“Doctor psiquiatra, ya no me diga tonterías.” <br><br>
Gloria Trevi
Hay que reconocer que Enrique Krauze es más inteligente que Pablo Hiriart –habitan la misma geometría–, más exquisito, menos burdo. Si Hiriart inventa (sin diagnóstico, sin fuente confiable, al “ai se va”) una enfermedad demencial que padece el presidente Andrés Manuel López Obrador, el psiquiatra Krauze escribe en Reforma que “la psicología de López Obrador se ha vuelto destino sexenal”. ¿Qué diablos debemos de entender por “psicología”? ¿Cuál es el diagnóstico de Krauze, el profesional de la psiquiatría y de la psicología? ¿Para Enrique “psicología” es “comportamiento”?
El docto Krauze diagnostica que Gustavo Díaz Ordaz fue un paranoico; Luis Echeverría, megalómano; José López Portillo, narcisista. Enrique evita diagnosticar a sus patrocinadores Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. ¿Cuál es la enfermedad mental de Andrés Manuel?
Krauze, como el apócrifo Freud de la reciente serie de Netflix, distorsiona. Dice que AMLO es indulgente con los criminales, ¿con cuántos?, ¿quiénes?; severo con las víctimas, ¿con las miles de víctimas en México?; que ejerce una “furia destructiva”, ¿qué ha destruido furiosamente?; “desafiante actitud ante la pandemia”, ¿por las medidas implementadas en la Fase Uno y Dos? ¿Porque desde el 22 de mayo la OMS felicitó el trabajo y la gestión del gobierno de Andrés Manuel ante el coronavirus?
Desubicado en la historia, el doctor psiquiatra, Enrique Krauze, activa sus nervios pilomotores y se angustia porque en medio de esta crisis la vida de más de cien millones de mexicanos depende de la “psicología” de quien detenta el poder supremo: “Nunca antes la vida de tantos mexicanos había dependido, no de tan pocos, sino de uno solo”. Pues eso, Perogrullo, nunca antes en la historia habíamos sido tantos y nuestras vidas, la sociología no se le da a Krauze, nunca dependen de un solo hombre. Por lo demás, sugerir que López Obrador es peor que cualquier tlatoani, virrey, Porfirio Díaz o Díaz Ordaz, es un desquiciamiento histórico.
Después de intensas y múltiples sesiones en el consultorio examinando al paciente, el psiquiatra Krauze diagnostica: “Él mismo vive inconsciente de su psicología. Y, lo peor, es inconsciente de esa inconsciencia. El resultado está a la vista: mucho daño, poco bien”. No, pos sí. Con esa tesis muy académica, muy científica, Enrique, aunque neumofónico, se gradúa con honores. ¡Aplausos!