La salida de Carmen Aristegui de MVS es un golpe severo contra el periodismo crítico y de investigación. Su silencio es relevante ante la uniformidad de opinión oficialista que prevalece en la mayoría de los medios informativos, representa un retroceso en la vida pública, ya que durante años su voz ha sido el contrapeso necesario y deseable en la construcción de un sistema democrático.   

Para llegar a la raíz del problema se requiere solo una pequeña dosis de sentido común, era evidente la incomodidad que el noticiero provocaba en la clase política, acostumbrada a no ser cuestionada, no rendir cuentas y a vivir bajo el cobijo de la impunidad. Los principales beneficiarios del cierre del programa son los que ostentan el poder. Los hechos recientes confirman la restauración del régimen autoritario, muestran a un gobierno decidido a eliminar a quienes desde su perspectiva se opongan a su proyecto, así lo dejó entrever el pasado mes de diciembre el jefe del gabinete cuando afirmó que no cederían aunque la plaza pública pida sangre ni a saciarían el gusto de los articulistas, aquella declaración fue una amenaza.

Por otro lado, son mal intencionados, serviles o de plano inocentes aquellos que reducen el conflicto a un asunto laboral, de negocios o al ámbito privado. El despido según la empresa  obedece al mal uso de la imagen y a no ceñirse a los lineamientos institucionales. Visto desde un enfoque netamente empresarial, es un hecho que las compañías imponen políticas internas que deben ser cumplidas de forma obligatoria por sus empleados, sin embargo una empresa de medios de comunicación debe ser analizada desde otra óptica por la enorme responsabilidad social que tiene, el rol que desempeña y la influencia que ejerce en la sociedad la cual es determinante para el desarrollo o estancamiento de un país.

En beneficio de la pluralidad, en rechazo al control mediático y en contra del suministro de información para las masas, el espacio de Aristegui debe ser restituido, no se requiere ser  partidario de su trabajo para reconocer que su presencia es imprescindible.