La buena aceptación que los gobernantes tienen de sus ciudadanos es por una razón que se puede resumir de una forma muy sencilla: creen en ellos y, de algún modo, tienen más razones para sentir cierto grado de satisfacción que manifestaciones de descontento.

En una sociedad como la nuestra donde aludir al gobierno es connotación inmediata de corrupción, no nada fácil lograr que el ciudadano opine bien de sus autoridades. Sin embargo, y por lo mismo,  la  excepción establece la diferencia.

De acuerdo a las encuestas de Arias Consultores, la

la gran mayoría de los 32 gobernadores de este país están reprobado en materia de desempeño general.

De hecho solo tres gobernadores se encuentran en el rango del 50 por ciento más uno, en términos de aceptación ciudadana, en sus respectivos Estados y, en su figura presidencial, se encuentra Andrés Manuel López Obrador con un alto grado de aceptación ciudadana que, de acuerdo a un sondeo publicado por El Financiero, el 80 por ciento de los encuestados aprueba las acciones del mandatario en el combate al huachicoleo, sin contar, por el momento, otra decisión que reforzará su popularidad y que tiene que ver con facilitar los pagos a los deudores del INFONAVIT en beneficio de millones de trabajadores.

En relación a los gobernadores, destaca especialmente la gestión de Quirino Ordaz Coppel en Sinaloa y el establecimiento de una relación con AMLO muy especial, por no decir que suigeneris.

En su gira por Sinaloa, El Ejecutivo Federal avaló “con todo” la gestión de Quirino y fue enfático al señalar que el Mazatleco era un buen gobernante “y si no les gusta no me importa”. Una frase, sin duda, que ni el propio Peña Nieto la hubiese expresado.

De buena fuente se supo que el Presidente López Obrador traía muy bien los números de las encuestas que sustentan la buena aceptación ciudadana de Quirino en Sinaloa, al grado incluso de que se lo confesó. “Mi pecho no es bodega”, dijo el Presidente al expresar abiertamente su apoyo al mandatario estatal en un evento masivo en Guasave.

Más allá de los encantos personales entre AMLO y Quirino, son tres los factores que al Tabasqueño le han llamado la atención de las acciones de gobierno en Sinaloa: 1-Mucha obra abajo, es decir, en colonias, sindicaturas y ejidos; las obras intermedias pero, sobre todo, las grandes obras que detonarán aún más el desarrollo de Sinaloa.

2- La relación de Quirino con la Secretaría de la Defensa Nacional y su modelo estatal de seguridad pública y 3- El

modelo transversal para seguir el tránsito, evaluar y auditar la aplicación de los recursos públicos en cualquier materia de gasto e inversión pública en tiempo prácticamente récord. Se trata del “Modelo Yan”, llamado así porque fue diseñado y es operado por una de las personas más capaces y honestas en esta materia: María Guadalupe Yan Rubio, actual Secretaria de Transparencia y Rendición de Cuentas del gobierno Quirinista. Por supuesto, una tarea técnica y científica que, de entrada, se ha establecido como el mejor filtro y freno contra cualquier intento de corrupción. Es decir, una garantía para detectar a tiempo el desfase o el empate entre el uso del recurso y sus resultados, al igual que su comprobación correspondiente ante la instancia federal. He aquí parte fundamental de la lucha contra la corrupción.

En cuanto a la obra, es cuantiosa, por ejemplo, en términos de pavimentación en colonias y ejidos, sin que los beneficiados paguen un solo cinco. Se contempla aquí la rehabilitación de caminos y carreteras troncales así como la infraestructura de agua potable y drenaje.

Hay obras intermedias como la interconexión entre sindicaturas y los grandes centros urbanos:

En Ahome la carretera Mochis-Topolobampo, la Mochis-Ahome; en Culiacán la interconexión hasta cuatro y seis carriles con Imala y Ciudad Educativa donde también se ha construido infraestructura médica como el Hospital Pediátrico y el Centro de Atención para Autistas; la salida sur al aeropuerto internacional; la avenida al Sauz y la ampliación del boulevard Rolando Arjona y Pedro Infante, donde la movilidad urbana más importante de Culiacán será enormemente agilizada. En todo esto se contempla obras que se realizan en las riberas de la zona del “Tres Ríos” y cuya tendencia es concretar un anillo o circuito que interconecte prácticamente a toda la ciudad, incluyendo la incorporación de transporte público moderno cuyos primeros cien camiones ya están operando, independientemente del proyecto “Metrobús” cuyos recursos ya están en gestión.

Otro tema tiene que ver con las grandes obras como la Presa Santamaría, la Presa Picachos, la Carretera Badiraguato Parral, la interconexión entre el municipio de San Ignacio y Durango y la interconexión Choix-Chihuahua.

Por cierto, la mayoría de estas obras, desde que asumió López Obrador la presidencia, se comprometió apoyar y lo reiteró en su más reciente gira por Sinaloa.

En cuanto a la Seguridad Pública, se tiene que reconocer que Sinaloa ya no es tema en materia de alta incidencia delictiva porque ha sido rebasado con creces por Guerrero, Michoacán, Veracruz, Tamaulipas, Jalisco y Coahuila.

Sin duda la intervención del Ejército y la Marina en tareas policiales y de persecución del delito ha dado buenos resultados, particularmente en zonas, entre Navolato y Culiacán, donde los grupos delictivos dominaban y que hoy son combatidos frontalmente debido a la instalación de una zona operativa militar permanente en el área conocida como el Saúz.

De hecho, Alfonso Durazo, Secretario de Seguridad Pública Federal, ha tomado como modelo la operación policiaca-militar en Sinaloa, para darle antecedente, fundamento y operatividad a lo que será la Guardia Nacional.

La “química” entre el Presidente López Obrador y el gobernador Quirino Ordaz no es solamente personal, sino que hay un arduo trabajo de por medio.