Déjeme le cuento amig@ que a mí me crió mi abuelita materna con una exacerbada fe católica, me enseñó desde a santiguarme, rezar, demás misterios y tradiciones, esto me llevó a los 12 años a dar catecismo a los niños de 6 años que empezaban su preparación para hacer su primera comunión. Con el paso de los años, pues obvio uno crece y comienza hacer preguntas que vulneran a la fe católica y a las santas escrituras, entonces cuando eso ocurría pues mi abue se enfurecía y me gritaba ¡Lutero!, acto seguido se impactaba algún objeto o verdura en mi cabezota, cuando regresaba la luz a mis ojos y la conciencia, me quedaba claro que ese adjetivo era algo muy malo.

Tiempo después me enteré que no era una cosa o simple adjetivo sino una persona la que se llamaba así, Martín Lutero y que es como lo sigue siendo Nicolás Maquiavelo tachado de malévolo y ser indeseable (ambos dos eran algo muy cercano a un pan de Dios). Lutero es quien fragmento a la iglesia católica convencional y generó la corriente protestante, fenómeno que se celebró ayer a nivel mundial y el invitado especial fue nada menos y nada más que su santidad el papa Francisco quien entre otras cosas en un interesante discurso que se reventó, aceptó que la obra, la acción de Martín Lutero es “INAPELABLE”, o sea, en el seno del catolicismo ya no hay condena a este histórico personaje.

Muchas cosas han cambiado en la iglesia católica desde que León XIII escribió la encíclica de Rerum Novarum (fue este documento la que genera el nacimiento de la Doctrina Social de la Iglesia y eso conllevaría a la concepción de la Democracia Cristiana entre otras cosas)que convirtió al catolicismo en lo que hoy conocemos, dicha reforma en mucho se debe al poder competir de tú a tú con la obra marxista que les comenzaba a comer el mandado, pero fundamentalmente por actualizar la fe católica con los beneficios y evidencias proporcionadas por el protestantismo al grueso de la humanidad, o sea, la iglesia católica trato desde ese entonces en convertirse en un dogma más flexible, menos grotesco e inquisidor.

Martín Lutero se reveló al autoritarismo católico y muy particularmente a la jerarquía de la iglesia que en ese entonces tenía muchísimo más poder que el que ahora le conocemos y construye con aliados políticos otra religión más adhoc a las formas de consumo que imperaban en aquella época. Si gusta conocer más sobre este personaje lo invito a que vea aquí un resumen de su vida y obra a manera de complemento didáctico.

La primera consecuencia fundamental que tuvo la rebelión de Lutero fueron las guerras de reforma que se pueden resumir en la separación del Estado con la Iglesia, y esto lleva junto con pegado el haberle quitado bienes al negocio religioso y tenerlos a raya para que no intervinieran en las cuestiones que tienen que ver con la cosa pública, o sea, la república o el gobernar. O sea, que no se metieran en cosas que no les importan aunque sí les importaran y mucho.

Esos aires de reforma y la idea de la separación Iglesia – Estado llegaron a nuestro país en tiempos de Benito Juárez, y poca gente sabe que el Benemérito de las Américas tenía totalmente claro que para que esas reformas funcionaran óptimamente tenía que introducir a la religión protestante para que compitiera con el dogma católico, pero, además de ser una empresa demasiado ambiciosa y casi imposible de implementar en un país católico hasta el tuétano, Juárez nunca se decidió totalmente en impulsar la nueva religión porque sus creencias estaban más conectadas con los ritos masones.

No sería hasta aproximadamente 30 años después de la publicación de la Rerum Novarum de León XIII que el titán de titanes de las ciencias sociales, el profesor judío alemán Max Weber, le haría el justo reconocimiento al legado del protestantismo a la humanidad con su obra titulada: LA ÉTICA PROTESTANTE Y EL ESPÍRITU DEL CAPITALISMO, la cual puede leer aquí si le interesa abundar en los conceptos del profe Weber. En el texto Max Weber reconoce que el motor del capitalismo son las prácticas culturales de los protestantes, o sea, sin protestantismo no se puede concebir ni imaginar y en una de esas ni existir este sistema económico.

Escribe Weber: “ Cuando se pasa revista a las estadísticas profesionales de aquellos países en los que existen diversas confesiones religiosas, suele ponerse de relieve con notable frecuencia un fenómeno que ha sido vivamente discutido en la prensa y la literatura católicas y en los congresos de los católicos alemanes: es el carácter eminentemente protestante tanto de la propiedad y empresas capitalistas, de las esferas superiores de las clases trabajadoras, especialmente del alto personal de las modernas empresas, de superior preparación técnica o comercial. Este fenómeno lo hayamos expresado en las cifras de las estadísticas confesionales, no sólo allí donde las diferencias de confesión coinciden con las de nacionalidad y, por tanto, con el distinto grado de desarrollo cultural (como ocurría en la Alemania oriental con alemanes y polacos), sino en general, allí donde el avance del capitalismo, en la época de su mayor auge, tuvo poder para organizar la población en capas sociales y profesionales, de acuerdo con sus necesidades”.

Así las cosas la “separación” Iglesia – Estado se da en un marco de negociación y lucha dentro de la arena o coliseo político, pero en realidad la injerencia de la religión como fundamento de reproducciones culturales o rituales cotidianas es inseparable para la evolución misma tanto de la economía como de la política, y este hecho ya es notorio también en el trabajo del profesor francés Emilio Durkheim quien es fundamento teórico de Max Weber.

Pero además, no solamente en el funcionalismo de Durkheim o el “liberalismo” de Weber podemos encontrar la misma dinámica, en la obra de un contemporáneo del profesor alemán encontramos casi, casi la misma metodología y los mismos resultados. Me refiero a la obra del marxista Antonio Gramsci, que es como mencionaba contemporáneo de Weber, jamás se conocieron y jamás se leyeron pero escribieron de lo mismo con grandísimas semejanzas en la forma de analizar su momento histórico.

Tanto Gramsci como Weber escriben del trabajo científico, uno de los intelectuales orgánicos y otro de la separación entre el científico y el político; los dos hablan que de lo que se trata la cuestión social es una lucha por dominar legítima y racionalmente al otro. Si se hace un comparativo entre la obra de los dos y de cómo abordan los temas de análisis, coinciden uno del lado “liberal” y el otro del lado “marxista”, ya no se sabe quién es el de “izquierda” y quién el de “derecha”, al final del ejercicio vence la idea de que es la idea la que precede a lo material y que para transformar las condiciones materiales de la existencia hay que pensar y generar la idea primero.

En lo que también coinciden es que Weber escribe del protestantismo  y Gramsci escribe del catolicismo como formas y manifestaciones culturales esenciales para lograr la realidad social, o sea, que lo religioso es un detonante fundamental e imprescindible para entender y que se materialice lo social, lo económico, lo político y demás agregados o resultantes.

La separación de Iglesia – Estado y también una consecuencia heredada del positivismo científico, la separación de la emoción de lo racional, tienden a magnificar y el exacerbar el divorcio y perder las constantes culturales que dan forma a los roles y la realidad social, sin el protestantismo y sus consecuencias esto no sería tan notorio e indispensable para abordar la realidad desde una perspectiva científica y transformadora.

Hoy que en México se viven vientos reformadores valdría la pena preguntarse: ¿Los diseñadores de las maravillosas reformas estructurales tuvieron siempre presente que dichos cambios solo se podrían concretar si son compatibles con los rituales y creencias religiosas en nuestro país? Obvio: NO. Esa es otra de las garantías para que dichas reformas fracasen.

En el afán de hacernos “competitivos” y “desarrollarnos” se tratan de imponer soluciones que obedecen a rituales y conductas distintas a las que imperan en México, como es el caso de lo religioso. En otras palabras, a manera de metáfora, se nos quiere hacer hablar inglés, cuando con muchos esfuerzos hablamos mal el español.

Es indispensable que para poner en marcha una política social, una reforma de gran calado o cualquier cambio que tenga como objetivo funcionalizar o transformar lo social, se tomen en cuenta dichas creencias, dichos roles, dichos rituales, para eso, para que sean funcionales, o sea, para que funcionen.

¡Qué coincidencias! Es lo religioso visto desde la perspectiva del consumo en donde se nota aún más que el consumo es lo que determina todo, que el consumo es el que creó al capitalismo, al esclavismo, al feudalismo e infinidad de procesos o modos de producción, no puede ser al revés, y esto pone en evidencia que aquellos que siquiera insinúan o aclaman que el consumo es producto del sistema capitalista son unos irresponsables, por escribir lo menos. Son las religiones una muestra de que el consumo llegó a su clímax mucho antes, pero muchísimo antes de llegar a la era de las sociedades de consumo. ¿No me cree?