Apenas ayer se cumplieron 27 años del concierto con el que México regresó al circuito del rock. Aquel 9 de abril pero de 1989, el hombre de la blonda cabellera en el Estadio “La Corregidora” de Querétaro presentaba una serie de conciertos como parte del world tour de su reciente producción, el disco Out of Order, que junto con los discos posteriores, el Vagabond Heart (1991) y el Unplugged and Seated (1993), significan (a mi muy personal punto de vista) la cúspide de la carrera musical del británico.

Roderick David Stewart no venía con las manos vacías, buena parte de lo recaudado en esa gira estaba siendo destinado a la UNICEF y además le dona 10 millones de pesos (de aquellos muy devaluados pesos) a una casa hogar del Estado de Puebla. Stewart no podía ser la excepción de la corriente rockera que se sumaba a causas benéficas generando toda una tradición de responsabilidad social y acción directa a  los problemas que azotan y azotaban al mundo.

A 27 años de distancia el asistir a un concierto en México ya es algo sumamente habitual y “civilizado”. Los chavos de ahora solo resienten (como también en aquel entonces) los altos costos de los boletos para poder ver a sus rock star preferidas, pero las diferencias sustanciales radicaban en que habíamos sido “expulsados” del circuito del rock por “salvajes”, por no sabernos comportar, todo ello producto de los lamentables eventos como los de Avándaro en 1971 o la presentación de Queen en Puebla en el año de 1981. Ojo al parche, eso se decía y había evidencias de que era real.

Pero también quedaba en el ambiente la evidencia de que mucho de lo que provocaba este comportamiento era la mala organización de la gente que quiso y materializó dichos eventos. Cuando sucedió Avándaro se tenía más que presente la herida de lo sucedido el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, pero también la matanza de los “Halcones” en junio de 1971. O sea, los chavos estaban muy encabronados y sumamente reprimidos. Hechos que sumados formaban un coctel muy explosivo, si tomamos en cuenta la euforia que desata el rock y los conciertos o festivales.

Para 1989 si bien las heridas de esas matanzas no dolían tanto producto del desgaste del tiempo, la situación social no era absolutamente nada agradable entre devaluaciones, fraudes electorales y demás aditamentos. Paralelamente el boom del movimiento “Rock en tu Idioma” y también la nueva era del éxito de estaciones de radio juvenil, de formato joven (Rock 101 y WFM entre muchas otras), hacían que el rock se convirtiera en uno de los principales medios de salida para la expresión juvenil.

Uno de los documentos audiovisuales que mejor reflejan el ambiente social que imperaba en el momento que los conciertos de Rod Stewart se efectuaron en 1989, fue aquel programa de Oscar Cadena, Cámara Infraganti. En esos tiempos Oscar Cadena era (con sus muy acentuadas diferencias) algo así como nuestro Michael Moore.

El programa se transmitía en Televisa y el periodista quería retratar los excesos y abusos de los CIUDADANOS, o sea, algo así como el hacer notar que si nos iba como nos iba en este país se debía a la gente de a pie. Nada descabellada la idea, pero nunca se evidenciaba totalmente el otro lado de la moneda, el abuso de poder de las autoridades en un régimen totalmente autoritario.

Entendamos la posición de Oscar Cadena, no podía adoptar una postura totalmente crítica por vivir en un régimen que lo censuraba todo y además trabajaba en la televisora que era el medio de salida y “el soldado” del régimen priista. Pero no obstante, siempre encontraba la manera de SUTILMENTE evidenciar los abusos de poder.

Caso concreto el programa referido a los conciertos de Rod Stewart en Querétaro. Además de resentir esa realidad autoritaria, Cadena tenía que adoptar y exhibir el discurso de los “jóvenes banda salvajes” por la simple y sencilla razón de que él trabajaba en Televisa gracias a la familia De Llano Macedo, Luis de Llano Macedo fue uno de los organizadores de Avándaro y necesariamente aparece entrevistado en dicho programa exacerbando el tema del salvajismo y la incivilidad. Necesariamente es insistente en el discurso la idea de que los organizadores no tenían nada que ver si las cosas resultaron o resultaban mal.

Con lo que no contaban Cadena, De Llano, Televisa y el régimen priista, es con la realidad de lo que ocurrió ese día y siguió ocurriendo en este país por mucho tiempo.

Los organizadores del concierto de Rod Stewart eran Miguel Alemán Magnani, Emilio Azcárraga y nada menos y nada más que el querido, connotado y respetado Alejandro González Iñárritu, que en ese entonces hacía un gran trabajo en WFM 96.9 de la banda de la frecuencia modulada en la Ciudad de México.

Como lo narra cierta y valientemente el Negro Iñárritu en un programa radiofónico producido por Radioactivo 98.5 F.M. a principios de la década de los noventas, intitulado “México en Vivo”, el permiso se consiguió a regañadientes no obstante que unos meses atrás se habían presentado en la Ciudad de León, Miguel Ríos y Carlos Santana, con saldo blanco y éxito rotundo.

La empresa que manejaba los intereses de Rod Stewart, les había puesto cualquier cantidad de condiciones estratosféricas en dinero y productos en especie, en palabras del Negro: “… nos pedían papel de baño de tal o cual color…”. Había cláusulas en el contrato de que se podía cancelar el concierto cuando ellos quisieran a voluntad sin regresar un solo dólar de lo pagado por adelantado. Los organizadores aguantaron, se movieron y no había excusa para que no se llevaran a cabo dichos espectáculos.

Se mandaron a imprimir los boletos al gabacho porque no había imprenta en México que pudiera hacerlo con parámetros de seguridad requeridos y ahí empezó el problema. En la aduana, se interceptaron los boletos y se generó una doble impresión, si, había doble boletaje, sobrecupo garantizado. A esto sume todos aquellos que no tenían boleto y querían entrar.

Caos asegurado. En el video del programa de Oscar Cadena aparece el zafarrancho pero se le atribuye solo a todos aquellos que querían entrar sin pagar. Los organizadores desarrollaron incluso un mecanismo para que aquellos que no tenían boleto y no tenían para pagarlo pudieran entrar trabajando como voluntarios en la organización del concierto, pero no contaban con la falsificación.

Piedras, naranjas, botellas, gases lacrimógenos, volaban raudos y veloces por los cielos e impactaban la humanidad y cabezas de los presentes en los accesos. Perros de presa sueltos para contener los accesos del estadio y dentro de él. Salen los responsables de administrar los intereses de Rod Stewart, encaran a los organizadores mexicanos, y les notifican que todo se cancela. Corren a avisarle a Rod, este se asoma, ve lo que sucede y contesta, no se cancela nada: “Esto es Rock and Roll” y señala todo lo que está sucediendo.

Con estadio retacado a todo lo que daba (ahí están las imágenes), Rod Stewart entrega un más que emotivo y exitoso concierto que de no ser por uno que otro descalabrado y algún lesionado que se cayó de un piso elevado por eufórico, hubieran contado con saldo blanco. Los conciertos en Guadalajara y Monterrey corrieron con el mismo exitoso destino y con saldo blanco.

Rod Stewart se fue de México contento, orgulloso y generando las mejores recomendaciones a sus colegas y empresas de que en México se vivía al máximo el Rock and Roll. Gracias a esos elogios y recomendaciones, gracias a Roderick David Stewart usted y yo podemos vivir “civilizadamente” un concierto de rock en cualquier lugar de nuestro país.

A 27 años de distancia, hoy es y seguirá siendo evidente que si en México algún concierto de rock fracasa, se cancela o termina con alguna desgracia se debe a la falta de una organización responsable. 27 años después, sabemos, porque es cierto, válido e innegable que los elevados costos de dichos espectáculos se deben a los intermediarios y organizadores, si no me cree, pregúntele a Esteban Patricio Morrissey, o a los mismísimos integrantes de  Pearl Jam, quienes tuvieron el valor de presentar el tema ante la Suprema Corte de Justicia allá en los USA.

Hoy México no escapa ni escapará al debate presentado por Pearl Jam en torno a que los “intermediarios” hacen inaccesible o elitista el acceso a un espectáculo al que todos tienen derecho u oportunidad de asistir. Si bien 27 años después de aquel concierto en Querétaro hoy existe más competencia de empresas dedicadas a la organización de estos eventos, el monopolio sigue siendo el mismo, los conciertos son sumamente costosos y muchas de las participaciones de los artistas y el servicio que se nos da en dichos espectáculos, dista mucho de lo que realmente vale.