Uno de los elementos fundamentales para que las sociedades actuales se hayan convertido en sociedades de consumo, o si usted prefiere, uno de los comunes denominadores para que el consumo haya entrado a su etapa de clímax, fue aquella premisa que encontraron los empresarios y comerciantes en las sociedades capitalistas desarrolladas a la hora de vender sus productos: “El cliente es el que manda”, o “al cliente lo que pida”.
Fue en ese momento cuando la última fase capitalista de la era industrial y mecánica, y la primera de la era electrónica comenzó su transformación, el mundo pasó de ser dominado de los productores por los consumidores.
El consumo lo determina todo, así es ahora y así ha sido siempre. Una de las características fundamentales de las sociedades de consumo es que es una era, una etapa orgánica y estructural, o sea, una forma social, política y económica totalitaria.
El fenómeno de la electricidad y sus diferentes variantes ejemplificadas en cualquier cantidad de medios que tienen como objetivo el restarnos trabajo y estrés para poder vivir lo más cómoda y placenteramente, hacen instantáneo el ir y venir de la información y con ello también la idea fundamental del sistema por el cual el consumo se reproduce: todos somos un producto – servicio o un servicio - producto a ser consumido para poder sobrevivir y también regenerar el sistema en el cual nos desenvolvemos.
Actualmente vivimos y entramos en el momento de clímax de la era de las sociedades de consumo, y aquí el consumo siguiendo religiosa y dogmáticamente su idea principal trata de convertir todo a esta forma de producto o servicio y viceversa, incluyendo a la política y también aquella construcción social milenaria y iusnaturalista que había permitido la cohesión y el “control” social en un gran “Leviatán” u organismo que garantizara los derechos de todos y principalmente de cada individuo: el Estado.
Con respecto a la política, esta se convierte en política de consumo, puesto que los políticos, no importa la doctrina ideológica que ostenten, pasan a convertirse en productos y servicios, que la sociedad de consumo contrata para satisfacer sus deseos, restar trabajo, garantizar placer. Si estos productos - servicios, los políticos de consumo, no cumplen con lo ofertado, con las propuestas que ellos mismos establecen para ser “contratados” por la sociedad, entonces se convierten de políticos de consumo en políticos consumistas, que es la forma agravada del consumo que nos hace consumir cosas que no necesitamos, o sea, productos inservibles, que en lugar de restarnos más trabajo y generar placeres “permanentes” por medio de soluciones, solo nos acarrean más problemas.
Es oportuno recordar una de las garantías, de los axiomas básicos del consumo, que es que cualquier producto o servicio nunca debe otorgar el placer o funcionamiento TOTAL, para que el consumo se siga reproduciendo. Grandísima paradoja de las premisas fundamentales de la era que vivimos actualmente.
Ahora bien, en la era de las sociedades del consumo, “el medio es el mensaje”, esto quiere decir que todos y cada uno de los medios de comunicación o cualquier extensión o prolongación del cuerpo humano creados para restarle trabajo y generar placer al individuo y a la sociedad, generan un ambiente que “amputa”, corta la sensibilidad y la funcionalidad de la parte prolongada del cuerpo, provocando un ambiente de hipnotismo, un enamoramiento del medio que se utiliza y provoca furor.
Pongamos un ejemplo claro de cómo mutan y evolucionan los medios en la era de las sociedades de consumo, provocando efectos nada alentadores y benéficos para el ser humano y la sociedad, o sea, provocando más consumismo, o sea, cómo las sociedades de consumo se convierten en tiranías y/o tribunales sumarios que solo buscan linchar y expulsar o extirpar tumores o productos y servicios que no le generan “placer” o beneficios.
La televisión es una prolongación del ojo humano, de la vista, estúpidamente se le llamó por muchos “la caja estúpida” y minimizaron sus servicios así como sus efectos, es más aún ahora que ha sido desplazada por la nueva plataforma del internet, ni siquiera se valoran sus elementos sustanciales y los efectos o amputaciones que generan. Uno de esos efectos fue que provocó que la democracia se viviera viendo las noticias de la noche o los programas de opinión de “expertos” politólogos.
En palabras de Marshall MacLuhan, la imprenta dio a luz al libro que creó la individualidad política, el punto de vista del individuo, rompiendo con el consenso de grupo o la sociedad. Pero con la imprenta también nació el periódico que provocó el nacimiento de la opinión pública y la acción y participación de la sociedad en la toma de decisiones, o sea, en la acción de gobierno.
La televisión vino a reformar ese efecto haciendo que todos concedieran con su punto de vista desde casa, lo individual se convirtió en público al ver la televisión o las noticias porque de pronto todos sabían más unos de otros desde la comodidad de su hogar, ni qué decir de lo masivo del medio al concentrar ese punto de vista de millones de personas en momentos o instantes.
La democracia pasó a convertirse en una acción de mirar y no participar excepto en las manifestaciones que hacían parecer que se “tomaban decisiones colectivas” como son las jornadas electorales, o sea, el ir a votar y nada más. La televisión se convirtió en una herramienta fundamental que hacía muy fácil el gobernar por los Estados o gobiernos que sabían leer y manejar su lenguaje “natural” o implícito.
La televisión contribuye entonces a que las decisiones las tomen los expertos, los especializados, característica fundamental de la era mecanizada y la teoría de los sistemas, y esa opinión “erudita” era la que gobernaba por medio de difusión televisiva.
Empero el consumo y sus brazos tecnológicos evolucionaron y nacieron las computadoras personales, y posteriormente la world wide web, o el internet que no es más que la prolongación del sistema nervioso central del hombre. Hace ni siquiera 10 años vimos el nacimiento de las redes sociales que convierten al internet y a las sociedades de consumo en entes tiránicos.
Son las redes sociales las que invierten el predominio de la televisión y el “control” de la opinión pública por “expertos eruditos”, en las redes sociales, todos escriben, todos comentan, todos participan, todos interpretan. La monopolización o duopolización de la opinión pública se rompió en miles de millones de partículas.
Mucho se ha escrito que en los modelos neoliberales o liberales e incluso en modelos social demócratas o marxistas ortodoxos otro de los componentes para el control social, de la opinión pública o de la acción de gobierno es el minimizar los efectos de los modelos educativos, generando cada vez más individuos con pocas capacidades críticas y creativas. Esta característica sumada a lo escrito en el párrafo anterior y a las ideas fundamentales de la lógica y ética del consumo se convierten veneno puro para cualquier gobierno y Estado en conversión a su modelo de consumo.
Sin especialización, extiéndase, un siquiera básico nivel educativo, componente fundamental para poder vivir esta nueva era de las sociedades de consumo, todos saben de todo y todos son expertos en todo, por lo instantáneo y accesible que se vuelve la información con el internet, entonces, cuando un producto – servicio, llámese político de consumo o consumista no cumple con lo que promete o con el servicio para el que fue contratado, genera displacer que automática e INSTANTANEAMENTE es vomitado por la sociedad de consumo vía redes sociales, es linchada por la “asamblea popular”, por la voluntad popular, muy como la pensó Juan Jacobo Rosseau.
El displacer u odio que genera un político consumista al ser evidenciado en actos de corrupción (fenómeno incompatible con el clímax de la era de consumo) asociado a su ineficacia como producto o servicio, o sea, por no cumplir con lo que ofertó (que debe ser INSTANTANEO, paradójicamente para el consumidor “no hay plazos ni etapas” solo placer automático), solo puede generar un linchamiento masivo que se amplifica totalmente con matiz democrático, el objetivo entonces es no solo vomitarlo de la sociedad de consumo, sino exterminarlo.
Por otro lado, este fenómeno que se evidencia con los linchamientos masivos en redes sociales, hace que salten a la vista la falta de mecanismos o formas de participación y/o funcionalidad de programas de gobierno. O sea, si algún programa funciona mal, a medias, o de plano no respeta un derecho ciudadano, este limitante encuentra salida por el internet y las redes sociales amplificando el displacer hasta el punto que llegue la “destitución democrática”. Lo mismo se puede notar que pase en países desarrollados o en vías de desarrollo, o sea, en sociedades de consumo con alto o pequeño desarrollo.
Valgan todas estas líneas para advertirles a TODOS los “demócratas” del mundo no importando su posición geográfica en el mapa teórico político universal, que el referendo o referéndum como control o acotamiento de los políticos de consumo o consumistas no es más que otra práctica consumista que provocaría el colapso de cualquier sistema democrático, porque las condiciones estructurales de la era que vivimos así lo determinan.
Muchos fenómenos, muchos efectos, un efecto estructural: la construcción de sociedades tiránicas, o la tiranía de las sociedades de consumo. Ya no falta mucho para que les haga una entrega de cómo la falta de credibilidad es inherente, o sea, esta implícita en la idea básica del consumo, o sea, la crisis de credibilidad que vivimos mundialmente se debe al consumo y su fase actual, ya que le cuento la que vivimos en nuestro país. Insisto pero no me quieren creer, el consumo lo determina y ha determinado todo.
¡Qué coincidencias! Espero esto explique en algo lo que le ocurre al presidente de México y al connotado Nicolás Alvarado el segundo renunciado producto del linchamiento masivo en mucho JUSTIFICADO que se dio en las redes sociales. Se ven.