El próximo domingo 11 de agosto se realizará la elección interna del PRI para renovar de su dirigencia nacional en un ambiente controvertido, tenso, de irregularidades y de presunta simulación. 

Ambiente controvertido y tenso 

En 2016 el PRI perdió 7 de 12 gubernaturas debido a la falta de resultados en las políticas públicas implementadas por el Gobierno de Enrique Peña Nieto, donde después de un inicio promisorio con el Pacto por México y las Reformas Estructurales, éstas no tuvieron el impacto esperado en materia económica, educativa y social. Además, las diferencias políticas entre los grupos de Osorio Chong, Luis Videgaray y Manlio Fabio Beltrones fueron determinantes en los resultados electorales para que el PRI no alcanzara las victorias esperadas. 

Datos de la Encuesta Nacional de Vivienda “Seis Años de Gobierno: Evaluación Final” realizada por Consulta Mitofsky en noviembre de 2018, indicaron que el sexenio de Enrique Peña Nieto terminó con una aprobación del 24% la más baja en los últimos 5 sexenios, muy lejano de los ex presidentes Carlos Salinas de Gortari que finalizó su mandato con una aceptación del 77%; Ernesto Zedillo que concluyó con el 66%; Vicente Fox que culminó con el 59% y Felipe Calderón que terminó su presidencia con el 53%. 

Como se puede observar hablando de presidentes de extracción priista, el gobierno peñista ha sido el de más baja aceptación. Lo anterior, fue el resultado del incremento de la inseguridad y violencia en el país, el aumento de la deuda pública, los hechos de corrupción donde se destacan los casos de la Casa Blanca, la Estafa Maestra, el de Odebrecht, y el de Lozoya Austin-Pemex. 

Aunado a ello, la corrupción de los ex gobernadores priistas, detonó una crisis sin precedentes en la vida social, política e institucional del país y al interior del propio partido tricolor, sobre todo por sus deficientes resultados en materia de gobernabilidad, seguridad, estado de derecho, política social, transparencia y rendición de cuentas en el destino de los recursos públicos. Esto llevó a la promesa del nuevo PRI a ser sólo eso, una promesa, lo cual lo debilitó en credibilidad, confianza y como opción política frente a los ciudadanos.   

Previo a la elección presidencial, Enrique Ochoa Reza renunció a la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PRI debido a que nunca fue aceptado totalmente por el priismo tradicional, lo cual sembró aún más la incertidumbre en una militancia que veía y presentía un tsunami electoral por parte de Andrés Manuel López Obrador y su partido Morena.    

El PRI llegó al 1 de julio de 2018 dividido, desgastado social y políticamente con un candidato presidencial con un alto perfil técnico, pero muy distante de las causas sociales donde nunca conectó con las bases de la militancia y mucho menos logró convencer a los ciudadanos de que él podía cambiar el rumbo del PRI y del país.   

Los resultados fueron los perores de la historia electoral del priismo, la selección de candidatos sin trabajo territorial, sin arraigo y su comportamiento de élite política le dieron sentido y la razón al discurso de Andrés Manuel López Obrador, por lo que, se concretó la catástrofe del partido que una vez fue llamado hegemónico. 

Ambiente con irregularidades y de presunta simulación

Sin Presidente de la República, con los sectores priistas debilitados y sin la claridad del rumbo social y político que debe tomar, el PRI nuevamente está dividió, echando culpas y polarizando su vida interna reflejando su estado anémico de poca reflexión y que deja ver una lucha de poder contra poder, colocando en medio de la reyerta a la poca y aún fiel militancia que queda, haciendo que cuadros valiosos de su vida partidista tomen distancia en el proceso interno o renuncien a su militancia de décadas. 

Al respecto, la renuncia del Doctor José Narro Robles como candidato a la presidencia del CEN y militante del PRI, señaló que el proceso de renovación de la dirigencia era una simulación, donde se había manipulado el padrón de militantes para beneficiar a Alejandro Moreno y que el Presidente de la República estaba metiendo las manos en el proceso interno del partido tricolor. 

Estas irregularidades señaladas por el Doctor José Narro quitaron legitimidad al proceso priista, ya que el ex rector de la UNAM y ex Secretario de Salud contaba con aportes suficientes para llevar al PRI a un cambio de forma y fondo debido a su experiencia política, social, académica y como servidor público, pero la cargada política de los gobernadores priistas encabezada por el mexiquense Alfredo del Mazo no lo acompañó y alineó a los demás a la causa de Alejandro Moreno Cárdenas, con excepción de Claudia Pavlovich de Sonora. 

Hoy, Ivonne Ortega Pacheco y Alejandro Moreno Cárdenas, y los frentes que los respaldan se encuentran enfrascados en un debate de dimes y diretes, alejando totalmente la posibilidad de forjar una posición ideológica de oposición con la que se construya una plataforma que represente las causas más sensibles de la población, esto alimenta aún más la simulación y el deterioro de la credibilidad del Partido Revolucionario Institucional.     

Coincidentemente al proceso interno en las últimas semanas salieron a relucir denuncias por desvío de recursos públicos o algún delito cometido por algunos ex funcionarios del gobierno peñista destacando el caso Lozoya y el de Rosario Robles; también hubo declaraciones, por ejemplo del Gobernador de Hidalgo, Omar Fayad, quien acusó a las administraciones que lo antecedieron haberle heredado un sistema de salud estatal con corrupción, cabe señalar que en la entidad hidalguense siempre ha tenido gobernadores priistas.

También los intercambios en declaraciones entre el ex gobernador Javier Duarte y el Senador Miguel Ángel Osorio Chong, donde el primero señaló que su aprehensión fue pactada y que Osorio Chong había estado de acuerdo, obviamente el actual Senador negó esos dichos; y la reapertura del caso Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre por el presunto  delito de Trata de Personas, todas estas situaciones han acompañado al proceso interno para la elección de la Presidencia y la Secretaría General del Comité Ejecutivo Nacional para el periodo estatutario 2019-2023.

Consideraciones 

El PRI está ligado a la historia institucional y a la construcción ideológica postrevolucionaria, democrática y moderna de México; ha tenido aciertos políticos sociales, educativos, económicos y culturales, así como desaciertos y lamentables hechos de represión social que lo han marcado por décadas, pero su mayor error es que con el paso del tiempo olvido sus raíces de izquierda que fueron diluyendo las causas sociales que hicieron que tuvieran una estructura territorial que fue en su tiempo analizada por sistemas de partidos de otros países. 

Esto desdibujó su ideología, alejándose de las bases, del territorio y volviéndose un partido político de élite que formó una generación de cuadros más preocupados por la imagen y las redes sociales que por la desigualdad social. Adoptó a la socialdemocracia como su corriente ideológica, que más pareció una posición a modo para jugar en el poder, y no tomar una visión política verdadera frente a los ciudadanos. 

El Priismo llega a esta elección interna con un poco más de 6 millones de militantes, un padrón que durante todo el proceso fue duramente cuestionado; llega sin rumbo, sin ideología no se sabe si tomará el rumbo de una oposición responsable, pero no entregada al modelo político que está construyendo MORENA; ¿seguirá sus fundamentos de izquierda? ¿Se inclinará a la derecha? O ¿seguirá en el camino cómodo y difuso de la socialdemocracia?, que por cierto, con base a esta corriente ideológica tampoco alcanzaron las metas planteadas.   

Hoy la fuerza del priismo ya no radica en los sectores como la CNOP, la CNC y la CTM, ahora nuevamente está en manos de los gobernadores el futuro del PRI, y por lo tanto, es de pronóstico reservado. 

Puede que durante mucho tiempo no veamos a un PRI con liderazgos de alto nivel en el debate político, ideológico y académico que lo reflejen en las causas sociales, económicas de nuestro país como lo fueron: Lázaro Cárdenas del Río; Adolfo López Mateos; Jesús Reyes Heroles; Luis Donaldo Colosio; Jesús Silva-Herzog Flores; Rosario Green; María de los Ángeles Moreno y aunque se fueron para fundar al PRD también tienen un reconocimiento por sus raíces priistas Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y Porfirio Muñoz Ledo, por mencionar algunos nombres.

Todos ellos en su momento histórico aportaron voluntad democrática y alentaron al fortalecimiento del Estado, de la política social y económica de nuestro país para que fuera un referente internacional. 

Hoy parece paradójico, pero la democracia de nuestro país necesita al PRI fortalecido  como oposición, no como aliado comparsa de la 4T que poco a poco ha disminuido la capacidad de acción de las instituciones que los propios priistas durante décadas construyeron como gobierno y oposición. 

El próximo domingo serán los priistas de convicción quienes decidan quién será su próxima dirigencia.