Para algunos, la creación de los coordinadores estatales de Programas para el Desarrollo de la Presidencia de la República creados por Andrés Manuel López Obrador, son una especie de gobernadores paralelos.
En otros casos, los llaman gobernadores plurinominales.
No son vicegobernadores, como algunos lo han dicho erróneamente, porque no responden a los gobernadores en turno. Más bien parecieran ser gobernadores paralelos porque, en los hechos, estarían a la par de los titulares del Poder Ejecutivo, que mal que mal, fueron electos en las urnas.
El poder político y económico que consiste en tener a su cargo la coordinación de todos los programas federales y delegaciones de gabinete nacional, sin duda rivalizará con el de cualquier gobernador. Es una vitrina envidiable.
Incluso ya hay quienes, indignados por lo que denominan “atentado al federalismo”, comparan a estos coordinadores con la figura de jefes políticos de la colonia o el porfiriato.
Aunque también hay ejemplos en los tiempos modernos. Recordemos que Peña Nieto nombró a Alfredo Castillo como delegado en Michoacán, lo que resultó ser una especie de gobernador de facto ante el vacío de poder en esa entidad.
El análisis de este tema no es sencillo.
Para empezar, el actual modelo no funciona y alienta la opacidad. Durante años, a los gobernadores se les entregaron recursos y terminaron utilizándolo en cuestionadas operaciones, lo cual tuvo su culmen en casos como los de Javier Duarte. Los delegados como representantes de las secretarías del gabinete, también absorbían recursos.
Es más. Muchos de ellos ni siquiera se sabe qué hacen o quiénes son. Ser delegado es como tener una beca.
En un inicio, el planteamiento de López Obrador parece positivo en dos sentidos: cuidarle las manos a los gobernadores y ahorrar recursos.
Los partidos tradicionales siguen teniendo 25 gubernaturas: 12 del PRI, 12 del PAN, 1 del PRD. Solo un independiente y otra de Movimiento
Ciudadano, quienes por cierto, también tienen diferencias con López Obrador.
Morena tendrá cinco gubernaturas y curiosamente, ahí no se nombraron coordinadores estatales.
Todo indica que el último reducto de priistas y panistas, son los Estados.
Debido a las últimas experiencias, hay quienes tienen la presunción de que eso pudiera agudizar el pillaje y por ello no hay que dejarles la sonaja a los traviesos.
Ahí la lógica de enviarles a los coordinadores.
El otro aspecto es el ahorro. En los Estados funcionan más de 80 delegaciones.
Algunas francamente innecesarias. Se estudiará cuáles desaparecen y cuáles se fusionarán. La idea, según el equipo de AMLO, es ahorrar 38 mil millones de pesos a nivel nacional.
Lo que sí no creo que sea sano es que se haya nombrado como coordinadores estatales a los rivales derrotados en las pasadas elecciones para gubernaturas, o en su defecto, quienes aspiran a contender en los próximos comicios.
Además un solo delegado no va a poder concentrar las funciones tan distintas entre sí. Entes como la PGR, la Sedena, la SEP, el IMSS, el INEGI, el Infonavit, deberán continuar con el esquema actual.
Otros como la Sagarpa y la Sedatu, parecieran susceptibles de fusionarse y la Sedesol, sin duda, será la bandera de estos coordinadores, que inevitablemente por la naturaleza de sus funciones van a perfilarse electoralmente.
En esencia, el espíritu de esta figura es interesante, pero esperemos que no se desvirtúe por los elementos ya comentados. Los jaloneos, seguramente, van a darse.
A los gobernadores electos en las urnas, les brotará el celo político, porque ahora vamos a ver a los presidentes municipales haciendo antesala con los coordinadores estatales de Programas para el Desarrollo de la Presidencia de la República y no con ellos.
Por eso, esta figura, pareciera, una especie de gobernadores paralelos.