Hace apenas unas semanas se anunciaba con bombo y platillo que en el ranking mundial de universidades publicado por Times Higher Education, la universidad de Oxford había desbancando del primer lugar a la prestigiada e histórica universidad de Harvard. Los medios nacionales en nuestro país hicieron la anotación que la UNAM, nuestra Máxima Casa de Estudios, se encontraba en el lugar 501 de dicho listado internacional.

Si bien no se hizo mucha alharaca del lugar que ocupa la UNAM en dicha medición, no falto quien festejara tímidamente. El problema es que no hay nada que festejar y esta medición internacional no hace más que evidenciar algo que se venía recalcando de unos años para acá: la UNAM se desploma como institución académica.

El Times Higher Education (THES) no es el único parámetro para poder corroborar o medir el impacto o desempeño de las instituciones educativas a nivel mundial, pero es el sistema más preciso por toda la gama de variables que considera, y es un gran reflejo que nos ubica en el contexto tanto nacional como internacional.

Este instrumento que rankea a las universidades en el mundo ubicaba a la UNAM en el año de 2004 en el lugar 195. Para 2005 en el lugar 95; en 2006 el 74; 2007 – 192; 2008 – 150; 2009 – 190; 2010 – entre el lugar 350 y 400; 2011 – 178; 2012 – entre el lugar 300 y el 400; 2013 – entre el lugar 300 y 400; 2014 entre el lugar 300 y 400; 2015 – entre el lugar 400 y 500. Para 2017 como se anunciaba ya se encuentra por debajo de los 500 primeros lugares.

Desplome total. Si consideramos que en 2006 la UNAM obtuvo el lugar 74 en este sistema de medida que es reconocido por la propia institución se perdieron no uno, ni dos, ni tres, ni cincuenta, ni cien, ni doscientos lugares, se cayó 427 lugares. Si leyó usted bien CUATROCIENTOS VEINTISIETE LUGARES.

En los otros sistemas de medida como el de la Universidad de Jiao Tong Shangai o el de la QS World University Rankins, la UNAM se mantiene o bien sube en su posición a nivel mundial, el problema con estas listas es que no son tan precisas ni manejan la cantidad de variables que el THES.

Así las cosas, con este instrumento de medición que es el Times Higher Education nos revela y comprueba totalmente un fenómeno que venimos documentado año con año y que es la caída estrepitosa de la calidad académica y liderazgo de Nuestra Máxima Casa de Estudios, no hay excusa, no hay argumento alguno para justificar el rotundo fracaso de las reformas emprendidas en los rectorados de José Sarukhán Kermez, Francisco Barnés de Castro, Juan Ramón de la Fuente (PRIMORDIALMENTE) y José Narro Robles.

El paquete de reformas y la promesa de renovación y competencia le llegó a la UNAM en el año de 1995 cuando en el rectorado de José Sarukhán Kermez implementa en el ya desaparecido Colegio de Ciencias y Humanidades reformas estructurales que pretendían mejorar la calidad educativa del sistema de bachillerato de la UNAM y elevar la eficiencia terminal de los estudiantes de los CCH´s. Escribo que los CCH´s han desaparecido porque fundamentalmente este modelo educativo dejó de ser Colegio y se convirtió en Escuela Nacional, se le sigue llamando Colegio por cuestiones administrativas, pero ya no lo es.

Esa fue una de muchas de las reformas. Un colegio es un conglomerado de distintos niveles académicos, por ejemplo, en donde hay kínder, primaria, secundaria y preparatoria. En los CCH´s además de bachillerato se contaba con una unidad de posgrado, el mejor de la UNAM, la reforma de 1995 y 1996 se lo llevó para nunca más volver. Se reformaron los planes de estudios y también se impulso el “presionar” a los alumnos para que terminaran en cierto tiempo, de no hacerlo perderían el “pase automático” a cualquier licenciatura, y además se condicionaba a tener un promedio mayor a 7 de calificación, para eso para lograr el mencionado pase.

Otro importante tema que se modificó fue el de la esencia y el modelo educativo del Colegio inventado por el Doctor Pablo González Casanova que promovía el autodidactismo dotando de herramientas significativas a los alumnos para que aprendieran a hacer, aprendieran a ser y aprendieran a aprender (le parece familiar a lo que se pretende con la nueva reforma educativa). Fue tal el éxito de esa idea del Doctor Pablo González que el modelo CCH se adoptó en Francia como modelo del sistema de bachillerato público. También se perdió.

Esas reformas a los CCH´s en 1995 provocaron un movimiento encabezado por Adolfo LLubere y Fernando Belauzarán (entre muchos otros) que se dedicaron a cerrar los planteles en protesta y para contrarrestar dichas reformas. Jamás tuvieron el apoyo de la totalidad de las comunidades, tanto de alumnos como de profesores y debido a su falta de claridad en lo que pretendían y centenares de cosas raras que sucedieron dentro del movimiento fracasaron, pero ojo al parche, al final del día se cumplieron los vaticinios que muchos profesores serios y respetables hicieron al paquete de reformas que después de más de 20 años no cumplieron sus objetivos.

Así las cosas y con el “éxito” de haber implementado ese paquete reformatorio en uno de los bastiones más grillos de la UNAM, al término del rectorado del doctor Sarukhán, Barnés de Castro toma las riendas de la institución y pretende aplicar muchas de las reformas aplicadas a los CCH´s, pero con una que en nada simpatizó al grueso de la comunidad universitaria: el cobro de cuotas.

Estalla la huelga que se radicaliza por la aparición del grupo conocido como los ULTRAS, encabezado entre otros por el multi conocido MOSH. Este grupo se haría del control del movimiento (perderían apoyo y fuerza del grueso de la comunidad precisamente por radicales) y terminaría con la entrada de la Policía Federal a las instalaciones de la UNAM para romper la huelga, ya para ese momento Barnés había caído y en su lugar el Doctor Juan Ramón de la Fuente se erige como el rector de la Máxima Casa de Estudios de nuestro país.

Con una  más que atinada manera de conciliar y negociar ante los distintos grupos de poder y sectores de la UNAM, el doctor De la Fuente implementa una cuantiosa cantidad de reformas para elevar la calidad de la educación y la eficiencia terminal en la UNAM, incluidos planes de estudio, límites de tiempo para concluir las carreras; la conversión del Sistema de Universidad Abierta en un modelo semi escolarizado, más y nuevas formas de titulación, entre muchas otras. Todo apuntaba que dichas reformas elevarían en mucho la calidad educativa.

Con ocho años al frente de la UNAM, el Doctor Juan Ramón de la Fuente implementó todas las reformas que quiso, se allegó de la simpatía de la comunidad universitaria, muestra de ese arrollador carisma y “efectividad” administrativa fue que durante todo su rectorado no hubo un solo cierre de plantel, escuela o facultad.

Su sucesor José Narro Robles inicio su rectorado de también 8 años con el cierre de una escuela, no obstante supo salvar ese obstáculo y continuó con la implementación de reformas y puesta en marcha de las que le heredó su antecesor, pero ya comenzaba a sentir el fracaso de los cambios implementados, y los brutales errores que cometió.

Es durante su rectorado en donde caen los mitos de que los estudiantes no terminan por falta de interés o ausentismo. Los “problemas” administrativos, la baja formación educativa con que llegan los alumnos a la UNAM, las graves condiciones económicas de los estudiantes y su salud son problemas fundamentales para que los alumnos no concluyan sus estudios y de hacerlo lo hacen con un bajo rendimiento académico.

TODAS las reformas implementadas en la UNAM desde hace más de 20 años han fracasado y el desplome, el fracaso aún no termina, la Máxima Casa de Estudios seguirá en caída libre si tomamos en consideración la venta de drogas en los planteles, la falta de seguridad, el nepotismo y cualquier cantidad de fenómenos que la tienen abajo del lugar 500 del ranking mundial de universidades.

¡Qué coincidencias! Es el Doctor Juan Ramón de la Fuente quien encabeza el grupo asesores del gobierno de la CDMX para elaborar la nueva Constitución, todo lo que ha planteado dicho grupo apunta al fracaso de dicho instrumento jurídico de vanguardia. ¿Y qué decir del Doctor Narro? Aparece como presidenciable con semejantes credenciales. El común denominador de estos dos médicos es que son excelentes para diagnosticar los males, pero pésimos para implementar tratamientos y soluciones, para muestra un botón.