral acotar a nuestros políticos de consumo y consumistas y también comenzar a dar forma a una real y funcional política de consumo mexicana según sus realidades y no tratando de importar modelos o ideas de otros marcos electorales internacionales que solo empeorarían el momento o de plano la harían más infuncional.
Lo que no podemos seguir generando ni ciudadanos ni actores políticos y los tan mencionados “poderes fácticos” son más parches mal pegados, más remedios o más “desto mismol” para solucionar la indigestión electoral, no se necesitan de ideas pasajeras, se necesitan de cambios estructurales, pero no como los platica el gobierno federal, verdaderos cambios electorales que vayan de la mano del ciudadano.
El problema fundamental radica ahí, que por un lado los ciudadanos perdimos el “control” del sistema electoral y para recuperarlo tenemos que someter a nuestros políticos consumistas, sus partidos políticos y a todos aquellos o a aquel que “mueve los hilos” y es obvio que no se van a dejar así como así, recordemos el papelón que hicieron legisladores y demás agregados culturales con la tan mencionada ley 3 de 3.
Pero el problema se hace más profundo cuando esos políticos consumistas generan el nuevo marco electoral y ese marco lo único que provoca es que no soluciona nada ni para sus mismos creadores, porque entonces se agrava al cien mil por ciento la crisis de credibilidad, y así la ley y su consecuencia que son las instituciones no pueden solucionar el problema o los problemas y se deja de creer tanto en ley, instituciones, políticos y hasta ciudadanos.
Tenemos tremendo lío encima y solo con una participación ciudadana activa y constante, más una verdadera actitud de servicio por parte de nuestros políticos consumistas y partidos políticos podremos generar un marco jurídico electoral y sus respectivas instituciones que nos saquen esta indigestión que se ha vuelto permanente.
Antes de los comicios del 2015 que dejaron la última de las indigestiones electorales que actualmente vivimos en este espacio se planteaba una serie de artículos invocando a otra reforma electoral, se fueron planteando elementos, vivencias e ideas que enriquecen y son evidentes para la construcción de un nuevo marco electoral, incluso se plantearon la idea de otras personas, se suspendieron porque no sería ético, ni viable, ni inteligente plantear cambios electorales durante un proceso porque sería boicotearlo y eso no se vale.
Entonces, así las cosas, regresan los artículos sobre otra reforma electoral para ir lanzando más ideas que reformen verdaderamente ese marco tan indispensable para este país y sus ciudadanos, para ir también encontrando salidas para todo lo demás que nos aqueja.
Lo ideal es recordar todas esas ideas que se fueron generando para que no se las lleve el viento y sirvan de marco introductorio para el objetivo común que es cambiar verdaderamente las cosas, pero por la vía legal e institucional, aunque parezca imposible conseguirlo.
¡Qué coincidencias! Cuando terminaron los comicios del 2015 por ahí se dijo y se escribió que lo que causaba más indigestión electoral era el abstencionismo (incluso se le llamó indolente, huevona a la ciudadanía). ¿Cómo voy a votar por candidatos que no me convencen? ¿Votar por alguien que no me convence no sería fomentar y reproducir el consumismo político? Se dijo y se escribió que se debe politizar a la ciudadanía. ¿No esos que lo afirman vivieron de la capacitación electoral y la hicieron fracasar? Estos y más disparates se siguen reproduciendo, por los mismos que quieren imponer otra reforma electoral.