No escribo mucho en este espacio sobre Donald Trump, nunca me ha gustado hacerle el caldo gordo a ese tipo de abominaciones, a las construcciones y materializaciones de la estupidez. Una cosa es vivir del escándalo, como lo hace Andrés Manuel López Obrador, con los riesgos que eso implica para su imagen política y personal, otra muy diferente es hacer de la sandez y sus derivados una plataforma política de manera sistemática, como es el caso de Vicente Fox o Donald Trump.
Lo que vimos ayer a la hora de la comida, un “penoso” evento transmitido prácticamente en cadena nacional entre el presidente de México y el “futuro” presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, gabacholandia para que me entienda, ha despertado cualquier cantidad de emociones, nada favorables para Peña Nieto y supuestamente para el país. Mire usted, si las redes sociales mataran de forma material, ayer se hubiera consumado el linchamiento del Presidente de México.
Si creo que Enrique Peña Nieto está muy urgido de “hazañas” para levantar la percepción que se tiene de él en el país, no creo que lo de ayer haya sido una misión suicida. Estoy convencido, que lo que intentó el Presidente de México, es darle el suficiente matiz de realidad a la hipótesis de: ¿qué pasaría si Donald Trump fuera el presidente de los USA? No puedo concebir, aunque todo apunta que es así, que el Presidente de México haya cometido el error que se dice cometió.
Muchas casas encuestadoras de los USA, encuestadoras serias, que no se equivocan y no se han equivocado, y dudo que lo hagan en esta ocasión (no como otras), mantienen con muy pocas posibilidades a Donald Trump como ganador de la presidencia del vecino país, pero por aquello de las dudas: ¿Por qué no asegurar, desde acá, desde México, o por lo menos contribuir lo más que se pueda, a que Donald Trump no sea el elegido? Obvio, sin intervenir en un proceso que solo concierne a los norteamericanos.
Despojémonos por un segundo de la emoción, de la tripa que nos domina y concentrémonos en la imagen de ayer, con Donald Trump embestido como virtual presidente de los USA. Correcto, a eso lo elevó Enrique Peña Nieto con su invitación, parado junto a él de tú a tú. Un presidente norteamericano que con su discurso es la antitesis de la política y tradición económica del país más poderoso del mundo.
Un presidente que sigue insistiendo en generar barreras para que esa economía siga creciendo. Que propone un muro como la principal barrera, pero que recula ante la más mínima presión, ahora solo dice que solo construirá ese muro, pero ya no afirma que lo vamos a pagar lo mexicanos.
Un presidente que discrimina, con su trato a los trabajadores que provienen del vecino país, a los de Centro y Sudamérica. Pero que a la más mínima presión, recula y después se dice admirador y amante de las nacionalidades de dichos trabajadores señalados y so bajados.
Un presidente que es ferviente impulsor de una tradición armamentista, que se dice y se sostiene porque cualquier ser humano porte un arma para “defenderse”, no obstante eso provoque matanzas en escuelas o tiroteos en lugares públicos, y a la más mínima presión recula, cede y admite que el tráfico de armas y de dinero en efectivo a su vecino del sur es algo que se tiene que atender.
Un presidente que acuerda en privado con su homólogo del débil país vecino del sur, reconoce el acuerdo posteriormente en una conferencia de prensa a la vista de todos, pero después manda a mentir a sus brazos comunicativos, a sus simpatizantes y soportes que son dueños de las cadenas de información más poderosas de mundo.
¿Qué posición debió adoptar Enrique Peña Nieto ante un candidato con mínimas posibilidades de ganar la presidencia de los USA? ¿Atacarlo, arrojársele encima de manera violenta, o sea, lanzar tarascadas? ¿Ser diplomático? Si como candidato no lo podía y no debía atacarlo ferozmente, ¿cuál sería el trato que debe darle siendo presidente de la nación más poderosa del mundo? O sea, si como candidato no debe ni puede vulnerarlo alevosamente, siendo presidente menos.
Ayer vimos, mejor dicho, los estadounidenses vieron el futuro. Nosotros los mexicanos, leemos mal el presente. Para variar y no perder la costumbre nos consumió la emoción, el momento.
El mensaje para los estadounidenses es un presidente en el que no pueden confiar. ¿Por ese individuo van a votar? Es una señal fuerte y clara para las comunidades latinas, afro americanas y el electorado SENSATO en nuestro vecino país. No veo cómo lo que sucedió ayer pueda fortalecer o beneficie a Donald Trump, sino todo lo contrario, cayó en su propia trampa, en su propia trompada.
Estoy convencido que Peña Nieto buscó una hazaña, pero no de efecto inmediato, ni de corto plazo. ¿Es una coincidencia que solo se dejó preguntar a los periodistas norteamericanos que buscaban la confrontación y que fueron sentados en primera fila? La hazaña se irá concretando y se consumará en el mediano y “largo” plazo, o sea, en noviembre de este año. Se buscó y se está trabajando un rebote.
Ayer, aparentemente sin pensarlo, se jugó entre la figura y la forma. Lo que corroborará lo que aquí se escribe, son los próximos análisis de los expertos norteamericanos; el manejo de la información en los otros medios que no apoyan a Trump; la reacción y la movilización feroz de los que no votarán por Trump y muy especialmente la posición y el discurso que asuma la señora presidenta Clinton con lo que ayer sucedió en México y muy particularmente en su próxima visita.
Así como hay cosas que parecen muy bellas para ser ciertas, lo de ayer parece muy, demasiado y extremadamente estúpido para ser verdad. La duda radica si se le ocurrió a Enrique Peña Nieto y su equipo de asesores, o alguien más y les pidieron montarla. Al tiempo.
¡Qué coincidencias! En alguna reciente entrevista que nadie peló, Enrique Peña Nieto, avisaba que no trabajaba para recibir las mieles de la aceptación, de los aplausos, de la percepción (aunque toda su carrera política haya trabajado para ello), que él trabajaba para tomar las decisiones difíciles que a México le convenían. Yo no se en otros temas, pero en este en especifico, en lo que sucedió ayer con la visita de un payaso, le creo.